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Cuando el Estado mata

Publicado: 2011-10-05

Morir en el Perú por causas no naturales es algo cotidiano. Pero morir a manos del Estado y por la acción de un programa de asistencia alimentaria es algo verdaderamente grotesco. Sin embargo, la cobertura mediática de este horror ha sido prácticamente nula. Debe ser porque no ofrece imágenes ni ha tenido las dosis de sangre y violencia que exige la prensa, e incluso quizá porque los muertos no pertenecen a la clase social que sí les importa.

Para decir más, ni siquiera los alharacosos defensores de los derechos humanos han dicho ni media palabra sobre estas muertes. Debe ser porque son niños inocentes y no "progresistas" revoltosos, y porque los ha matado el Estado pero no la Policía ni el Ejército, que es lo que a ellos les interesa.

¿Alguien sabe el nombre de los tres niños muertos en Cajamarca? Al menos yo no lo he leído en ningún lado. ¿Han mostrado sus fotos, sus juguetes, entrevistaron a sus padres, hermanitos y compañeros de escuela? ¿Mostraron la cara triste de su perro extrañando a su amiguito que ya nunca volverá, mientras suenan las notas cursis de un piano como fondo de la voz plañidera de una reportera en la revista dominical de la TV? No. Son tres niños, tres. ¿Alguien ha propuesto un monumento para ellos? No. Nadie los conoce tan bien como conocen al Cholo Payet, Calígula o al loco David. Y menos aún como al "mártir" Walter Oyarce.

Como ven, lo que importa en nuestra hipócrita sociedad no son los muertos sino el show. ¿Será que Cajamarca no queda en el Perú? ¿Será que está en otro planeta? Porque se han visto reporteros viajando a Haití o Japón para mostrar en vivo y en directo imágenes exclusivas de la tragedia. Pero a Cajamarca no ha ido ni la Ministra del sector. Son pues unas muertes aburridas. ¿Cómo se llaman estos niños? De hecho no son mamanis ni quispes porque estos son los que se mueren de frío en Puno.

Lo que tenemos ahora es el show de la interpelación a la Ministra de la Mujer. Quizá no tanto por las muertes en sí, sino por haber ignorado el hecho, culpado a las campesinas e irse de inmediato a bailar perreo con el Puma Carranza para moverse como una malagua hasta estar a punto de reventar el pantalón. Lo grotesto de su actuación no queda allí, sino que cuando se vio acorralada por acusaciones de ineptitud, "resolvió" el asunto destituyendo a un buen funcionario solo por haber caído, igual que ella misma, en otra serie de torpezas inocentes como ofrecerles un dinerito a las madres de las víctimas con la mejor voluntad del mundo.

Tenemos el cuadro perfecto del absurdo. Un guión digno de una crónica de García Márquez donde la realidad supera a la fantasía. Es demasiado. De mi parte no solo le pediría a la Ministra ofrecer su renuncia dignamente, sino que promovería una "Gran Transformación" en ese programa alimentario, pues si nos ponemos a investigar, como ya está ocurriendo, hallaremos un mar de ineptitud: toneladas de alimentos vencidos y podridos. Esta es lamentablemente la calidad de la gestión estatal. Siempre ha sido así y siempre lo será. Y no podemos esperar menos en un momento en que todo el aparato estatal está siendo copado por gente incompetente. Sin ninguna duda, con la creación de ese nuevo monstruo burocrático llamado Ministerio de Inclusión Social, la incapacidad estatal aumentará.

Otra pregunta urgente es saber ¿a qué diablos se dedicará la Ministra de la Mujer después de que le quiten la gestión de los programas sociales? ¿No sería bueno cerrar de una vez por todas ese adefesio ministerial?

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Escrito por

Dante Bobadilla Ramírez

Psicólogo cognitivo, derecha liberal. Ateo, agnóstico y escéptico.


Publicado en

En busca del tiempo perdido

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