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El fracaso de las utopías políticas

Publicado: 2011-09-11

A veces es mejor remontar el escenario nacional, sobre todo cuando se pone tan aburrido como ahora. Ocuparse de naderías gastadas como el caso Ciro o la feria Mistura no estimulan a escribir un post. Apenas vale la pena comentar las payasadas de Daniel Abugattás y su novedoso concepto de "representación". No ha hecho más que el ridículo llevándose de gira a todo un Congreso que ya, por definición, representa a la nación, y lo hace instalado en Lima que es su sede. Lo peor es que se han ido de gira después de cobrar una suculenta suma por instalarse en Lima. Absurdo al 100%. Eso pasa por darle el poder a gente improvisada y sin formación política que solo busca figuración tratando de patentar la pólvora.

Me topo con otro artículo de Mario Vargas Llosa cuya lectura siempre resulta indispensable, pues además de educativo y entretenido es inspirador. Un interesante análisis de ese mundo europeo que hoy se viene abajo. Hay tres cosas que rescatar y precisar de esa visión, y que no nos es enteramente ajeno, pues estamos en una época en que se nos imponen también visiones idealistas y paternalismos estatales. Creo que es necesario tomar en cuenta la experiencia europea en lo que concierne a nosotros.

Primero hay que corregir la cifra de muertes causadas por la izquierda comunista, pues solo a Stalin y Mao los historiadores les asignan a cada uno al menos 60 millones de muertos. A eso hay que sumar los 8 millones de Pol Pot y muchos otros casos largos de enumerar. Desde luego, al total debemos sumarle nuestra modesta cuota de cadáveres que nos dejó la aventura extremista de la izquierda nacional. Según la CVR fueron 60 mil, apenas. Es decir, ninguna utopía política ha dado más muertos que el comunismo, socialismo o la izquierda marxista en general. Además de muertos, hay que mencionar sociedades castradas como la cubana.

Hay frases de Mario Vargas Llosa que merecen ser reproducidas textualmente porque son incluso muy válidas para nuestro presente como país.

Los países europeos han creado admirables sistemas de bienestar con una visión inmediatista, sin preguntarse si sería posible financiarlos en el futuro, y se han resistido a vivir de acuerdo a sus posibilidades reales, endeudándose para ello de una manera irresponsable.

Hay un consenso general en la idea de que la crisis de los países países europeos como España y Portugal, por ejemplo, se debe al montaje ilusorio de una prosperidad fundada en el sustento estatal. Es decir, un poco lo que hoy tenemos como paradigma político: el mundo gratis, a costa del dinero del Estado. Todos ofrecen educación, salud, vivienda, pensiones y mil cosas gratis. No sé de dónde han sacado la estúpida idea de que existen las cosas gratis. Es decir, no hay que pensar como cliente sino como país y como Estado. Las cosas se pagan tarde o temprano. Y ahora España y Grecia van a tener que pagarlo.

La nueva izquierda insiste en sus dogmas y presenta batalla con más demagogia: no hay que rendirse a los mercados. Lamentablemente no hay más realidad que los mercados. El resto es utopía y estupidez.

Otra lección de la crisis europea es que los proyectos políticos son solo eso: fantasías de políticos que en un exceso de idealismo llegan a creer en su propia demagogia. Firman pactos, crean organismos fatuos, tal como hemos hecho acá con el ridículo Parlamento Andino, predican unión engendrando comunidades forzadas como UNASUR, que solo sirven para dar discursos y tomarse fotos.  Pero detrás de todo ello, las naciones, es decir, los pueblos, no experimentan en los hechos reales ninguna comunidad ni unión. Las uniones reales se dan, como suele ocurrir en las fronteras, con el comercio libre. Con eso que los burócratas llaman "contrabando". Pero también con las puertas abiertas al libre tránsito de las personas, lo que facilita el turismo y el intercambio cultural. Las políticas de integración no requieren crear monstruos burocráticos.

Al final, Mario acaba mostrando su propia utopía: la creencia de que es posible eliminar los nacionalismos. Tan utópica es la idea de eliminar las diferencias entre las personas como la de pretender eliminar las diferencias entre las tribus, comunidades o naciones. No es eliminando los nacionalismos como vamos a progresar sino aprendiendo a convivir en medio de nuestras diferencias. Los intentos totalitarios de crear la sociedad perfecta a punta de fusil apenas han bajado el tono de sus pretensiones. Ya no disparan sus armas pero usan el sistema democrático para imponer sus delirantes pretensiones.

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Escrito por

Dante Bobadilla Ramírez

Psicólogo cognitivo, derecha liberal. Ateo, agnóstico y escéptico.


Publicado en

En busca del tiempo perdido

Comentarios sobre el acontecer político nacional y otros temas de interés social