El Golfo de Guinea, la otra cara de la piratería africana
Por Ángel García Català
Cuando el pasado 14 de setiembre el buque Mattheos I, de propiedad española con bandera chipriota, fue asaltado y secuestrado con sus 23 tripulantes a bordo, 3 de ellos peruanos, muchos pensamos en Somalia.
Era un suposición razonable -aunque errada- a un problema, el de la piratería actual, normalmente asociado a las costas de aquel país. El origen del incidente, no obstante, se encontraba bien lejos, en un punto opuesto de la misma África: el Golfo de Guinea (concretamente frente a la costa de Benín).
En los últimos años, la región, que ocupa las costas de un total de 12 países desde Liberia hasta Angola, está siendo el escenario de un aumento considerable de ataques, robos, y secuestros a barcos internacionales por parte de piratas locales. Las mismas aguas de Benín, por ejemplo, han sufrido más de diez ataques desde el inicio de 2011. El año pasado no se registró ninguno. Junto a Nigeria, los ataques en total suman más de veinte.
Esta tendencia amenaza, según diversos expertos, con reproducir la situación que se vive actualmente en Somalia (que ha sufrido cerca de 160 ataques en el mismo periodo de tiempo).
¿Pero cuáles son las diferencias entre aquellos piratas y estos? ¿Y sus similitudes?
Hit and Run (golpea y corre)
"No creemos que el modelo somalí esté siendo copiado. La falta de ley y de gobierno en Somalia permite que los piratas mantengan los buques varados en la costa durante meses. Esperamos que esto no sea posible en África Occidental", comenta Cyrus Moody, representante de IMB (International Maritime Bureau), una división de la Cámara Internacional de Comercio especializada en crímenes marítimos, citado por The Guardian.
Esta diferencia crucial motiva que los métodos de ataque difieran sustancialmente entre los empleados en Somalia y los utilizados por sus homólogos a orillas del Atlántico. El objetivo principal de los primeros, por ejemplo, es secuestrar el barco con todos sus tripulantes y negociar un rescate millonario -en un proceso que puede llevar meses-. Los ataques ocurridos en el Golfo de Guinea, sin embargo, suelen ser mucho más directos y sencillos, obedecen a la sencilla premisa de robar el cargamento del buque -normalmente petróleo o gasolina- y las pertenencias de sus miembros. Son los conocidos como Hit and Run (Golpea y Corre).
Existe otra gran diferencia entre ambos: la violencia. Habitualmente los piratas somalíes no maltratan físicamente a los tripulantes del barco secuestrado ya que, al fin y al cabo, son la mercancía más valiosa con la que negocian. En el Golfo de Guinea, por contra, se ha documentado una actitud más violenta y agresiva de los atacantes.
La violencia perpetrada contra aquellos que navegan en África Occidental, confirma Mody, es "mucho, mucho mayor que en cualquier otra parte del mundo. Los ladrones y los guerrilleros abusan de ellos un poco. Es mucho más alta allí que en otras áreas donde hemos visto este tipo de crímenes".
“Son ataques muy cortos, muy rápidos y bastante violentos - golpes de rifle a la cabeza, latigazos con cables, ese tipo de violencia", añade en declaraciones a The New York Times.
La punta del iceberg
Otra de las grandes diferencias entre las dos zonas es el seguimiento y la cobertura que suelen tener por parte de las autoridades y los medios de comunicación. También, especialmente, la falta de denuncias que se producen. Según John Drake, asesor de la empresa de seguridad AKE, "en Nigeria se estima que aproximadamente el 60% de los ataques piratas no se denuncian ni documentan".
Lo confirma otro de los representantes de IMB, Noel Choong, diciendo que "sabemos que existe un problema con la falta de denuncias en esta región, ya que los dueños y las tripulaciones que normalmente trabajan allí pueden temer represalias de las bandas piratas que viven en el área".
No son las únicas razones. Obviando, por pura lógica, aquellas que responden al transporte ilegal de mercancías no declaradas, muchas de las compañías no denuncian ni reportan los ataques por una simple cuestión económica. Al producirse éstos en aguas territoriales -no internacionales-, cada ataque debe ser investigado y juzgado de manera regional, lo que puede implicar que el barco pase meses y meses varado, en completa inactividad.
La variedad de legislaciones entre los doce países del área, el distinto grado de seguridad jurídica que ofrecen, e incluso la imposibilidad, en ocasiones, de determinar con exactitud el país al que pertenecen las aguas en las que se producen los incidentes determinan la falta de reportes. Legalmente, de hecho, la mayoría de los ataques no puede siquiera considerarse como "actos de piratería", ya que no suceden en aguas internacionales.
La principal causa de la falta de denuncias y documentación sobre los casos responde, no obstante, a otra cuestión, también de carácter económico. La grave crisis que la piratería ha ocasionado en Somalia tuvo un primer impacto claro en las navieras internacionales: la subida de los precios de los seguros. En efecto, los costos de transporte para la zona del Cuerno de África se han duplicado en los últimos años, debido principalmente al aumento de las pólizas de seguro. Con la clara intención de que el efecto no se repita en el Golfo de Guinea, las compañías prefieren no reportar los ataques.
No parece que la táctica vaya a tener éxito. El pasado agosto The Joint War Committee, que representa a distintas aseguradoras internacionales (entre ellas a la londinense Lloyd’s Market Association), situó las aguas de Benín y Nigeria al mismo nivel de riesgo (war-risk zone) que Somalia.
Por si esto fuera poco, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas se sumó a las voces que alertaban sobre el incremento de la violencia y de los ataques en la zona, emitiendo un reporte en el que reclamaba mayor coordinación regional y ayuda internacional.
Los precios de los seguros, por tanto, muy a pesar de las empresas, no tardarán mucho en subir.
El caos de la pobreza
Una tesis, comúnmente aceptada, acerca de la piratería en Somalia es la que sostiene que ésta no es un problema, sino más bien la consecuencia del caos y la pobreza que vive el país. "La pobreza es la que genera piratas en Somalia", titulaba el periodista Ramón Lobo un artículo publicado en su blog sobre el tema. Un Estado inexistente en un período de cerca de 20 años, un territorio dominado por señores de la guerra, y unas aguas esquilmadas por los pesqueros internacionales (también contaminadas por vertidos tóxicos, en algunos casos incluso nucleares) produjeron la peor de las salidas: la violencia y los secuestros como respuesta.
Si bien las circunstancias al otro lado, en el océano Atlántico, son distintas, lo cierto es que existen una serie de patrones que se repiten. Los Estados de la región suelen ser más fuertes políticamente, cuentan con instituciones más o menos estables, pero también carecen de medios físicos para proteger de manera efectiva sus costas. Esta mayor institucionalidad, a su vez, provoca una mayor corrupción gubernamental. En este sentido, importantes funcionarios nigerianos han sido detenidos en los últimos años acusados de delitos de corrupción, al comerciar en el mercado negro con petróleo y gasolina obtenidos de ataques.
Un inmenso mercado negro, si se tiene en cuenta el volumen de negocio que atraviesa la región. Se calcula, por ejemplo, que la región proveerá el 25% del total de las reservas de petróleo de los Estados Unidos -más de lo que recibe del Golfo Pérsico-. Según una información de la agencia de Reuters, el Golfo de Guinea produce tres millones de barriles de crudo al día, lo que supone un 4% del total mundial.
Gran parte de este importante porcentaje (2,2 millones de barriles) proviene de Nigeria, uno de los países más desarrollados, junto con Ghana, de la docena que conforman el Golfo. El Delta del Níger, sin embargo, es una de las regiones del mundo que ejemplifica de manera más clara la diferencia entre la riqueza en recursos naturales de una zona y la pobreza de las comunidades que la ocupan, tal y como resume la revista Time. Una región donde la contaminación de las multinacionales petrolíferas y un conflicto interno armado latente desde principios de los años 90 causa que simples pescadores opten por empuñar sus armas y salir en busca de dinero fácil, persiguiendo otro tipo de destino.
Sin una mayor distribución de los recursos y un beneficio real para las poblaciones locales, díficilmente se resolverá el problema. "Si las comunidades costeras sienten que están siendo excluidas de cualquier beneficio aumentará su deseo de atacar los buques que pasan ante ellos. Será peor si encuentran pozos petrolíferos no sólo en Nigeria, sino también en Ghana o tan lejos como Senegal. Esas mismas personas pensarán, ¿tendremos acceso a estos pozos?", concluye Drake.
Supone, en definitiva, el escenario de un conflicto eterno y conocido: el de aquellos que no tienen casi nada contra los que tienen mucho.