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¡No soy la Mujer Maravilla!

Publicado: 2012-01-16

Isabel Gutierrez*

Soy mamá de 3 niños. Un “niño grande” de 4 años que se acaba de “graduar” en su nido (con toga y todo, ojo!) y de 2 bebés mellizos de 1 año y 4 meses (niño y niña ¡Gracias a Dios!). Soy esposa de un esposo (lo cuido mucho porque es el único que tengo). Soy profesora en la universidad (¡me encanta!) y finalmente soy abogada socia de un estudio que ve temas de financiamiento, bancos, mercado de valores y todas esas cosas que a nadie le gusta (sólo a mi).

Salvo por el rol de esposa (¡no hay forma!), en los demás necesito y requiero de mucha ayuda. ¡Obvio! No soy la Mujer Maravilla ni tengo el don de la ubicuidad o algo que se le parezca. No pretendo ser, o mejor dicho tener, cualidades que no tengo.

He aceptado con hidalguía y serenidad que para todo se requiere un trabajo de equipo, especialmente para criar a 3 niños, y que hay tareas que se pueden y deben delegar (si tienes en quien). Acepto que no tengo soluciones para todo, que no puedo estar en todos lados, que no puedo hacer todo (menos si quiero hacerlo bien), pero eso sí, a pesar de las complicaciones, acepto también que tengo compromisos ineludibles y que el primero de todos ellos es con esas bellezas angelitos-diablillos que encabezan mi lista de prioridades. Acepto que como madre tengo una función de liderazgo irremplazable en mi casa (ahí el único lugar donde verdaderamente soy insustituible). ¡Eso último no lo puedo delegar!

Gracias a Dios también en mis labores de madre recibo mucha ayuda, especialmente de mi mamá que cual obrero llega a mi casa antes de las 8:00 am, pero como si fuera contador en Marzo se va pasadas las 8 pm. ¡Lo sé! ¡Soy una patronal abusiva! Pero aunque le diga que se vaya a las 5:00 pm ella no lo hará hasta que el último de sus nietos se haya dormido o yo o mi esposo hayamos llegado a casa. Y claro que me aprovecho de eso. Nuevamente: No soy la Mujer Maravilla ni ninguna heroína de cuento de hadas o de novela mejicana (¡esas son las más abnegadas!).

Cuando nacieron los mellizos todo fue un caos, pero luego nos organizamos bien. Una nana me ayudó con los mellizos y otra con el mayor (van 2 personas). Mi esposo puso mucho de su parte y de hecho es un colaborador muy eficaz en las labores logísticas (van 3). Hasta mi abuela me ayudó con los mellizos (van 5), y con mi mamá y Finita (una señora que trabaja conmigo desde antes de que me case, casi 10 años) me ayudaron 7 personas. ¡Sí! ¡Yo recibo un montón de ayuda!

Entonces, con tanta ayuda se preguntarán ¿qué cosa hago yo? ¡Así cualquiera tiene 3 hijos y puede trabajar, enseñar y todo lo que le de la gana! Sí pues. Gracias a todas esas personas es que yo puedo “ser”, en realidad “hacer”, tantas cosas.

Bueno. Pero como mencioné, en todas las tareas que realizo hay cosas que no se pueden delegar. Yo dicto la clase, yo reviso y firmo los informes o negocio el contrato o voy a la junta de socios o a la reunión con el cliente. Ni modo.

Así que de igual manera, tanta ayuda en mis tareas de madre no me eximen de mi función como mamá: tomar decisiones respecto de mis hijos y la casa. Y ejecutar, pero sobre todo verificar, que se ejecuten esas decisiones.

Yo me decidí por la lactancia exclusiva para los mellizos y yo misma la ejecuté (con mellizos no se duerme más de 2 horas seguidas). Yo tengo que hacer un espacio para acudir algunas veces a la terapia psicomotriz, verificar de qué se trata la cosa, charlas y conocer a la profesora, ir a las preceptorías y entregas de libreta, conocer a los amigos de mi hijito y a sus padres, hacer las tareas los fines de semana, ver sus vídeos (¡80 veces el mismo!), hacer todas las contrataciones para la fiesta de cumpleaños, hablar con mis hijitos, saber cómo pasaron el día, cuál es su personaje favorito, amanecerme con los fiebrones y los vómitos, traducir la receta y apuntarla en cada pomo de jarabe (para que no se equivoquen), llamar cien veces al día para saber si ya tomaron el remedio, correr a casa si la fiebre no baja, decidir qué comen, a qué hora, cómo lo hacen (este fin de semana la Catalina agarró la cuchara), decidí que ya no comen más en sus sillas de comer sino en la mesa junto con el mayor, la ropa que se van a poner, los juguetes que ya no sirven, cuándo se decora el árbol de navidad (cómo se decora), la cena de navidad, la ropa que hay que regalar o guardar, buscar el colegio para ellos, sufrir con el examen de admisión (¡acá es un parto!), cómo se les baña (si seguimos con la tina o ya en ducha), si es hora o no de entrenarlos para que no usen pañal, lidiar con las primeras peleas entre hermanos (¡y con las peleas entre nanas también!), y la peor parte: con el castigo y la reconciliación (esa parte rara vez se la comen las abuelas o el padre), etc. etc.

No me quejo. Al contrario, son estas cosas las que me hacen sentir (y espero los haga sentir a ellos) que soy su mamá, a pesar de todas las horas que no paso en casa.

Me siento así también cuando les cambio el pañal, porque sólo yo les hago la “cosquilla suprema” besándoles los muslitos mientras los cambio. Las canciones especiales antes del baño con Cristóbal (“quítate la ropa, quítatela y báñate, báñate” para quien se acuerde de un comercial ochentero de Jeans Bengala, cambien el “y usa Bengala” por “báñate”, a Cristóbal le encanta), el volatín de Vasco, el momento “madre-hija” con Catalina en el que nos miramos fijamente a los ojitos y pegamos nuestras cabezas. Me encanta peinarla y cantarle Mi niña bonita, la muñequita linda. El “carnerito” de Vasquito con su cabezazo más… los besitos y “chinitos” de la Cata. La canción de los “acurrucaditos” (¡creación propia ojo!) con Cristóbal y varios juegos “especiales” con él, etc, etc. Además de las decisiones que ya mencioné son estas cositas especiales con cada uno las que en verdad no se pueden delegar! El lenguaje propio (nuestras claves) y las experiencias secretas que se construyen con cada hijito, indispensables e indelegables.

Entonces, no nos angustiemos por no ser las Mujeres Maravillas que a veces queremos ser. Pidamos (a gritos si es necesario) ayuda y recibámosla con humildad y gratitud (hasta la de los esposos). Valoremos y halaguemos constantemente a todas las personas que nos ayudan (incluso a los esposos. Sí, hay que halagarlos a pesar de que “nunca” lo van a hacer cómo nosotras habíamos pensado) y que nos permiten ser mejores madres en esas cosas indispensables que son indelegables y que cada madre sabe sabiamente cuáles son.

No obstante lo anterior, aprovecho este espacio para homenajear a mi amiga Mónica que tiene una niña de 3 años y 2 mellizos de un año, y no recibe ayuda de nada (las que viven en Europa saben por qué). Ella y todas las mamacitas que no reciben ayuda sí son para mi Mujeres Maravilla, y a ellas les dedico este post.

* Mamacita invitada

Abogada, Profesora y socia de un Estudio de Abogados. …. Pero antes que todo eso, mamá de Cristobal, Catalina y Vasco.


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mamacitas

Cuando uno es mamá o papá aprende a reconocer que no puede sola/o y que necesita el apoyo de muchas personas. Por eso nace MAMACITAS. Para que compartas lo que hiciste para resolver los mil y un retos de la maternidad. Para que cuentes eso que nadie cuenta.


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