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La guerra perpetua

Publicado: 2012-01-17

Opinión *

Para algunos gobiernos es necesario mantener una guerra interna perpetua para mantener el establishment intacto como himen de monja carmelita.

Pero ¿es rentable para el país mantener una guerra interna a estas alturas? La guerra produce odio e intolerancia que ciega hasta las mentes más lúcidas de periodistas y políticos que no actúan con racionalidad cuando escuchan la palabra “Sendero”. Tenemos el caso del periodista Beto Ortiz largando del estudio a un azorado abogado de Movadef, que tuvo la mala idea de aceptar la invitación de la productora del programa matutino que dirige el “reconocido” hombre de prensa (reconocido por su intolerancia).

De la intolerancia viene la estigmatización y luego la persecución. Recordemos la satanización de la que fueron victimas, hace unos meses, tanto Susana Villarán como Ollanta Humala en las elecciones pasadas. En ambos casos, las respectivas campañas de estigmatización fracasaron debido al grado de tolerancia y madurez del pueblo peruano que parece querer olivar la guerra interna que azoló a nuestro país durante dos décadas. Un pueblo que no quiere seguir cargando con los pasivos de una guerra interna que son la intolerancia, la discriminación, la estigmatización, la persecución y por lo tanto, el atraso.

Entre los más perjudicados se encuentran nuestros militares acusados de violaciones de derechos humanos y miles de inocentes que por simpatizar con una ideología de la época, hoy están tras las rejas purgando juicios eternos. Pero también son perjudicados los movimientos sociales, regionales e indígenas que hoy se levantan contra las mineras y que corren el riesgo de ser violentamente apagados, estigmatizándolos como terroristas.

Un dirigente cajamarquino que se levanta contra el abuso de las mineras no esta lejos de ser un sanguinario terrorista. Una madre aymara que toma una carretera en defensa de su tierra y su familia es automáticamente una subversiva.

Un estudiante cuzqueño que pasea por Miraflores y es detenido leyendo a Marx en la vía pública es candidato a ser tildado de comunista y por tanto senderista. Los más empeñados en que Movadef, Sendero Luminoso, o cualquier agrupación marxista no pueda entrar a la vía democrática, son aquellos que apuestan por la vigencia de la guerra perpetua para justificar las atrocidades de los gobiernos de turno.

Desde Belaunde, hasta García, pasando por esa página negra que fue el fujimorismo, estos gobiernos utilizaron nuestras fuerzas armadas y a nuestro militares para matar a peruanos que se levantaron en sintonía con la corriente mundial marxista, de la que no fueron ajenos intelectuales de la talla de nuestro Nobel de literatura, Mario Vargas Llosa, quien militó en un partido comunista y apoyó la revolución de Fidel Castro. O Cesar Hildebrand que aplaudió a las tropas del General Velasco Alvarado, entrando a palacio de gobierno para derrocar a Belaunde.

Los únicos beneficiados de esta guerra perpetua son los defensores del sistema neoliberal más salvaje que aplasta a los trabajadores con mano de hierro. También quienes se jactan de haber acabado con el terrorismo en la década de los noventa y hoy se levantan al menor susurro de guerra para convertirse en los abanderados de la lucha antiterrorista.

No es casualidad que una gueicha con corbata como Beto Ortiz, invite en su programa a una fujimorista como Luz Salgado para rebatir los argumentos de un ex senderista, apareciendo así como la defensora de todos los peruanos contra las hordas de Abimael.

En ningún otro país del mundo, excepto los países africanos y musulmanes, una guerra puede durar tanto tiempo y seguir provocando heridas en la población. Somos un país intolerante y racista. Un pais que vive en constante asecho de los atentados, de las alarmas de bombas. Desconfiando siempre de quienes nos miran distinto y utilizan un acento diferente al de Barranco o Miraflores. Que discrimina por el color de la piel y el silencio del pensamiento.

*Escrito por Alberto Gonzales


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La Runa Mula

Más brava que la Mula