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Discurso contra la DBA

Publicado: 2012-01-14

Es probable que cuando Juan Carlos Tafur mencionó por primera vez a ese sector de la derecha “bruto y achorado” no pensara que, meses después, el término, marketeado en  siglas (DBA) en una columna de Augusto Álvarez Rodrich, sería un poderoso concepto que, respecto a su efecto y no al contenido, casi podría asemejarse al ya célebre caviar. Repito: semejanza en la consecuencia y no en el contenido porque así como los izquierdistas buscan deslindarse de la etiqueta caviar, los aludidos por este concepto DBA ya se pusieron saltones y no es para menos.

No obstante, el director de Diario 16 no sabe que ha hecho aun más que sólo calificar a un sector de la derecha. De hecho, esta suerte de “separación lingüística” de la paja del trigo de la derecha peruana, constituye también un primer paso para la elaboración de un discurso de un sector progresista que no ha sabido posicionar su terminología ni su discurso y, por tanto, su identidad. Ello, en parte, a que la derecha ha estado en el poder lo suficiente como para hacer calar sus discursos a diferencia de la izquierda.

Hace unos días me topé, gracias a un amigo lingüista, con un texto de George Lakoff titulado “Don’t think of an elephant!” (¡No pienses en un elefante!). En este texto, Lakoff utiliza el siguiente ejercicio: Pruebe usted, querido lector, pensar en algo distinto o que no guarde ninguna relación con un elefante a partir de la indicación “no piense en un elefante”. Es imposible. Con suerte, saltarán a su cabeza ideas como marfil, circo, trompa, etc. Todos, conceptos asociados con el animal en el cual le pedí no pensar.

Lakoff utiliza este ejemplo para señalar que, en buena cuenta, en el año 2004 el partido republicano ganó porque, hasta entonces, el demócrata no había logrado crear y difundir un discurso propio, con conceptos propios y con estrategias lingüísticas propias, sino que habían jugado en el tablero político según las reglas de los adversarios, manteniendo el discurso de los adversarios, utilizando sus conceptos y, por tanto, el frame (marco) que éstos presentan.

En el Perú ocurre algo similar. Veamos el caso del caviarismo. Hace bastante tiempo un sector de la derecha (y  algunos de la misma izquierda) ha venido acuñando el término “caviar” como una etiqueta peyorativa que sirve para, en palabras de Adriana Urrutia en Post Candidatos: “designar a los que se consideran representantes de una izquierda debilitada, a quienes se les acusa por defender ideales de igualdad y justicia social (el tema de derechos humanos, por ejemplo) opuestos a su posición social privilegiada.” Al margen de la exactitud, injusticia o pertinencia del término caviar, lo cierto es que éste se posicionó en el imaginario social y con ello se legitimó como un referente de cierto sector de la izquierda. Los discursos no sólo hablan de la realidad, sino que la reflejan y la construyen, por tanto, que un término como caviar se posicione en el discurso político lo vuelve “real” e inaugura con éxito esta categoría en la realidad.

Desde que empezó a utilizarse se notó a aquellos “aludidos” por el término acuñado, deslindándose sistemáticamente. Pero este deslinde fue errado. Como diría Lakoff: no hay peor manera de defenderse del discurso  y terminología del opositor que utilizando el marco de sus propias estrategias lingüísticas. ¿Cuál fue la defensa de los personajes de izquierda que se sentían aludidos con el término caviar?: “No, yo no soy caviar”, “No creo en la existencia de una izquierda caviar”, “No entiendo a qué se refieren con caviar”, “Es injusto calificarnos de caviares”, etc. De este modo, legitimaron el término y, peor aún, sin darse cuenta se autocalificaron de caviares. El deslinde se hizo luego, imposible. A la larga, lo que hacieron con esta errada defensa fue hacer pensar a todos en ese "elefante" que querían eliminar.

Pero ahora, tiempo después, desde la misma derecha (Tafur admite su cercanía a este sector) surge un término que, si bien le hace un favor a la derecha al diferenciar a unos de otros, gran favor le hace a la izquierda que vienen “combatiendo” con la derecha en los términos de la derecha y no en sus propios términos.

Regresando a Lakoff “los progresistas necesitan hacer el trabajo duro de determinar nuestros propios valores y ‘crear un nuevo marco’ en el debate político (…) Lakoff recuerda cómo por un período de 40 años, los radicales de la derecha y sus patrones han invertido muchos cientos de millones de dólares en capacidad de comunicaciones que, esencialmente, han transformado el lenguaje de la política americana. Y, cuando se controla el lenguaje, se controla el mensaje y los medios de comunicación hacen el resto. Nuestro trabajo es crear el marco de nuestros propios valores, visión y misión, evitando atacar los de ellos pues, si lo hacemos, sólo mantendremos sus ideas frente a las nuestras”. Y eso vale para el Perú también.

A fin de cuentas, es necesario, para una democracia sólida, que existan puntos de vista distintos, discursos distintos, soluciones distintas. Así como la derecha debe fortalecerse, la izquierda también. Hacerlo implica difundir (crear, en realidad) discursos propios y vigentes respecto de una agenda progresista. La respuesta no basta. Una agenda discursiva propia es lo que necesitan para entrar al juego como protagonistas y no sólo como contestatarios. Con la importancia de dejar de decir “No” o “pero” y proponer antes que sólo defenderse.

La ventaja es que la DBA lo hace fácil. Tanto, que desde la misma derecha han dado una ayudadita.


Escrito por

Laura Arroyo Gárate

Feminista, lingüista, trabajólica y miope. 100% peruana.


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Altoparlante

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