#ElPerúQueQueremos

Los pensamientos perturbadores

Publicado: 2010-11-05

Seguramente alguna vez te han leido un cuento antes de ir a dormir sobre criaturas fantásticas u objetos inanimados que cobran vida. Quizás te contaron la historia de “el pequeño tostador que podía”. Y de ser así, déjame decirte que tienes mi más sincera admiración, pues es uno de los libros más tediosos y cojudos que puedes siquiera encontrar hecho precisamente para que los niños se vayan a dormir. En dicho libro, por razones poco convencionales, un tostador cobra vida y conjuntamente con sus amigos artefactos de cocina van por la casa teniendo ciertas aventuras, hasta el punto donde la voluntad del tostador se pone a prueba y empieza a repetirse a sí mismo “creo que puedo, creo que puedo, creo que puedo” y tras ver como ciertos amigos suyos se sacrifican, consigue su objetivo final y todos se alegran, saltan de felicidad, se abrazan y comen pan tostado salido de él.

En este preciso momento quisiera un poco de la voluntad de ese tostador. Como les conté brevemente, he vuelto a tener contacto con Javier, luego de 2 meses silenciosos en los que literalmente no he hablado con él, ni tenido algún tipo de contacto. Hasta su cumpleaños, por supuesto. Eso pasó en setiembre, casi a fin de mes, y mandé un por twitter y lo llamé. Adicionalmente le mande un correo hablandole de una chela por su santo a lo cual no hubo respuesta inmediatamente. Tras 2 semanas decidí voltear la página y tratar de concentrarme en las otras tareas que tengo pendientes, y es que entre nos, llevar blogs como chamba, tener una chamba y estar en un voluntariado debe ser suficiente para no pensar en la persona que te dejó. Eso es una terrible mentira. Al tratar de zambullirte en labores constantes que te coman el tiempo para no pensar, en realidad estás en las mismas que “el tostador que podía”, repitiendote inconcientemente “creo que puedo (no recordarte), creo que puedo (no recordarte), creo que puedo (no recordarte)” pero la verdad es que solo puedes pensar “creo que no puedo, por lo que tengo que distraerme cuanto pueda”.

Un día de la nada, me manda un correo de respuesta y me dice que quiere salir conmigo. En ese momento me sentí como el tostador, pero en su versión más optimista, por supuesto. La salida quedó prevista para una fecha, pero se retrasó un mes, y con todo un mes quiero decir todo octubre. Primero, porque se sentía mal, después porque estaba ocupado hasta que quedamos en que sea el viernes antes del halloween / día de la canción criolla.

La salida quedó súper, pero contarla sería meter demasiado floro, así que obviaré lo referente a ella para ir a los puntos importantes de la noche. Fuimos a tomar una chela y terminamos agarrando como en los buenos tiempos. Hubo contacto físico importante (agarrada de mano, cabeza contra hombro) y lo acompañé hasta la avenida la molina, y le dije para salir nuevamente al día siguiente. Me dijo que no porque estaba cansado.

Ok, eso gritaba “creo que puedo, creo que puedo, creo que puedo”. Pero lo dejé de lado para no presionar mucho. Total, era la primera salida después de meses.

El lunes retomamos la conversación por Messenger y me contó una noticia que me dejó helado: fue a una reu gay en Asia por halloween, cortesía de un pata gay suyo.

No se que pensar luego de eso, y no entiendo nada. Agarramos y recordamos cosas, pero se va a un tono de sordomudos gay a hacer quien sabe que cosas. Tenía muchas ganas de preguntarle por qué, qué hizo, por qué me cuenta eso, qué pensaría si djiera yo lo mismo. Pero no dije nada. Solo seguí la conversación como si nada. Esa información me tenía pasmado y como zombi todo el día. También me contó que se ha hecho adicto a twitter recientemente porque ya no usa facebook (nunca le pregunté por qué) y al revisar sus tweets, muchos perteneces a conversaciones entre él y sus patas gays. Incluso algunos más buenos que yo, tengo que admitirlo.

No somos nada, somos exes, pero me frustra tanto que no puedo soportarlo. Cuando recién nos conocimos, Javier era quien quería conversarme, quien quería saber. Ahora los roles se han invertido y no se que pensar. Detesto que no me haga caso, y detesto que tenga amigos gays. Se que los ha tenido antes de estar conmigo, pero no me gusta esto de conocerlos o enterarme de todo su background cuando no estamos. Yo me conozco, y créanme que he actuado mucho más maduro que antes, ya que no he mandado mensajes a correos, o llamado por teléfono a preguntar quienes son y porqué habla con ellos. Eso arruinaría todo mi intento por volver, que si no se han dado cuenta, es lo que quiero. O lo que quería. Luego de enterarme de esto quiero sinceramente meterle un puñete en la cara.

Hoy día quedamos en salir nuevamente al festival de cine de la cato, y lo llame ayer para reconfirmarle si saldríamos y me dijo que tiene un trabajo de migraciones con unas chicas de su universidad a las 6 y me mandaría una alerta para avisarme. Lo más probable es que me cancele, lo conozco, y para colmo hoy no he traido mi equipo para el gimnasio, así que iré directamente a mi casa, o a la de Lorenzo para que me escuche decir “creo que puedo, creo que puedo, creo que puedo”.

En realidad, creo que no puedo. Solo que aún no se qué.


Escrito por

Un blog gay

Me llaman Gonzalo Carrillo, aunque me gusta más mi segundo nombre. Tengo 23 años y una extraña afición por los animes de cualquier género. Detesto a la gente que habla sin parar, aunque subconcientemente quisiera tener ese talento. Todavía no acabo la univers


Publicado en

Un blog gay

contando estupideces personales todas las noches