Asegurando el agua de riego en la sierra: factores para una mejor gestión y disponibilidad de agua en la agricultura
Artículo escrito por Beatríz Salazar CEPES para La Revista Agraria
En el número anterior de LRA sostuvimos que si solo una fracción de los recursos que invierte el Estado peruano en los megaproyectos de irrigación en la costa, se invirtieran en mejorar la disponibilidad de agua en la sierra, se avanzaría mucho en el objetivo de reducir la pobreza y se daría un paso positivo para prepararnos ante un escenario de cambio climático. En coincidencia, el mes pasado, el ministro de Agricultura, Luis Ginocchio, anunció que el gobierno invertirá este año más de S/.100 millones en la construcción de pequeños reservorios de agua en las zonas más pobres del interior del país. Este anuncio es un reconocimiento de la necesidad de revertir la situación de abandono en que se encuentra la agricultura en la sierra.
Sin embargo, quizá no baste la mera construcción de reservorios, para asegurar el éxito de estos proyectos a largo plazo. Para reflexionar sobre estos temas conversamos con dos especialistas en gestión de recursos hídricos, con amplia experiencia de trabajo en localidades altoandinas: el ingeniero Wilmer Huayhua, especialista en riego del Instituto de Investigación Agraria (INIA), y el ingeniero Jaime Llosa, consultor en gestión de recursos hídricos.
LRA: Por su experiencia en la implementación y evaluación de proyectos de gestión de agua en la sierra, ustedes pueden aportar mucho a la reflexión sobre los factores que deben tenerse en cuenta para lograr que proyectos de este tipo tengan el impacto esperado y sean sostenibles. ¿Qué pueden decirnos al respecto? JLl: En primer lugar, hay que tener claro que solo se pueden hacer proyectos de irrigación si se cuenta con un balance hídrico cuenca por cuenca, y si se conoce con cuánta agua se va a contar. ¿Vamos a atrevernos a hablar de irrigación en la sierra? ¿Dónde está el análisis de la demanda de agua real a nivel de una quebrada o una cuenca o una subcuenta? El Perú es un país tan heterogéneo, que lo que es válido para una región puede no ser aplicable en otra. Incluso, si se conocen esos datos, estamos ante un escenario climático variable y existe un alto grado de incertidumbre acerca de si esos datos continuarán siendo válidos en algunos años.
Por otro lado, hay muchísimas experiencias de este tipo de ONG y también del Estado de las que podemos extraer lecciones para no repetir errores. Por ejemplo, he visto casos en que los campesinos han sembrado especies que resisten la sequía, pero que se han secado cuando enfrentan un veranillo largo. Sin embargo, cuando se construyen zanjas de infiltración y se siembra al costado, estas especies sí han podido sobrevivir. Esas son lecciones aprendidas, pero no hay nada escrito. WH: Los que conformamos el personal del INIA, en nuestro trabajo de campo, hemos encontrado reservorios de cemento rajados, de todo tamaño. Es posible que fueran construidos por presión política de algún alcalde, y al día siguiente de haberse inaugurado se rajaron y quedaron inútiles; un gran porcentaje de los reservorios abandonados se explican por eso. La comunidad no va a hacer ningún esfuerzo por reconstruirlos, porque ya no tiene presupuesto de la municipalidad. Frente a eso, el INIA ha trabajado una propuesta de pequeños reservorios a fin de solucionar el problema de áreas pequeñas. Son reservorios de tierra con geomembranas, que se amoldan al terreno; si tienen pendiente, son muy rectangulares. Incluso, si hay un sismo, no hay problema, porque se van acomodando.
La geomembrana da muy buenos resultados en este sentido. JLl: Otro factor de importancia en estos proyectos es no limitarse a los aspectos meramente técnicos; los aspectos sociales, culturales y organizacionales son tan o más importantes para la sostenibilidad del proyecto.
En todo el país existen muchos reservorios construidos con apoyo de las ONG y el Estado, que han sido abandonados porque no se tomaron en cuenta esos aspectos. En este sentido, concuerdo con el ingeniero Jan Hendricks (especialista en sistemas de riego y manejo del agua en zonas rurales) cuando afirma que la obra física es importante, pero si no hay mercado, asistencia técnica y no se dispone de otros servicios de apoyo, los proyectos de irrigación corren un alto riesgo de fracasar. No solo hay que capacitar a los campesinos para que rieguen o apliquen dieciocho tecnologías, sino también para interactuar con aquellos que pretenden articular sus flujos económicos. No se ha apoyado a los campesinos para que ellos mismos transformen y exporten asociativamente. WH: No basta capacitar a los campesinos para que implementen un sistema de irrigación; ellos se toman su tiempo en apropiarse del sistema, y solo cuando se convencen de que funciona, lo adaptan y lo mejoran ellos mismos. Por ejemplo, en Cusco, una comunidad hizo un reservorio, y ha trasladado agua por varios kilómetros con tuberías de PVC y unos sifones gigantes pegados; ese reservorio genera una caída a través de tuberías, para hacer funcionar una bomba Pelton y generar electricidad, y luego los comuneros vuelven a captar esa agua para usarla en consumo humano y agricultura.
Otra medida necesaria es la recuperación de la organización ancestral. Antes las comunidades se reunían para planificar y decidían qué sembrar. Había todo un plan de manejo del suelo, había rotación de zonas de cultivo. Pero las nuevas generaciones han perdido esos saberes. Habría que ir recuperando el conocimiento de nuestros abuelos. JLl: La fortaleza de la organización comunal en cada zona es importante y determina la forma en que se gestionan estos proyectos. Por ejemplo, el Instituto de Cuencas ha implementado cerca de 800 reservorios en Cajamarca, que son administrados por familias en un 90%, mientras que en Cusco o Puno los reservorios suelen ser comunitarios, pues las comunidades campesinas no son fuertes en Cajamarca y, por el contrario, en Cusco o Puno sí lo son, tienen capacidad de convocatoria y allí los reservorios pueden ser comunitarios.
LRA: ¿Y qué opinión tienen de la recuperación de tecnologías ancestrales? JLl: Existen prácticas vigentes que se remontan a la época preincaica: es el caso de las amunas. Por ejemplo, en Huarochirí, tres comunidades captan el agua en la parte alta, por encima de los 4,000 metros, y la encausan a las entrañas de un cerro a través de unas acequias, que llaman amuneras, y en las quebradas construyen pequeños diques para que el agua baje más lentamente y se infiltre. Esa agua infiltrada la recogen kilómetros más abajo, donde están los cultivos, en la zona quechua. De esta forma, tienen agua todo el año, y recientemente han construido más reservorios y están cultivando frutales. En otras zonas del Perú deben existir casos similares.
En las alturas de Santa Eulalia también hay amunas. En la comunidad de Tupicocha, en Huarochirí, nos comentaron que los habían visitado representantes de tres comunidades de la cuenca de Huaura, en el distrito de Paccho, arriba de Sayán, para reaprender la técnica de las amunas, que habían olvidado. Ahora habría hasta dieciocho amunas en Paccho. Otro caso de tecnología hidráulica prehispánica es el de cuarenta represas en la Cordillera Negra, que drenan sus aguas a la cuenca del río Nepeña, aunque tan solo seis de las cuarenta son utilizadas en forma parcial, para regar cultivos. Se trata de estructuras ciclópeas ubicadas, casi en su totalidad, sobre los 4,000 m.s.n.m., que están dotadas de una capacidad de almacenamiento variable: la de mayor capacidad puede almacenar 1’350,000 m3, y la menor,12,950 m3. El caso de las amunas de Huarochirí resalta la importancia de la organización social y los aspectos culturales. Los campesinos organizan la fiesta del agua, renuevan su compromiso con la madre tierra y con el agua y esto refuerza la capacidad de convocatoria. La gente va y hace la obra, las acequias, y después distribuye el agua de forma equitativa. Si no existiera esa tradición lo que se llama gestión social del agua, no habría capacidad de convocatoria y la obra física quedaría abandonada.
WH: Existe un resto arqueológico conocido como Tipón, en Cusco, que es valiosísimo para el Perú porque es como una maqueta gigante de lo que debe hacerse para manejar el agua con eficiencia, considerando presiones y caudales. Tipón tenía andenes a ambos lados y recibía, en un pequeño reservorio natural, el agua que venía de las filtraciones. Los incas no tenían tuberías de PVC, como las que tenemos ahora para conducir el agua en grandes cantidades y a grandes distancias, pero sí tenían piedra y la usaban muy eficientemente. El INIA ha ido recuperando esos principios y ha ido construyendo un diseño de sistema de riego a baja presión. También se ha experimentado con el sistema de riego por exudación, con cántaros de arcilla, que son porosos y que van siendo succionados por la fuerza de la gravedad, y el agua va directo a las raíces; así se logra una eficiencia de más de 95% en el riego. Ese tipo de iniciativas recogen elementos de la sabiduría prehispánica.
LRA: ¿Y qué rol juega la articulación entre las instituciones y organizaciones que trabajan en este campo? WH: La falta de una política de Estado causa que las instituciones caminen solas. Por ejemplo, al inicio, el INIA coordinaba con el PSI, porque considerábamos que era un proyecto interesante. Ha habido coordinaciones, pero no hemos concretado una acción conjunta, con el PSI en un rol promotor y el INIA generando y transfiriendo tecnología. Además, nos falta trabajar con ONG que tienen una proyección de trabajo interesante y con gobiernos regionales que deberían cumplir un rol de facilitadores de procesos tecnológicos, pero las agencias agrarias están debilitadas.
Otros actores fundamentales en este proceso deberían ser las organizaciones de productores, porque el involucramiento de la población local es esencial; es lo que va a hacer sostenible el proyecto. JLl: Hay lecciones aprendidas, como las de Desco o el Instituto Cuencas, que deben ser compartidas con otras entidades que desarrollan proyectos similares. Existe ya una masa crítica para extraer lecciones aprendidas y evitar repetir errores.