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No hubo teatro, sino drama real

Publicado: 2012-02-01

Confieso que he escuchado antes la frase “hay mucho teatro en la CVR”. La he escuchado porque elaboré mi tesis de licenciatura sobre la base de los testimonios recogidos en las audiencias públicas organizadas por la Comisión de la Verdad y, por el contexto y la dinámica de estos espacios, más de uno puede creer que las experiencias son demasiado fuertes, las narraciones muy íntimas y las historias casi inverosímiles. Les digo desde ya que esto último es cierto: las experiencias no son aptas para sensibles, las narraciones tocan fibras muy personales y las historias podrían formar parte de un guión de película de terror. Pero esa es la historia, aquella que algunos no se atreven a mirar, a entender, a recordar y que otros, como el primer ministro, se atreven a minimizar afirmando que se trata de una “teatralización”.

Diversos analistas han coincidido en que el Primer Ministro ha buscado, por un lado,  deslegitimar el informe final de la CVR y, por otro, defender a los miembros de las Fuerzas Armadas en una suerte de “espíritu de cuerpo” con la institución a la que pertenece. Sin embargo, alguien debiera recordarle al señor Oscar Valdés que la polarización que ha buscado enfatizar con un calificativo tan desafortunado como “teatralización” es errado y sobre todo, amnésico.

Empecé a elaborar la tesis de licenciatura decidida a tratar el tema del conflicto armado interno. Como se trataba de una tesis de lingüística me vi en la afortunada necesidad de buscar en el Informe Final narraciones sobre las cuales pudiera sistematizar un tipo (o varios) de discurso. Una vez que escogí las audiencias públicas como el escenario del cual recogería estos testimonios, elegí aquellos de los miembros de las Fuerzas Armadas porque, aunque lo olvide el Primer Ministro, sí los hay y son muy elocuentes.

Así fue que en mi corpus me encontré con los testimonios de oficiales y suboficiales. Conocí, mediante su historia, a un suboficial que sobrevivió a la toma de su local por milagro, a otro que se enfiló en la institución como muestra de lealtad con su hermano, quien falleció a manos de un grupo de senderistas, a otro que se vio en la necesidad de dejar, muy a su pesar, su labor como oficial pues no pudo volver a caminar, a otro que vivió, luego de una experiencia traumática con SL, una separación pues la relación con su esposa e hijo no fue nunca la misma, etc.

Cada historia fue más terrible que la anterior. Cada detalle me abrió los ojos hacia una realidad que parecía ciencia ficción. Cada oración entrecortada por parte del testigo (porque los miembros de las FFAA también se sensibilizan cuando recuerdan estas anécdotas) las tengo guardadas en mi laptop, en un CD y en mi memoria. Y finalmente, durante ese año en que estudié estas narraciones al milímetro me convencí de una cosa: los narradores fueron víctimas.

Y es que a veces se olvida que también los miembros de las Fuerzas Armadas fueron víctimas de ese enemigo común que fue Sendero Luminoso. Olvidamos que por un grupo de personajes que no actuó como debió (y que debe ser sancionado por eso) no se pueden condenar a quienes, heroicamente, se enfrentaron a ese enemigo que desconocían. Hubo víctimas con uniforme y ellos merecen nuestro respeto y también nuestra gratitud.

Por el contrario, quienes buscan hacer y resaltar esta división entre “víctimas de la sociedad civil” y “víctimas de las FFAA”, como hace el Primer Ministro, no contribuyen a un discurso de reconciliación ni de memoria. Cada quien puede tener sus propios recuerdos de lo acontecido pero podemos convenir todos en una cosa: el enemigo fue Sendero Luminoso y las víctimas fuimos todos, civiles y militares, niños y niñas, padres y madres, etc. Algunos, claro, fueron más víctimas que otros. Esos algunos están tanto en la sociedad civil como en el fuero militar.

La polarización es un gravísimo error, sino una perversa agenda oculta. El informe final no contrapone (o antagoniza) a las víctimas. Señala al enemigo común y señala también el porcentaje de víctimas que se debió al mal actuar de ciertos miembros de las fuerzas armadas. Se esperaría, claro, una disculpa por parte de dicha institución debido a aquellos que cometieron estos actos criminales. A ellos, sanción, pero a todo el resto, reconocimiento.

La verdadera “teatralización” es la que hace el Premier Valdés enfatizando una idea innecesaria, afirmando que el Informe Final sataniza a las Fuerzas Armadas y negando la importancia de los testimonios en las audiencias públicas. No hubo una gota de teatralización, lo que hubo fue drama real y eso deberíamos recordarlo todos.


Escrito por

Laura Arroyo Gárate

Feminista, lingüista, trabajólica y miope. 100% peruana.


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Altoparlante

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