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Verdades del Perugrullo

Publicado: 2011-12-12

Tomado de Perú21.- Columna El ojo de Mordor, de Pedro Salinas.-

Escondido.- Ollanta Humala no fue elegido para miss simpatía, como él mismo ha dicho. No obstante, quienes votaron por él lo hicieron para que gobernara este país. Para que tome sus riendas. No para que delegue en terceros las labores que le corresponden a él. Cuando se produce una crisis, a quien se quiere ver en acción es al jefe de Estado, tomando decisiones, dando la cara. Pero no. Ya lo han visto. Humala no es frontal. Al contrario. Se esconde. Se entierra como un topo. Y confía en que su eficiente premier le resuelva todos los problemas como si fuese el genio de la lámpara. Y Siomi es inteligente, claro. Y sensato. Y astuto. Pero el genio de la lámpara, no es.

Tarzán.- El presidente esperó once días para reaccionar tarde y erráticamente en el caso Conga. Igual fue en el caso Chehade. Y algo similar, recordarán, ocurrió en el caso Alexis. Aunque, es verdad, cuando se destapó el escándalo de las inexplicables reuniones del hermanísimo presidencial con las autoridades rusas, todavía no había vestido la banda presidencial. No. Aún no era presidente. Pero, vamos, virtualmente ya lo era. Y sabía que su excéntrica y disfuncional familia iba a ser puesta bajo la lupa de los medios de comunicación. Lo sabía perfectamente. Igual le reventó la cosa como una mina antipersonal. Como le pasó con Chehade. Y con Conga. Vaya. Una crisis tapa a la otra. Y siempre que se gatilla una crisis, llega tarzán. Estos parecen ser los lemas de Humala. O sus consignas. O sus karmas. O sus tics.

Calichín.- Todo lo quiso reducir a que era neófito en política. A que solo cometió un pecadillo. O que se trataba de una novatada. O argumentaba que no había delito. Pero eso fue al final. Porque al principio lo negó todo. Peor incluso. Negó lo evidente. Lo clamoroso. Lo que todo el mundo vio. El chanchullo, o sea. Entonces Omar Chehade cayó en la catarata de sus contradicciones, que era como la de Gocta, en el Amazonas. O algo así. Y peroró. Que no se mencionó el tema de Andahuasi. Que, bueno, sí se tocó, pero de manera tangencial y rapidito nomás. Que la idea no era favorecer al Grupo Wong. Que su hermano no fue al cuartel El Potao. Y así. Así, hasta que terminó tan embarrado como un palo de gallinero. Y ahora ha salido del Congreso con la marca de un zapato en el culo. Y con la espada de Damocles de una inhabilitación por cinco años.

Indulto.- Empezó la operación plañidera. Como una suerte de preámbulo a la campañita del “indulto humanitario para el pobrecito Alberto Fujimori”. Sus correligionarios y familiares ya comenzaron a dibujarlo como un personaje desventurado y necesitado de conmiseración. “Se está muriendo de a pocos”. “Ya no tiene ganas de vivir”. “No tiene deseos de seguir adelante”. “Su salud se resquebraja”. Y así. Claro, no advierten que el indulto que persiguen se otorga a un desahuciado, a alguien que tiene una enfermedad terminal. Que no es su caso, digamos. Si requiere de atenciones, siempre se le puede trasladar a un hospital. Y para ello no se requiere de un indulto. Su mayor dolencia, por lo demás, parece ser la depresión. Pues para eso, ya saben, existen los ansiolíticos. Y hasta los cigarritos alegres, que también sirven para levantar el ánimo. Digo.


Escrito por

Pedro Salinas

Escribe habitualmente los domingos en La República. En Twitter se hace llamar @chapatucombi. Y no le gustan los chanchos que vuelan.


Publicado en

La voz a ti debida

Un blog de Pedro Salinas.