Impuesto chatarra
Este fin de semana nos cruzamos en el Peaje de Lurín, en la Panamericana Sur, con el mismísimo Ministro de Salud, Alberto Tejada. En una iniciativa que considero positiva, se acercó al auto y nos dio, a todos los que nos dirigíamos hacia la playa, unos volantes que sugerían que nos protejamos de los rayos del sol y que comiéramos saludablemente. Con el equipo de prensa presente, nos filmaron, nos tomaron foto y sonreímos, todo en cuestión de segundos.
La iniciativa me parece estupenda. Qué mejor que el mismo ministro se te acerque y te aconseje tomar precauciones de verano. Además, puede contestarte las preguntas que le hagas. Esta actividad forma parte del plan de verano de este año en materia de salud, que busca crear conciencia de los riesgos de la exposición excesiva al sol y la necesidad de la alimentación balanceada, entre otros temas. Sobre el asunto de alimentación, sin embargo, hubo una polémica hace unos días cuando el ministro Tejada avaló la sugerencia de Foro Salud de poner un impuesto a la comida chatarra.
Pizza Hut, Mc Donalds, KFC, Bembos, Burger King. No estoy mencionando un conjunto de locales de comida rápida o comida chatarra al azar, estoy recordando mis almuerzos, de lunes a viernes, durante varios meses del año pasado. Lunes de pizza, martes de cuarto de libra, miércoles de combo twister, jueves de hamburguesa alemana o mexicana y viernes de stacker doble. El orden podía variar. ¿Resultado de esos meses? No hubo aumento de peso, pero sí disminución de hemoglobina, de energía, aparición de granos en la cara y, claro, la sensación de pesadez y agotamiento producto de una terrible alimentación. Lo admito, he sido una adicta a la comida chatarra. Todo empezó como la solución simple a un horario laboral muy complicado y luego degeneró en una costumbre, una mala costumbre. Por ello, cuando a las 12 de la noche del último día del 2011 me preguntaron cuál sería mi gran resolución del 2012 dije, sin pensarlo, “comer saludable”.
Cuando hace unos días se inició el debate sobre la pertinencia de poner un impuesto a la comida chatarra pensé inmediatamente que era una tontería. Ojo: La comida chatarra no es saludable. De hecho, es una de las razones de la obesidad. En EEUU, por ejemplo, uno de los países con mayor índice de obesidad y en el cual la cultura fast food (junk food) está muy extendida, se estima que el índice de personas con sobrepeso llegará al 75% en el año 2015. Pero, ¿con un impuesto se soluciona el “problema”?
La comida chatarra involucra a los alimentos que no poseen valor nutricional. Brindan azúcar, sal, grasas y calorías, lo cual es necesario para el cuerpo, pero los otorgan en medida excesiva y, nuevamente, sin elementos nutricionales que hagan un balance adecuado en la alimentación. Nunca recomendaría alimentarse únicamente de chatarra ni excederse en el consumo de la misma, y decirlo implica hacer un mea culpa muy sincero, casi avergonzado.
Pero, repito, ¿a qué viene el impuesto?
Algunos han criticado esta medida afirmando que se trata de un parche. Que el impuesto por sí solo no contribuirá con nada ni fomentará una alimentación saludable por parte de los peruanos. No les falta razón. En este, como en otros ámbitos, cuando una medida no va a acompañada de otras como un gran “combo”, no se logra nada. Digamos que el hecho de que un almuerzo en KFC te cueste 4 soles más no hará, necesariamente, que lo cambies por un almuerzo balanceado y nutritivo. Algunos pagarán cuatro soles más, algunos otros buscarán una opción que no será siempre una mejor opción.
A este asunto se añade lo que ya han mencionado varios detractores de la norma: ¿cómo cuernos sabemos qué es y qué no es comida chatarra? Algunos dirán que se define en tanto a su nivel de grasa. Discúlpenme pero, ¿alguien sale a almorzar con su medidor de grasa? ¿Cómo se elaborará esta lista de comida chatarra? ¿Habrá una lista, siquiera, o será un poquitín arbitrario?
Pero el asunto de fondo no tiene que ver con estas dos legítimas razones para estar en contra del impuesto. La verdad del asunto es que este impuesto chatarra es lo más paternalista del mundo. Casi parece que a los ciudadanos un gran padre (Estado) nos llevara de la mano y nos indicara que debemos y que no debemos comer (hacer) eliminando, sutilmente, nuestra libertad de decidir. Porque no es que no sepamos que la comida chatarra no sea saludable, sino que sabiéndolo elegimos comerla por alguna razón.
Si tanto interesa al Ministerio de Salud que dejemos de consumirla (lo cual está muy bien), que se inicie una campaña de concientización sobre la importancia de comer saludable, como hizo hoy el ministro Tejada en el peaje de Lurín. Que utilicen los medios de comunicación para difundir los riesgos de alimentarse desequilibradamente y las consecuencias de ingerir comida chatarra en exceso.
Yo, como ex chatarrera, aplaudiré esta iniciativa. Pero un impuesto que se cobre a los gustos particulares de cada ciudadano es un error. No subestimemos a los comensales. No somos animalitos a los que hay que guiar por la senda del bien, somos seres humanos capaces de pensar y decidir lo que queremos. La libertad del ministerio termina donde empieza la nuestra. Recuerde eso ministro Tejada.