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Trayectoria y destino de Julio Cotler

Publicado: 2012-04-14

Las “encuestas del poder” suelen señalarlo como uno de los intelectuales más influyentes del país y nadie que haya seguido con un mínimo de seriedad la política peruana de las últimas dos o tres décadas –independiente de que simpatice con ellos o no—puede ignorar la calidad de sus aportes. A los ochenta años llega Julio Cotler en el punto máximo de su reconocimiento. ¿Cómo explicar esta verdadera proeza?

No basta para ello conocer el record de sus logros académicos. Su gran mérito, precisamente, ha sido trascender los linderos de la academia: utilizar su formación teórica, vale decir, para propiciar el debate y el análisis –en los medios, en la esfera pública—de la evolución política del país. Examinando algunos rasgos básicos o momentos críticos de su trayectoria, más bien, es posible aproximarse a la complejidad del personaje.

I

La existencia, en primer lugar, de una pulsión interna movilizadora que imprime a su producción un temperamento particular. De ello, unas cuantas pistas ha dejado Cotler a pesar de ser, en general, un autor muy poco autobiográfico. Aquellas palabras, por ejemplo, con que remata el prefacio a su obra máxima, Clases, Estado y Nación en el Perú (Lima: Instituto de Estudios Peruanos, 1era. edición, 1978) afirmando que, más que pretender ser un “trabajo de historia política o social,” encontrar “un camino para dejar de ser forastero en este país” era el objetivo de aquel trabajo. Revelación que refuerza recurriendo a dos epígrafes que aluden –en clave poética—a algunos de los grandes temas, explicitos o implícitos, en el conjunto de su producción: la precariedad de las naciones, la fluidez y relatividad de las identidades, la visión del exilado que aprende a mirar desde dentro y desde fuera el mundo social al que las fuerzas del destino le han arrojado: (a) de José María Arguedas aquella alusión a su anhelo de dejar der ser “forastero en este país donde hemos nacido” y (b) de Mario Benedetti su afirmación de que: “quizá mi única noción de patria sea esta urgencia de decir nosotros, quizá mi única noción de patria sea este regreso al propio desconcierto.” Más de tres décadas después el tema se especifica y se expande en su discurso de aceptación Doctorado Honoris Causa por la PUCP: “En mi caso –dice-- la preocupación por la justicia social y la democracia apareció muy temprano; además de la influencia que sobre mí han ejercido mis orígenes sociales y culturales, mis familiares y amigos en la formación y desarrollo de dicha inquietud, mi experiencia universitaria en San Marcos y las actividades profesionales fueron determinantes para constatar las profundas injusticias y humillaciones que sufría la mayoría de la población peruana y latinoamericana.” Describe así ese largo periplo --que se remonta a una villa de la lejana Besarabia (actual República de Moldova) de donde procedían sus padres y hermanos, una familia judía que arriba al Perú en 1929; al populoso barrio de Chacra Colorada, en el limeño distrito de Breña, para ser más preciso—que deja en él un legado singular.

II

En rebeldía y radicalización habría de resolverse la búsqueda identitaria del joven Cotler. San Marcos, en ese sentido, es un espacio propiciatorio: foco de resistencia de la dictadura que ha tomado el poder el año 48. Militancia que le significa una singular sanción expedida por el temible Alejandro Esparza Zañartu, mano derecha del dictador Manuel A. Odría: su deportación a Huancayo en 1951-1952. Ostracismo que, de otro lado, habría de transformarse en una oportunidad de investigación e inicio de su primera etapa profesional: deviene el exilado, en algún momento, aprendiz de etnólogo. Describir exhaustivamente la vida comunal, como insumo para elaborar una visión alternativa de desarrollo endógeno basado en el colectivismo comunal era la consigna impartida por maestros como Luis E. Valcárcel y José Matos Mar. Cumple las directivas el estudiante Cotler escrupulosamente, dejando sentada, sin embargo, una crucial observación crítica: se plantea trascender el mero “estudio de comunidad” con el fin de examinar las grandes estructuras de la “dominación tradicional.” A Francia y Estados Unidos le lleva su búsqueda teórica; fase que culminaría con la exploración histórica de la naturaleza del poder en el Perú presentada en Clases, Estado y Nación. Al siglo XVI se remonta ahí en busca de los factores estructurales que frustran la construcción nacional en el Perú, condicionando, por ende, la conducta de los actores políticos contemporáneos en la medida que, como decía Marx, el pasado oprime “como una pesadilla, el cerebro de los vivos.” Entonces, a los 45 años de edad, aparece como un intelectual logrado que comienza a emerger como figura pública en la medida que no rehúye asumir las implicancias políticas de su labor.

III

Crecientemente desengañado de la política izquierdista realmente existente --como de los marcos ideológicos que la sustenta—desde la crítica teórico-política, iría Cotler delineando un singular estilo de “compromiso político” que, alejado del modelo por ese entonces vigente del intelectual “orgánico” o “clasista” evoca al Manuel Gonzalez Prada de 1888. A ese viejo liberal radical quien, entendiendo que no existían condiciones para la “acción colectiva,” opta por el “esfuerzo individual y solitario” en una labor impenitente de “propaganda y ataque.” Acción enraizada en una distintiva textura ética, a la que se refiere en una entrevista de 1979 con el periodista César Hildebrandt: “Yo no creo que la política sea el arte de lo posible. Eso me parece profundamente cínico. Yo creo que la política consiste en hacer posible lo necesario.” Con esa lógica, manejando astutamente silencios e intervenciones, iría perfilándose el “francotirador” que Hildebrandt anuncia en aquella entrevista que aparece en la revista Caretas con el título de “Habla un francotirador.”

Como una sucesión de deslindes puede ser vista, desde esta perspectiva, la trayectoria política del intelectual Cotler. Con aquellos que veían la violencia como única salida a la crisis del acciopopulismo a mediados de los 60; con los “corporativistas” del SINAMOS a inicios de los 70 –debate que le vale una deportación a México—o con la política stalinista o el emergente campesinismo de corte “pekines.” Y con los tibios liberales de los años 90 a quienes reclama una posición más firme y decidida a favor de la democracia. Una dinámica que –como González Prada que opta por el panfleto y la “hoja volante” frente al libro—lleva a hacer de la entrevista una herramienta fundamental. Así, consciente de que, en medio del tráfago nacional, en que se vivía “de sorpresa en sorpresa” --lo que llevaba a que nunca pudiera “acabar un libro” porque siempre había un capítulo nuevo por escribir—había que recurrir a estrategias alternativas para llegar a la esfera pública. Si González Prada, de tal suerte, había optado por el panfleto y la “hoja volante” frente al libro, recurre Cotler un siglo después a la entrevista escrita y oral. Retumbaría ésta en la escena pública con el trasfondo de la profunda crisis que afectaba al país.

A partir de la matriz teórica delineada en su obra escrita, deriva Cotler los escenarios que va describiendo la construcción nacional; examinando, a partir de ahí, los múltiples desarrollos posibles. Refuerza la apelación del análisis propiamente dicho una voz que, avalada por su independencia y su penetración analítica, deviene una suerte de dictamen de la conciencia nacional. De la larga duración a la coyuntura y viceversa va configurando así un cierto estilo de abordaje de los retos del porvenir que capturan la imaginación de su audiencia.

IV

A través de cinco décadas de fructífera labor ha producido Cotler un pensamiento propio y una metodología ad-hoc para convertirlo en influencia política. Deviene, por esa vía, un excepcional caso de intelectual público cuyo vigor y apelación se ancla en un singularísimo proceso vital. Un proceso vital para cuyo desciframiento acaso sea lo más pertinente recurrir a ese notable bardo del exilio y la otredad que es Mario Benedetti, por cuya obra Julio Cotler siente tantísimo afecto. “Otherness” (Otredad) es, precisamente, el título del poema que tengo en mente:

Siempre me instaron a que fuera otro

Pero mi terquedad es infinita

El único problema ha sido siempre

mi tozudez congénita

neciamente no quería ser otro

por lo tanto continue siendo el mismo es


Escrito por

José Luis Renique

Escribe sobre el Peru desde Nueva York.


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