¿Crianza natural o reglas para todo?
Mariana Alegre*
Durante mucho tiempo yo no quise tener hijos. Lo decía abiertamente y sin problemas. Conforme el tiempo pasó ya no veía con tanto espanto esa posibilidad; pero como nunca había sido la meta de mi vida, jamás me había puesto a pensar siquiera en cómo sería ser mamá. De hecho, muchas cosas que se cuestionan las futuras mamás yo no me las había cuestionado nunca: ¿daría teta o daría fórmula? ¿El bebé dormiría en su cuarto? ¿Cómo haría con mi trabajo y mis estudios? Todas esas son preguntas que nunca me hice. Luego, cuando salí embarazada tampoco tuve mucho tiempo de investigar. Más fue la locura de mi trabajo, la posibilidad de entrar a un trabajo nuevo, el terminar mi tesis antes de dar a luz y otras tantas cosas que no fue sino gracias a las clases de pre natal con Marisel (Enana Blanca, búsquenla en Facebook) que pude tener un único momento en la semana en que de verdad me conectaba con mi embarazo y con mi futura maternidad. Obviamente, pensaba en mi bebé y mi panza durante el día y junto a mi novio estábamos súper emocionados. Pero yo no tenía tanto tiempo la verdad, y así como quien no quiere la cosa, ya estaba por el mes 7 de embarazo y casi no habíamos hecho nada por nuestra bebé por venir.
Claro que fuimos a todos los controles, mirábamos emocionados las ecografías, elegimos su nombre y nos proyectábamos cómo sería, pero no fue sino hasta el final del embarazo que empecé a investigar un poquito más. Sí, ya me había enterado que dar de lactar era la mejor opción, pero jamás pensé que hubiera tanto rollo con ello, que las maquinas, que los problemas y dolores, que la alegría de dar teta, que la chamba y el saca leches, que la bajada de la leche, que tengo pezones planos. Plop! Aguanta. ¿Qué es todo eso? Pero ahí no terminaba el asunto. Empezó entonces una recatafila de temas y controversias. ¿Cómo quieres que sea tu parto? ¿En el agua con delfines y sirenas haciendo malabares para que te relajes? ¿O en una clínica fría y horrible? Ay! Tonterías. Que si hay que llevar el curso ese en el que te enseñan a poner el pañal y a sacar el chancho (¿eso se enseñan?), que si vas a meter a tu futuro vástago a las clases de estimulación temprana antes que el resto o si va a ir al colegio tal o cual… aguanta, ¡pero si aún no ha nacido! Y otras tantas cosas más. ¿Qué qué vamos a hacer con nuestra perra? ¿a quién se la vamos a regalar o a dónde la vamos a mandar? ¿Qué cosa? ¿La gente hace esas cosas? ¿Se deshace de su mascota porque nace un bebé?
Todas estas eran cosas que ni nos imaginábamos que nos teníamos que cuestionar.
Cuando la bebé nació yo pasaba tanto tiempo despierta de noche que no me quedó otra que ver capítulos repetidos de series en la tele o ponerme a leer, y ahí es donde descubrí millones de cosas más, muchas de las cuales no me interesaba conocer. Así, un día pensé: lo que yo haga con mi beba es un tema mío, de mi novio y de ella. Y ya está.
Es así que nosotros optamos por hacer caso a nuestro instinto. Tomamos lo que nos parecía mejor de un lado y del otro. Sí, nuestras decisiones van más por el lado de la crianza natural, pero otras son un sacrilegio para esta tendencia. Mi hija sigue tomando teta a pesar de las miradas y del espanto con el que algunas personas nos dicen: “pero ya mucho, ¿no?”. Comió casi todo desde el inicio porque no le tenemos miedo a las alergias (ella come de la olla desde los 10 meses –sí, con condimentos incluso–). Salió a la calle desde el día trece y se fue de viaje al extranjero al mes y medio.
Duerme en su moises/cuna prácticamente desde que nació, y ya más grandecita empecé a pasarla a mi cama cuando se despierta en la madrugada, porque me da flojera quedarme despierta para pasarla nuevamente a la suya. Nuestra perra, Lola, la lame a su gusto y no, no le ha dado ninguna enfermedad con nombre que asusta. A veces, incluso, dormimos los cuatro en la cama. No le hemos puesto horarios estrictos porque nosotros no los tenemos, y la bañamos en la mañana y no en la noche “como debe ser”.
Y sí, me tomo mis chelas o vino o chilcanos sin problemas, pues mi hija y yo tenemos un trato: ella tomará teta por más tiempo y yo tomaré un trago sin culpas ni miedos.
Cuando nos torturaban por despertarla para que coma cada dos horas, como mucho, para que no pase hambre (decían las chicas de la leche) o que había que darle cada tres horas exacto (decía el pediatra), decidimos no hacerle caso ni a las unas ni al otro. Si ella quería dormir 6 horas seguidas, pues bienvenido sea y a aprovechar el tiempo que tanta falta nos hace. Y si luego había que darle teta dos horas, pues también normal, total me había regalado seis horas “libres”.
Y no, no le pasó nada. Fue y sigue siendo una bebé sana, feliz y tranquila, que llora cuando necesita algo y se le atiende en ese momento. Que duerme en cualquier lado (restaurantes, reuniones y hasta matrimonios). Claro que no la he llevado a ningún concierto en el Estadio Nacional, pues sería un caos y una tortura para todos, pero ir a una reunión en casa de amigos no nos representa ningún problema. La acostumbramos a estar con gente y se deja cargar por todos y así son ellos los que se ocupan de ella mientras nosotros nos comemos el pan con chorizo.
Y de repente, luego de que nació mi hija y ya con algo de experiencia en el tema, conocí a otras personas y amigas que estaban embarazadas o cuyos bebés ya habían nacido, y así fue como el mejor consejo que pude darles fue que confíen mucho en ellas y en sus bebés. Que se guíen de su propio instinto y que elijan lo que quieran de los consejos que la gente les pueda dar. Ah! Sí, y si pueden informarse bien sobre las cosas importantes, mejor, porque no hay peor error que creer que una decisión se hace en libertad cuando en realidad no se tiene la información completa.
Entonces, somos una familia rara, pues no encajamos en ningún grupo ni en ninguna tendencia. Por dar lactancia prolongada eres rara. Por sacarla a la calle desde chiquita la estamos exponiendo. Por no querer hacerle caso a los horarios del doctor estamos un poco locos. Por no bautizar a la niña somos pecadores. Por dejar que el perro la lama le va a dar no sé qué.
¿Pero acaso alguien nos ha cuestionado si la queremos con todo nuestro corazón y todo lo que nos hace sentir su sonrisa cuando voltea a vernos o nos abraza? No, nadie. Sólo nosotros lo sabemos. Y eso solo ustedes lo saben, así que no importa lo que les diga nadie. Sólo importa lo que ustedes sientan y lo que les venga mejor. Unos papás tranquilos son lo que mejor le puede pasar a un recién nacido, así que confíen mucho en ustedes y en lo que les diga su bebé.
*Mamacita Residente
Soy madre trabajadora y primeriza; de esas personas que nunca paran y hacen muchas cosas a la vez. Soy mamá de una bebé de 1 año que se llama Lima –sí, como la ciudad– y que se ha dado cuenta de que casi nunca es posible que las cosas salgan como queremos, pero que casi siempre salen mejor.