Gestos
Por Carmen Ilizarbe*
“La política está hecha de gestos” escuchamos a menudo. La frase es especialmente pertinente en tiempos de rituales democráticos en los que a través de ceremonias solemnes y tradicionales se expresa y renueva en lenguaje simbólico el pacto social que nos compromete con ciertos valores. El ritual ceremonial del cambio de mando en democracia incluye una serie de actos que simbolizan la relación de los líderes con el poder. Por ejemplo, el hecho de que la banda presidencial sea devuelta al Presidente del Congreso, quien asume simbólicamente el poder (que de esta manera regresa al "pueblo”) por un breve lapso de tiempo antes de ponérsela al nuevo gobernante, es evidentemente un símbolo importante de que el poder pertenece en última instancia a la sociedad de donde, teóricamente, proviene. Ese es pues uno de los sentidos que celebramos en esta ceremonia de “cambio de mando”, los presidentes tienen el poder sólo transitoriamente.
Un poco como los rituales, los gestos también son importantes por su contenido simbólico y porque sintetizan en movimientos corporales intencionalidades individuales. De allí aquello de “un gesto vale más que mil palabras”. Existen también actos fallidos y gestos involuntarios que revelan intencionalidad más bien contra la voluntad de quien los realiza (Freud dixit). De todas maneras, en ambos casos los gestos transmiten intenciones individuales conscientes o inconscientes, las mismas que a veces van a contracorriente de los rituales.
En el ritual ceremonial del cambio de mando que acaba de terminar hubo varios gestos importantes que no se ajustan a los pasos señalados por el protocolo del ritual. Conviene reflexionar sobre lo que estos gestos nos dicen de la cultura política y las orientaciones de nuestros líderes políticos. De los que se van, los que se quedan y los que llegan.
El que se va
Alan García no quiso entregar la banda Presidencial al Presidente del Congreso, ni hacerlo en el Congreso. Prefirió entregarla a un edecán y en Palacio de Gobierno (http://www.larepublica.pe/28-07-2011/no-va-al-congreso-alan-garcia-entrego-la-banda-presidencial-en-el-patio-del-palacio). Me parece un gesto congruente con aquél con que iniciara su gobierno. En aquélla oportunidad él mismo se puso la banda rompiendo la tradición según la cual la Presidenta del Congreso debió haberlo hecho (http://www.larepublica.pe/archive/all/larepublica/20060729/pasadas/15/64896). No era la primera vez, también lo hizo en 1985 cuando inició su primer gobierno. Pienso que es revelador de la forma en que ha gobernado, de espaldas a la sociedad y sin respeto para con la pluralidad de voces que conviven en nuestra conflictiva comunidad política. El espacio en el que se siente como pez en el agua es claramente Palacio de Gobierno, desde donde se acostumbró a decidir sin ser cuestionado, ignorando olímpicamente las discrepancias y críticas provenientes de la sociedad e incluso los debates que a veces se reflejaron en el Congreso. En este segundo gobierno ya no le escuchamos cantar su ranchera preferida “sigo siendo el rey” pero otros gestos han transmitido la sensación de que es justamente así como se siente. Lefort diría que a través de sus gestos, García simboliza bien la tentación de reconcentrar en sus manos y hasta encarnar en si mismo el poder que, de acuerdo al mandato de la democracia, debe mantenerse siempre anónimo y desencarnado, jamás asociado a algún individuo particular.
Es curioso que Alejandro Toledo tuvo un gesto involuntario al devolver la banda: aunque asistió al Congreso cumpliendo con la tradición, olvidó dársela al Presidente del Congreso después de su discurso y hubo que recordarle que debía entregarla antes de irse. Y antes que Toledo, a Alberto Fujimori le pusieron la banda presidencial al revés. Simbólicamente, muy significativo, no?.
La que se queda
El otro gesto importante durante la ceremonia de cambio de mando ha sido el de Martha Chávez, desde ahora el rostro más agresivo y quizás representativo de la oposición Fujimorista. Gritó sin pausa durante todo el discurso del Presidente Humala mientras blandía “el nuevo libro rojo” de la Constitución de 1993 (Santiago Pedraglio dixit, http://paradero26.blogspot.com/2011/07/un-discurso-la-medida-de-las-promesas.html). El gesto fue ratificado posteriormente con sus declaraciones de que de Humala es un presidente de facto al haber jurado por una Constitución que no está vigente. Su explicación es falaz puesto que no hay parámetros legales sobre lo que el juramento presidencial debe decir o incluir, por lo tanto, sus declaraciones pueden considerarse parte del gesto simbólico que analizamos y que no tendrá mayor correlato legal. Y el gesto en su conjunto es revelador de la intolerancia y hasta animadversión que al parecer va a caracterizar su performance como Congresista, pues ha sido anti-democrático al desconocer simbólicamente la investidura del Presidente democráticamente elegido, intolerante con valores que son legítimos y respetables y anti-dialogante porque no quiso escuchar ni dejarnos escuchar.
El que llega
Ollanta Humala se ciñó a la tradición pero sorprendió a todo con el gesto de invocar en su juramento el espíritu de los valores y principios de la Constitución de 1979 (que por cierto contenía una cláusula anti-golpe, https://www.facebook.com/profile.php?id=1027222045). Como sabemos, los Fujimoristas tomaron el gesto como una afrenta, pero no sólo ellos reaccionaron negativamente. También influyentes analistas políticos como Augusto Alvarez Rodrich y Rosa María Palacios se apresuraron a calificarlo de fatal y lamentable error (http://lamula.pe/2011/07/28/los-mejores-tuits-sobre-la-toma-de-mando-de-ollanta-humala/rafaelponc) principalmente porque asocian la Constitución de 1993 al desarrollo macroeconómico de los últimos años y consideran subversivo cuestionar su santificación del neoliberalismo, recordar su origen autoritario y sugerir que habría que cambiarla toda o en parte.
Sin embargo, el juramento está en consonancia con el discurso de campaña, al igual que con los anuncios del mensaje. Es un gesto que marca simbólicamente el carácter del gobierno, su vocación por un cambio que no sólo tendrá que ser en política social y económica sino también de orientación general del Estado, de establecimiento de prioridades de acuerdo a ciertos principios y valores, y de reconocimiento de graves problemas más bien estructurales sobre los que se asientan la exclusión y la injusticia. Vale la pena recordar el espíritu, los principios y valores a los que se ha aludido para bajarle el tono a un debate exagerado que ha incluido gestos histéricos y antidemocráticos. El preámbulo de la Constitución de 1979 (http://www.congreso.gob.pe/grupo_parlamentario/aprista/const01.htm) dice en uno de sus párrafos más claros que los Congresistas están "Decididos a promover la creación de una sociedad justa, libre y culta, sin explotados ni explotadores, exenta de toda discriminación por razones de sexo, raza, credo o condición social, donde la economía esté al servicio del hombre y no el hombre al servicio de la economía". Es quizás lo último lo que mejor expresa la diferencia entre el espíritu de las Constituciones de 1979 y de 1993.
Pero quizás lo más importante de este gesto del recientemente inaugurado Presidente haya sido provocar justamente un intercambio intenso y apasionado sobre un tema que en democracia es perfectamente debatible, y cuya discusión incluso contribuye a profundizar la democracia ya que nos lleva a leer y releer, a discutir y reflexionar sobre nuestra Constitución y el tipo de democracia que queremos, como acertadamente ha señalado Cecilia Méndez (https://www.facebook.com/profile.php?id=1027222045). El gesto es por cierto también de confrontación con la oposición Fujimorista y marca una distancia clara con esta agrupación. Esto puede interpretarse como una buena o mala estrategia, pero no como un acto que deslegitima al Presidente. Veremos en adelante qué tanto se traduce en hechos concretos el gesto que señala el cambio hacia una democracia con justicia social. Después de todo, estamos solamente ante la ceremonia de cambio de mando e inauguración Presidencial, y por ahora tenemos poco más que gestos que analizar.
* Antropóloga y politóloga. Directora del programa de ciencia política en la
UARM.