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Imagen de: Alvaro Portales

Desengañémonos. No somos el mejor país del mundo

Publicado: 2012-02-04

Muchas veces, resaltar solo lo bueno, ayuda a tapar y olvidar lo malo. Con lo cual, lo malo no puede ser cambiado porque es desconocido. En cambio, si denunciamos las taras de nuestra sociedad, podremos cambiar la realidad.

 

Desengañémonos. No somos el mejor país del mundo. Y ese real pero negado hecho, tiene mucho que ver con los elementos con los cuales se ha construido esta “identidad” peruana que los publicistas y marketeros se han encargado de vendernos en los medios de comunicación. Esto abarca desde la comida peruana, la Inca Cola, el pisco y las obras monumentales de nuestra arqueología como Machu Picchu. Ahí encontramos el problema, ya que, es justamente, por eso, que no somos el mejor país, porque basamos nuestro orgullo peruano en objetos, en bebidas o en grandes obras del pasado.

 

Respecto a la comida, tenemos que decirle a quienes celebran a la gastronomía peruana como la muestra más grande de nuestra diversidad cultural, que la cultura, que la sociedad, no la hacen los objetos, sino los seres humanos, que de nada vale que nuestra cocina sea diversa cuando estamos todos enfrentados y separados por razas y clases, cuando hay discriminación de todo tipo y desprecio por lo andino. Ese orgullo basado en la comida, se cae de un solo golpe bien dado por la realidad cuando en pleno contexto de celebración por el gusto de comer, les mostramos que en el Perú hay gente que muere de hambre, que hay pobreza y miseria. Eso no les agrada, por eso no lo dicen, debe ser incómodo comer en abundancia, sabiendo que hay otros que no tienen que comer. Por otro lado, que el orgullo peruano se base en una bebida gaseosa que no es más propiedad peruana sino parte de la transnacional Coca Cola, resulta ya un grave error, además que la otra bebida sea el pisco, digámoslo, es propio de nosotros, tan gustosos por las bebidas alcohólicas, tan sabiondos de la cultura borracha. Por último, que la otra parte del orgullo peruano se fundamente por las monumentales obras del pasado, resulta revelador y contradictorio a la vez. Revelador porque el hecho que busquemos lo mejor de nosotros en el pasado nos indica que nuestra realidad presente no es tan buena como para mostrarla o “venderla” al mundo. Contradictorio porque si muchos dicen sentirse orgullosos por las obras incaicas, pocos sienten curiosidad, necesidad o ganas de conocimiento hacia la cultura milenaria que incluye al idioma quechua, a las costumbres, al respeto a la Pachamama, los pueblos originarios, las comunidades campesinas. Por el contrario, vemos hacia estos elementos sino es rechazo un desprecio u olvido por parte de la sociedad y del Estado. Esto lo vemos en el racismo y en la falta de voluntad de las instituciones para difundir el quechua, por ejemplo.

 

En eso, se basa el orgullo peruano. Por ello, cuando ponemos el dedo en la yaga, cuando tan solo cuestionamos las bases de ese orgullo, todo se viene abajo, se derrumba y sale a relucir la verdadera cara de nuestra sociedad. Un país está hecho por su gente y se califica dependiendo las personas que lo habitan. Y lamentamos que nuestra sociedad no sea democrática como debería serlo, sino que se encuentre cada vez más autoritaria y “animalizada” con tipos que solo saben insultar, con pensamientos que no saben fundamentarse, con argumentos que no son, con ideas que no saben defenderse. En fin, somos una sociedad donde la discusión parece prohibida, donde el intercambio de ideas es imposible (porque lo que faltan son ideas y gente que piense), donde el diálogo es una mala palabra, y donde la voz de mando es preferible, donde la palabra “mandar” y “obedecer” son predilectas en todo ámbito, desde la familia, la escuela y el trabajo. Por eso, cuando alguien se atreve a cuestionar esta moda llamada “boom” de la gastronomía peruana, como lo hizo Iván Thays, saltan todos a atacarlo con insultos y con calificativos de alto calibre. ¿Acaso alguien no puede tener una opinión personal? Una buena respuesta del público sería indicarle a Thays que, por ejemplo, estaba equivocado por varias razones. Pero nadie dio razones en esa “discusión”, porque no era discusión, era un cargamontón achorado.

 

Además, si consideramos que tenemos a una generación de jóvenes que cada vez piensa menos, pero que cada vez está más entretenida, que cada vez se cuestiona menos, pero que cada vez es más manipulada sin saberlo, no podemos decir, de ninguna manera ni con tanto optimismo, que somos el mejor país del mundo, porque esos jóvenes saben poco sobre nuestra historia, porque cargan con ellos debido a la televisión que ven un cúmulo de prejuicios que les produce ceguera social para ver más allá de lo que les vende el sistema. La curiosidad, parece haber sido asesinada. Y cuando alguien se atreve a cuestionar algo, ese “orden establecido”, esa posición hegemónica, ese ego hinchado se desinfla como si se hincará un globo con una aguja al mostrarles a los peruanos la realidad de este país llamado Perú.


Escrito por

Jorge Luis Paucar Albino

Estudiante de Periodismo en la PUCP. Interesado en temas políticos, sociales y medioambientales. jorge.paucar.albino@gmail.com


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Para No Olvidar

"Si no estás prevenido ante los medios de comunicación, te harán amar al opresor y odiar al oprimido" (Malcolm X). Ejerciendo contrapoder.