Cuando el abuso viene en tarjeta Ripley
Cuando la injusticia laboral se filtra por los pasillos de una tienda por departamentos y hace eco en las calles de nuestra ciudad, como ciudadanos no podemos hacer otra cosa que unirnos al reclamo legítimo y postergado de decenas de trabajadores que desde hace años libran una feroz batalla contra la política comercial de una empresa que lo único que logró fue llenarse los bolsillos a costa del maltrato a sus colaboradores y clientes.
Las controvertidas prácticas comerciales en las que incurre Ripley en el Perú están lejos de convertirse en ejemplo a seguir, por el contrario las denuncias frecuentes de la que es sujeta, la convierte en una empresa cuyas estrategias de venta están reñidas con la ética.
Un cliente que recibe un producto en malas condiciones para su uso, y por el que termina pagando más de lo que debe, lo que hace es quejarse ante la empresa donde lo adquirió. Pero si cuando acude al área de atención al cliente lo único que encuentra es una absoluta indiferencia, la indignación supera límites insospechados, llegando muchas veces a acudir a instancias de defensa al consumidor como ASPEC, que ha hecho bien en promover la campaña “RIPLEY, hasta aquí nomás”, donde cualquier usuario puede hacer llegar sus denuncias.
Por si fuera poco, esa misma empresa obliga a sus trabajadores a “colocar” productos con tarjeta de crédito para que el cliente pague un costo mayor al precio inicial de venta, con unos intereses sacados de una fórmula comercial sin sentido.
Es lamentable que la nefasta cultura de la “viveza criolla” se haya enquistado de una forma tan singular en una empresa extranjera que, si bien es cierto invirtió millones de dólares en nuestro país, debe actuar respetando la ley y las formas, con el trato digno y decoroso que merece todo trabajador y cliente.
Acá no estamos en contra del derecho legítimo que tiene Ripley a generar utilidades. Lo que criticamos es que esas ganancias se obtengan gracias al atropello de los derechos laborales y burlando la ingenuidad de ciertos clientes que hipotecan su futuro en una tarjeta de crédito, haciéndoles pagar exorbitantes cifras por un producto, generando el sobreendeudamiento.
Lo más preocupante es que el Ministro de Trabajo, Rudecindo Vega, ha usado una política de silencio respecto al tema, evitando intervenir en una situación a todas luces injusta. No pronunciarse hasta esperar que la empresa y sus trabajadores se pongan de acuerdo sencillamente es un insulto a la dignidad y una falta de respeto a los derechos laborales.
Resulta irónico que esta empresa use el logo de la campaña Marca Perú, teniendo en cuenta el trato que brinda a los miles de clientes y trabajadores peruanos.
No se puede permitir que una transnacional opere usando métodos a través de los cuales perpetra impunemente sus abusos, hace cobros indebidos a sus clientes, paga sueldos inhumanos y somete a sus trabajadores a horarios esclavizadores.
Acá les comparto esta nota titulada Después de La Polar: Las otras “trampas” de la industria del retail, donde se denuncian estos mismos abusos en Chile de parte de Ripley (leer a partir del párrafo "Historial borrado").