se fue al cine

Más arriba del púlpito y un cuerpo ensangrentado

Publicado: 2012-04-08

Yo no maté a Daniel Zamudio. Su cuerpo mutilado, quebrado, no tiene que ver nada con mi naturaleza moral. No soy un asesino. Zamudio es el titular que leo sorbiendo mi café en las mañanas o el tema que alguien toca en la sobremesa cuando impera un ambiente de registro grave. Tampoco soy responsable de muertos menos mediáticos, más precisamente de los 269 homosexuales asesinado por su orientación entre el 2006 y el 2010 según datos del MHOL (Movimiento Homosexual de Lima). Esas cifras no pueden darse en un país que dice caminar a la modernidad. Creo en la modernidad. Hemos avanzado mucho en la economía, el turismo y la gastronomía. No se ve bien matar a tantos.

Yo no fui el sacerdote que desde el púlpito de Alcalá de Henares asoció la homosexualidad con las prostitución. Tanto el homosexual, como la prostituta forzada por el secuestro o la miseria (ambas situaciones igualmente coactivas), son señal y promoción de lo desviado de los valores sociales, según este religioso. He visto muchos curas que hablan de los homosexuales y de sus proclamas “para promocionar la homosexualidad entre los niños”. No estoy de  acuerdo con esos términos, pero yo suelo venir a comulgar. Dios está por encima de estas cosas.

Mi hijo me habla del bullying que le hacen a un amigo en la escuela, visto como afeminado o delicado. Me cercioro de que mi hijo no participe en el bullying (o de que él mismo no sea el discriminado). Es el hijo del otro con el problema, no el mío. Por el bien de mi hijo le digo que no se entremeta (que incluso, que no pare con ese niño). Todo lo que hago como padre es proteger a mi hijo que no es ni el acosador ni el acosado.

Veo la tele para entretenerme. Hay programas cómicos que estereotipan al homosexual afeminado. A veces esos personajes me dan risa, a veces, no. Si hay alguien conmigo que se incomoda, pues censuro esa parodia, y si la persona insiste en manifestar su incomodidad, cambio de canal. El fútbol, The Wire, siempre habrá algo.

Leo y me informo. Sé de una madre en Chile a quien le quitaron la patria potestad de su hijo por ser lesbiana. En un colegio privado de Lima, querían vetar libros para niños de primaria en la biblioteca porque retrataban a familias (representadas por tiernos animales) con una pareja homosexual a la cabeza. No estoy en contra de que personas gay críen niños pero me piden que firme una lista para la expurgación de los libros. Hay padres que están de acuerdo con esa purga, se muestran bastante vocales y son personas decentes (algunos son amigos míos) con las cuales no quisiera tener problemas. Creo que firmaré, a pesar de no estar de acuerdo. Lo mejor es mantener la paz del colegio. Muchos padres, como yo, no tenemos tiempo para más batallas. (Además, como me diría una madre de familia, partidaria de la quema: Dios perdona el pecado pero no el escándalo).

Me informo más, sin embargo. Supe que depende del policía en el Perú determinar qué  acto público puede ser catalogado de inmoral. El beso entre dos chicas o dos chicos podría ser mal visto por la concurrencia y el oficial estaría en su derecho de decirles que dejen de hacerlo (mientras una pareja heterosexual  a diez metros de distancia es libre de perpetuar tanto escándalo como pecado). Estoy en contra de que un comentarista deportivo, por ejemplo, agreda a una pareja gay que se bese frente al colegio de su pequeña hija. No avalo la violencia. Diría que lo que el comentarista hace está mal. Pero también diría a los que se han estado  besando que, bueno, Dios perdona el pecado pero no el escándalo. Les diría que yo creo en Dios. Que mi fe y la de muchos pueden más que las prédicas homofóbicas en el púlpito. Que si bien sé que no existe una “opción” sexual per se (nadie “opta” por ser heterosexual, bisexual u homosexual), sí existe un margen de voluntad para expresar hasta cierta medida esa sexualidad. Les diría que los cambios vendrán de a pocos. Les diría que las sociedades en los que se mata o encarcela a los homosexuales son censuradas por la comunidad internacional, por la ONU. Les diría que yo y muchos no estamos de acuerdo con que se les mate. Eso es bastante. Juro en lo personal que no mataré a nadie. Porque creo en Dios, porque lo veo siempre más arriba de las palabras de un púlpito, de las fuerzas del orden que se llevaron a un niño de los brazos de su madre, o mucho más arriba de los gritos y el cuerpo ensangrentado de un joven chileno en un parque en sombras.


Escrito por

Enrique Bruce

Enrique Bruce Marticorena es escritor y enseña lengua y literatura en la Pontificia Universidad Católica del Perú, la UPC y la USIL


Publicado en

Andando de paso

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