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Mi llegada a Mollepata

Publicado: 2010-04-07

Mi llegada a Mollepata

Heredera de las comunidades indígenas de Uchus, esta localizada a una altitud de 2800 metros de altura en los contrafuertes de la cordillera andina en su lado occidental, lo que formaría el nudo de Mollepata. Se llega a través de una de las mas escarpadas carreteras, que valgan en verdades es llevar el alma en la mano. Al mirar sus precipicios nos encontramos con las localidades vecinas de Pampas, Conchucos y otras que ya pertenecen al departamento de Ancash, pero que se encuentran a la misma altitud, pero divididos por el rio tablachaca, afluente principal del majestuoso rio Santa.

El trayecto dura casi seis horas de recorrido. Salí de mi natal Santiago de Chuco a las tres de la tarde, pasando por las comunidades de Cachicadan, donde se ubica los baños termales que fueron utilizados por el Sapa Inka en su purificación para subir al adoratorio de Catequil en Icchal; se sigue recorriendo las comunidades de cochapampa, Algallama, para después coronar en la comunidad de Cullizcanra. Allí el frio es intenso, solo crece ichu y se ve pastar a lo lejos algunas ovejas y Alpacas que sirven de sustento a las comunidades que se dedican al pastoreo;

pero a pesar de esas dificultades también se han dedicado a la agricultura, sembrando una variedad de papa que resiste las fuertes heladas y la altitud, ya que se encuentra a casi los 4 300 metros sobre el nivel del mar. Una vez hace ya muchísimos años, tuve la oportunidad de conocer el frio de la comunidad, no de sus pobladores, si no del medio ambiente. La temperatura esa vez bajo a casi cinco grados bajo cero, mas la falta de oxigeno por la altitud, hace que el frio se sienta hasta en los huesos. Hasta allí la carretera no presenta mayores problemas e inclusive cuando se baja por la quebrada de las manzanas, que esta a la espalda del gran peñol que mira hacia angasmarca, es muy poco lo que tienen que hacer el bus para descender hasta el rio del mismo nombre, que en la actualidad surte de materiales de construcción para la ciudad minera, es en lo que se ha constituido la otrora población lechera y quesera, en su anterior fama antes de la guerra interna que vivió nuestro país.

Ya en Angasmarca el bus se detuvo, para que más pasajeros subieran para trasladarse más al interior de nuestra provincia. Algunas con sus quepes -así se le dice a la carga que se lleva a la espalda, generalmente las mujeres campesinas- a la qué se sobreponían también en sus brazos a sus pequeños hijos, que como se veía ya estaban acostumbrados a estos trajines. Subieron algunas pequeñas que nos ofrecían dulces y caramelos para seguir nuestro viaje, muchas de estas pequeñas son producto de la ciudad minera y su desbocamiento a la prosmiscuinidad en que se ve envuelta su población, que muchas jóvenes indígenas ven la solución a su problema económica y se entregan a los brazos de los jóvenes o adultos trabajadores mineros, muchos de ellos no son de estos lugares, que les prometen el oro y el moro, y que como son esporádicos sus trabajos, salen y dejan con el problema a las mujeres indígenas de éstas zonas, quienes mandan a sus pequeños a que se muestren y produzcan misericordia a los pasajeros de los buses que transitan por allí. Cuando uno los ve por primera vez, se le consume a uno el corazón, pues sabe que ellos llevan un poco de dinero para que sus numerosas familias puedan alimentarse.

Después de ver el panorama arrancamos en dirección hacia nuestro destino, bordeamos algunas pequeñas calles, que a las justas dejaban transitar al vehículo, hasta que pudimos ganar ya la carretera al interior. No bien estaríamos como media hora de viaje nos detuvieron los comuneros de varias comunidades que habían bloqueado la carretera por la muerte de un hermano rondero indígena en manos de la policía especial que se había posesionado para proteger la entrada a una mina a cielo abierto. Esta mina según versiones muy confirmadas pertenece a unos narcotraficantes que son protegidos por el Gobierno del Señor Alan García Pérez. Los mismos que han hecho del poblado de Mollebamba como su gueto particular, donde ellos están enseñoreados y mandan en todo asunto. Conversamos con los hermanos y muchos me conocían, pues algunos eran profesores indígenas desempleados que en el último examen en que el gobierno cometió un fraude enorme, ellos no pudieron ingresar a la carrera docente. Yo también hubiese estado en la misma situación, pero parece que el gobierno no se atrevió a enfrentarse a que se le desenmascare más abiertamente a pesar que sus consignas se realizaron para frenar un poco mi alma contestataria. Seguimos y cuando ya anochecía pasamos por la tierra de mis ancestros, donde se ubicaba hasta hace pocos años la Panaka Mitma de mi Etnia y nación. Mire a lo lejos la tierra donde retozaban caballos y muchas llamas y alpacas que alegraron muchas veces mi niñez de niño consentido y engreído por toda mi familia. Por fin llegamos a una pequeña cumbre donde se podían divisar los pueblos de Mollebamba y a la lejanía Pallasca y Pampas. Ya allí bajaron algunas profesoras. El poblado parecía una ciudad en tensión, no había mucha alegría, se respiraba un espíritu de peligro; muchos de los pasajeros no osaban ni siquiera conversar, permanecían muy callados. Es que es la capital de la familia que no es muy respetada, solo temida y menospreciada por lo que representa para mucha gente y para el país.

Proseguimos nuestro viaje y ya en una hondonada se podía ver las luces de Mollepata, según me lo comentaba un amigo de Pampas con quien veníamos conversando desde mi natal Santiago de Chuco. No habríamos ni avanzado quince minutos en que llegamos a una bifurcación de carreteras, una iba para la yeguada, que es un caserío de Mollepata, y otro que va directamente al distrito. El carro enrumbo primero a la Yeguada- por allí también hay otro camino para el distrito- donde llegamos con una ligera llovizna y el cielo anublado. Allí subieron una religiosa de las hermanas de la Caridad con cinco jovencitas, todas muy preocupadas por su equipaje, sacaban sus cabezas cada vez que abrían el portaequipaje del bus. Comentaban apresuradamente de que vigilaran siempre no se lo vayan a birlar sus cosas. Yo pensaba, que niñas que no saben que aquí si dejan una aguja en medio de la calle, nadie lo coge y mas bien pregunta por su dueño hasta que de con el y le diga donde encontrar lo perdido. Por fin terminaron de descargar todas las encomiendas y nuevamente enrumbamos a nuestro destino final. Veía como el chofer hacía las maniobras más inverosímiles para capear lo angosto del camino. Si miraba hacia abajo, se podía ver las luces del distrito. Hasta que por fin llegamos a Mollepata, ya también allí me estaba esperando el director de la institución educativa, y nos fuimos hacia su vivienda donde pernoctaría esa noche y quien sabe muchas más.

Túpac Isaac II

Juan Esteban Yupanqui Villalobos

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Escrito por

Yanawarmi

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Publicado en

huamanpuka

El pensamiento es constante y la pluma ligera que solo el viento se atreve a mirar en sus vaivenes Tupac Isaac2