Votaré por los dos
Tomado de Perú21.- Columna El ojo de Mordor, de Pedro Salinas.- Todos hemos pasado sustos del carajo, apremios en los que sentimos que casi se nos va la vida. Turbulencias en el avión. Choques aparatosos. Cuasi ahogos en medio de un mar picado. Y en ese plan. Como ahora, solamente que la sensación de zozobra es colectiva y duradera, pues muchos nos sentimos atrapados en medio de unas elecciones que nos conducen a dos opciones abracadabrantes, sombrías, desquiciantes, que el ilustrador de esta columna, Andrés Edery, ha graficado como “el mal peor y el mal mayor”.
Hay que tener una suerte pésima, digo, para llegar a una situación así. O haber sido víctimas de algún tipo de maleficio. O quizás es nuestra vocación, que también. Una vocación por la fatalidad y el suicidio. Algo de eso hay, supongo. O de todo.
Como sea. Es lo que tenemos por delante. Tener que elegir entre Humala y Fujimori. Que es algo así como darnos a elegir entre morir en la silla eléctrica o en la guillotina. Con la inyección letal o en la cámara de gas. Reconocerán ustedes conmigo que este tipo de hazañas no las realiza así nomás cualquier país.
Claro. Si Curly, Larry y Moe (los postulantes de la centro derecha, o sea) se hubiesen puesto de acuerdo, otro sería el cantar. Pero no. Los Bee Gees de la mezquindad pensaron, cada cual por su lado, que la hacían solitos, sin ayuda, al punto que Castañeda sueña, hasta el día de hoy, que él va a ganar esta segunda vuelta.
En fin. Olvidémonos por el momento del Trío Galaxia del infortunio, pero, ojo, jamás olvidemos la situación a la que nos han arrojado debido a su narcisismo ruin, porque lo que hicieron y dejaron de hacer es imperdonable.
El caso es que en dos semanas tenemos que votar. Y Mario Vargas Llosa cree que el mal menor puede ser Ollanta. Y Fernando Rospigliosi, al revés, cree que Keiko; ambos con razonamientos bien fundamentados y estructurados, debo añadir. Aunque sabemos que, en situaciones normales, ni Vargas Llosa votaría por Humala ni Rospigliosi lo haría por Fujimori.
Dicho lo cual, y luego de haberle dado veinte mil vueltas al asunto, y siendo consciente de que cada nación es responsable de su propio exterminio, y que al fin y al cabo no tenemos sino lo que nos merecemos, pues hoy quería comentarles a ustedes, apreciados conciudadanos, que yo, en esta oportunidad, paso. Esta vez lo dejo todo en sus manos, para que lo que tenga que ocurrir, ocurra. Pues así como hay ocasiones en que hay candidatos con los que simpatizo sin remedio, en esta los dos me gustan por igual. Así las cosas, anuncio que votaré por los dos. Votaré por Ollanta… y por Keiko. O, si quieren, votaré por Fujimori… y por Humala.
Y que no me venga PPK a decir que “viciar es irresponsable y es abdicar” y cojudeces por el estilo. PPK, ya saben, no tiene ninguna autoridad para decirle a nadie cómo se debe votar en esta segunda vuelta, siendo él corresponsable –junto a Toledo y Castañeda– de que los peruanos nos encontremos en calidad de rehenes y de que la democracia se vea amenazada una vez más por un par de impresentables.
Y que no me vengan tampoco por ahí con que el voto viciado o blanco o nulo es un voto “inútil”, “poco práctico”, que “favorece a Ollanta”, que “le hace el juego a Keiko”, que es “anarquista”, que “es un error”, que “equivale a votar por el que gana”, o qué sé yo. Puede que tengan algo de razón. Les concedo eso. Pero si quieren la verdad, me importa un bledo. Porque, escúchenme bien, el voto que ejerceré libremente el próximo 5 de junio, marcando ambos símbolos –y que es, a mi juicio, una legítima tercera opción–, es tan respetable como el que va a votar por Fujimori. O como aquel otro que va a votar por Humala.
En otra circunstancia, estoy seguro, habría intentado el ejercicio que han hecho Vargas Llosa y Rospigliosi. Pero uno a veces se cansa de esta cosa de votar siempre por el mal menor. Como ahora. Porque ya no es que sean malos, que lo son, el problema es que, encima, ya lo dije, son impresentables.