"El hombre quieto", es así como Mirko Lauer llama al actual Presidente del Consejo de Ministros Óscar Valdés en su reciente columna publicada en el diario La República. En ella, Lauer resalta el perfil bajo con el que el premier esta administrando el conflicto social en Cajamarca, sobre la cual no hay aún mucha información.

Lauer opinó que el  "Plan Marshall" de desarrollo para Cajamarca, propuesto por Valdés, es inteligente, pero para ser llevado a cabo el gobierno central deberá asumir un rol promotor, que necesitará tiempo y enfoque para que sus resultados puedan ser apreciados. El columnista sostiene que el problema en esta medida surgirá en el momento que aparezca un segundo conflicto social de las dimensiones del que hay en Cajamarca por lo que se pregunta: ¿Cuántas Cajamarcas podrá gerenciar el gobierno?.

Aquí la columna "El hombre quieto" publicada en La República:

Oscar Valdés fue nombrado primer ministro para calmar las aguas del 2012, y en cierto modo lo está logrando. A pesar de algunas de sus esporádicas declaraciones de afecto al fujimorismo histórico, su gestión no encarna el giro radical hacia la derecha que se anunciaba, sino más bien un cuidadoso cultivo del término medio.

Los días de estado de emergencia en Cajamarca (una decisión de Ollanta Humala) han servido como un tranquilizador de la protesta, pero el gobierno ha entendido los límites de esta tregua y está enfrentando la conflictividad con planteamientos sociales y diálogo, envueltos en un discurso de autoridad, reforzados con la disposición a litigar.

No hay mucha información sobre cómo Valdés está microadministrando el panorama. Un dato es que ha desanimado a todas las partes en conflicto de esperar respuestas rápidas a sus proyectos y reclamos. Esto ha significado aplacar las esperanzas populares y empresariales de la primera hora. Algo así como cambiar el paso ligero por el compás de espera.

El reciente discurso de Valdés ante el Congreso puede definirse como un pedido de paciencia y una invitación a fijarse en las medidas sociales, modestas pero todas costosas, que van apareciendo. Todo esto mientras se va resolviendo el nudo que forman inversión extractiva y reclamo ambiental en muchos puntos del país.

¿Se está resolviendo? El anuncio de un gigantesco plan de desarrollo para la sociedad cajamarquina es un intento de modificar los términos del conflicto en esa región, con el gobierno central asumiendo un tipo de papel promotor fuera del alcance de las autoridades regionales o las grandes empresas por sí solas. ¿Cuántas Cajamarcas podrá gerenciar el gobierno?

Una lectura de lo sucedido en Cajamarca es que por un decenio la población esperó que canon y regalías administrados por los políticos locales resolvieran sus problemas. El fracaso de esa idea en sucesivas gestiones fue uno de los factores que le abrió paso al radicalismo, y eso es lo que intentaría remediar el plan Marshall cajamarquino lanzado por el gobierno.

Probablemente la esperanza es que dentro de ese contexto desarrollista las partes del conflicto Conga, y otros que hacen silenciosa cola, lleguen a un acercamiento. En el fondo estamos viendo también un intento de replantear el papel político y simbólico de autoridades regionales generalmente con más ambiciones que poder.

Un proyecto como este suena inteligente, pero necesita tiempo, foco y algunos éxitos para aliviar la espera. Habrá que ver cómo enfrentará Valdés un segundo conflicto de grandes dimensiones. No descartemos que el reclamo de la ciudadanía por seguridad frente al crimen esté camino de representar ese papel.