Bill Gates y los niños del Perú
…Primero algunos datos para ponernos en contexto. Bill Gates tiene tanto dinero que si él se declarara república independiente y acogiera como único conciudadano a su esposa, el volumen de la economía de su nuevo país sería mayor que las reservas del Perú, de lejos. Bill Gates tiene dinero suficiente para pagar entera la deuda externa peruana ahora mismo y financiar completo el presupuesto del Perú el 2013. Eso se debe, entre otras cosas, a que él ha sido más sagaz con sus finanzas que el Estado peruano con las suyas. Bill Gates es el segundo hombre más rico del planeta y también es —y esto es crucial recordarlo, porque nada más lejos de mi intención que satanizar al personaje— el segundo mayor filántropo de los Estados Unidos, y, con ello, uno de los mayores donantes a causas humanitarias y desarrollistas en la historia de la humanidad. Eso le da un poder específico y un poder simbólico que no necesariamente comparten otros billonarios: Bill Gates influye acaso más que ninguna otra persona en la forma en que la ayuda internacional se distribuye en el mundo.Por eso es que ha ocasionado sorpresa y algún sobrecogimiento entre muchos peruanos la reciente declaración de Gates, quien, refiriéndose en particular al caso de la ayuda española, pero aludiendo en general a la forma en que se direcciona la ayuda humanitaria en el circuito internacional, ha declarado que la situación económica del Perú es tal que el país debería dejar de recibir la cantidad de ayuda económica que recibe en la actualidad. La cifra clave que ha mencionado es el ingreso promedio per cápita de los peruanos: cerca de diez mil dólares anuales (lo que, sin embargo, lo sitúa apenas en el puesto 79 del mundo), aunque no está de más mencionar que miembros del poder ejecutivo peruano han observado que esa cifra es engañosa y que en términos reales ese ingreso promedio debería calcularse por debajo de los seis mil dólares.Creo que una persona en la posición de Gates debería ser un poco más cauta antes de hacer ese tipo de recomendaciones. Primero, claro está, porque existe la posibilidad de que la comunidad internacional le haga caso. Y, segundo, porque nadie mejor que él debería saber que el ingreso promedio de un país está lejos de ser un medidor legítimo si no se consideran tres datos previamente: cómo está distribuida la riqueza dentro de ese país; qué pasa con el promedio de ingresos per cápita cuando se considera sólo a la población que vive al otro lado del hiato entre las clases altas y los pobres; y el hecho simple de que quienes mueren en la desnutrición y la miseria en un país como el Perú son tan víctimas de la pobreza como quienes mueren por los mismos motivos en un país como Ruanda o como Haití.Por supuesto, ningún país que esté empezando a salir, estadísticamente, del grupo de los más pobres, debería aceptar que su futuro dependiera de la ayuda humanitaria extranjera. Y está claro que, si el Perú está saliendo de la pobreza, aunque sea con gran lentitud, no es debido a las donaciones humanitarias, sino debido a factores de otro tipo. Pero hay que recordar datos como el del exministro de producción de Chile, un economista insospechable de ser enemigo de la economía de mercado, quien, estudiando el caso peruano, declaró apenas el año pasado que con nuestro ritmo de crecimiento y manteniéndose el modelo económico imperante (que ninguno de nuestros políticos parece demasiado inclinado a cambiar), el Perú sólo podría ejecutar una reducción drástica de la pobreza y de la pobreza extrema en un siglo, y que la única manera de modificar ese terrible destino (el destino de la pobreza secular) era la implementación de programas de desarrollo y asistencia social que el Perú no puede poner en marcha sin ayuda internacional.Por eso, la recomendación de Bill Gates debería discutirse con cuidado. Y debería discutirse de manera especial cuál es la moral detrás de la sugerencia: una cosa es que un filántropo poderosísimo decida cuál es la dirección en la que quiere proyectar su ayuda; otra muy distinta es proponer que un país en particular, cuyo caso ese filántropo no ha estudiado jamás con especial detenimiento, se vea afectado súbitamente por la voluntad de una sola persona o por los proyectos de una sola persona. El boom inmobiliario de los barrios ricos de Lima no ha modificado crucialmente la situación del resto del país; las inversiones extranjeras ayudan a que, en la estadística, el país parezca menos pobre, pero muchas veces esas inversiones no sólo no ayudan a los más pobres sino que los atropellan y destruyen su derecho a cierta calidad mínima de vida (las inversiones mineras, por ejemplo, suelen aniquilar el hábitat de comunidades campesinas). Hay medio millón de niños con desnutrición crónica en el Perú y que sólo el 6% de esos niños vivan en la capital hace muy claro que las cifras limeñas modifican sustancialmente los promedios nacionales: si se descontara Lima, resultaría que los promedios de desnutrición crónica de las provincias del país son perfectamente comparables con los de algunos de los países más pobres del mundo.Y a eso me referí cuando escribí, líneas arriba, que es necesario discutir la moral detrás de la sugerencia de Bill Gates: porque la vida humana no es cuestión de promedios nacionales, sino que tiene un valor individual, e, individualmente, contándolos uno por uno, en el Perú hay más niños con desnutrición crónica que en varios países africanos. (Incluso si nos quedamos en el ámbito de las estadísticas, el peruano promedio ingiere menos calorías que los habitantes de Surinam, Costa del Marfil, el Congo, Mali, Bermuda, Honduras o El Salvador). No digo esto porque se me ocurra llevar la discusión a un plano distinto, sino porque quiero llevar la discusión a los mismos términos en que Gates la ha planteado: “Todas las vidas valen lo mismo” (“All lives have equal value”), ha dicho. Y luego ha agregado que no tiene sentido darle “ayuda a países como Perú, un país con un mediano nivel de ingresos, mientras hay niños que mueren de malaria y gente que no recibe medicinas para el Sida”. ("When you give aid to countries like Peru, a middle-income country, while there are children dying of malaria and people who do not get medicines for AIDS, the result is quite different. When you help these countries with a sufficient level of wealth you have to ask why, why do you support it?”). Y la respuesta debería ser: porque todas las vidas humanas valen lo mismo y los niños que mueren de hipotermia y tuberculosis en los inviernos andinos no valen menos que ningún otro. No es que los peruanos queramos evadir la responsabilidad de solucionar nuestros propios problemas y depender de la ayuda extranjera; no lo estamos haciendo. Es que hay infinitas disparidades e injusticias, incluyendo una divisoria étnica y unas formas de marginación que Gates no puede descubrir mirando un cuadro estadístico, pero sobre las cuales debería informarse antes de convocar a la comunidad internacional a sacar al Perú de la lista de los destinatarios de su ayuda.…