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Intolerancia: bomba de tiempo

Publicado: 2012-01-06

La intolerancia es la falta de voluntad de aceptar y convivir con las diferencias y los puntos de vista de los otros. Nada nuevo bajo el sol peruano, pues ha recorrido la historia –del mundo y del Perú– con graves repercusiones. Para Rabindranath Tagore “donde no hay coexistencia hay codestrucción”. Contundente. De eso la sociedad peruana aportó con miles de muertos y desaparecidos. La Comisión de la Verdad detectó en la discriminación y la intolerancia uno de los factores fundamentales que contribuyeron a la violencia que ensangrentó al Perú desde 1980.

La intolerancia no brota espontáneamente. El Secretario General de la ONU recordó hace algunos meses que ningún país está libre de la ella y condenó severamente “a los políticos que polarizan posiciones y que juegan con los miedos de las personas”. No lo dijo Ban Ki-moon en el Perú pero parecería que hubiera estado pensando, previsoramente, en nuestras recientes semanas. En donde la intolerancia, rebalsada hasta la náusea por ciertos políticos extremistas y medios de comunicación convertidos en voceros del oscurantismo, dan cuenta de cómo seguimos retrocediendo en este terreno. Estamos en un país sentado sobre una bomba de tiempo que amenaza a la sociedad peruana y nuestras instituciones.

Ese peligro debería conducirnos a una suerte de “cruzada” por el equilibrio y el respeto a los demás.

Tres son los rasgos de la actual intolerancia “peruviana”. Primero, la estigmatización con algún grueso adjetivo descalificativo (“enemigo del país”, “terrorista”, etc.). Segundo, la falsedad. Tanto por los políticos extremistas criollos como por los medios que les sirven de altoparlante. Que ni siquiera hacen el ademán de contrastar fuentes o recoger la versión de las personas a las que atacan. Tercero, campañas que se revisten de motivos que aparentan representar el “interés general”. Pero que suelen ser otros y muy particulares. Como la venganza contra los resultados de procesos democráticos que produjeron transparencia y justicia, así como la protección de oscuros intereses que se podrían ver afectados de prevalecer la justicia a la que denostan.

La intolerancia en el Perú está, pues, vivita, coleando y, podríamos decir, rebosante de salud. Y eso es muy grave en un país que, ya hemos visto, es capaz de desgarrarse con mucha violencia. Recorro Latinoamérica con frecuencia por mis obligaciones profesionales y me duele en el alma constatar que en ningún otro país se avanza tan poco en tolerar a los demás. Ninguna otra sociedad ha tenido que sufrir, por ejemplo, una campaña electoral tan racista y mentirosa como la del 2011 en la que medios otrora respetados se convirtieron en “máquinas de propaganda” (Vargas Llosa dixit).

El gobierno ha dado en el clavo cuando ha explicitado a la Tolerancia y la Inclusión Social en el reajuste de los objetivos del Lugar de la Memoria. Da cuenta con ello de una perspectiva que está en las antípodas del vómito intolerante. Pertinente, además, porque la intolerancia fue ingrediente decisivo en generar la violencia que ensangrentó a decenas de miles de familias. Por ello, el Lugar de la Memoria “reorientado” es un grano de arena pero lleno de simbolismo. Bien podría ser un paso inicial hacia un gran Proyecto Nacional de Tolerancia. Que, sin duda, convocaría a la sociedad que busca equilibrio, harta de destructivas campañas totalitarias.

La naturaleza es, en esencia, diversidad y esta es vital para el equilibrio ecológico. En sentido opuesto, es una ley de la física que los materiales que carecen de flexibilidad, no soportan las tensiones y se rompen. Cuando una dinámica así se impone en una sociedad, empiezan serios problemas. Que pueden ser previstos y resueltos con la construcción firme de una sociedad tolerante e inclusiva. Este es, a la vez, un medio y una meta fundamental para que la sociedad peruana, diversa y multicultural, sea viable. Ese objetivo está muy por encima de los patéticos dinosaurios que quisieran ver al Perú convertido en su Parque Jurásico.


Escrito por

Diego García Sayán

Abogado. Ha sido presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, Ministro de Relaciones Exteriores y Ministro de Justicia.


Publicado en

Pisando fuerte

Miradas globales enfocadas sobre derechos, sociedad y medio ambiente.