#ElPerúQueQueremos

Así comenzamos...

Publicado: 2012-04-23

La estupidez no es mi fuerte.

Monsieur Teste, Paul Valery

Sebastian Knight nació el 31 de diciembre de 1899 en la antigua capital de mi patria. Una vieja dama rusa me mostró una vez, en París –suplicándome, por algún misterioso motivo, que no divulgara su nombre-, un diario que había llevado en el pasado. Tan ocres (en apariencia) habían sido esos años, que los detalles recogidos día tras día (¡pobre método de alcanzar la perduración!) apenas iban más allá de un sucinto informe sobre las condiciones climatológicas.

La verdadera vida de Sebastian Knight, Vladimir Nabokov

Seis norteamericanos jugaban a la petanca al pie de la estatua de Flaubert.

El loro de Flaubert, Julian Barnes

Cuando llegué a la treintena, pasé unos años en los cuales todo lo que tocaba se convertía en fracaso. Mi matrimonio terminó en divorcio, mi trabajo como escritor se hundía y estaba abrumado por problemas de dinero. No me refiero simplemente a una escasez ocasional, ni a tener que apretarme el cinturón de cuando en cuando, sino a una falta de dinero continua, opresiva, casi agobiante, que me envenenaba el alma y me mantenía en un inacabable estado de pánico.

A salto de mata, Paul Auster

Todos a por el imbécil

La hoguera de las vanidades, Tom Wolfe

En la playa de Sidón un toro intentaba imitar un gorjeo amoroso. Era Zeus. Se sintió sacudido por un escalofrío, como cuando le picaban los tábanos. Pero esta vez era un escalofrío dulce. Eros le estaba colocando sobre la grupa a la joven Europa.

Las bodas de Cadmo y Harmonía, Roberto Calasso

En Estocolmo, en una antigua y respetable casa de piedra junto al parque de Humlegard, vivía gente adinerada como por ejemplo Oiva Juntunen. Su profesión era la de ladrón.

El bosque de los zorros, Arto Paasilinna

Aquella primavera habíamos tenido una relación cada uno por su lado, pero cuando el curso acabó en junio decidimos alquilar nuestra cada de Palo Alto y marcharnos los dos a pasar el verano a la costa norte de California.

“Si me necesitas llámame”, Raymond Carver

“O cuando todas las noches –por pereza, por avaricia- volvía a soñar el mismo sueño: un camino color ceniza, llano que corre a andadura de río entre dos muros más altos que la estatura de un hombre; luego se quiebra, se precipita en el vacío.”

Perorata del apestado, Gesualdo Bufalino

[[MORE]]”Si un día de sol toman ustedes el sendero que sube del puentecillo de madera, aún llamado por estos alrededores “el Puente de las Vacilaciones”, no tendrán que andar mucho hasta ver, entre las copas de dos árboles gingko, el tejado de mi casa.”

El artista del mundo flotante, Kazuo Ishiguro

“Bill y Arlene Mileer eran una pareja feliz.”

“Vecinos” de Raymond Carver

“Habían matado al presidente Kennedy a las tres de la madrugada de la noche anterior. El marinero Houston y los otros dos reclutas estaban durmiendo mientras las primeras informaciones daban la vuelta al mundo.”

Árbol de humo, Denis Johnson

“El año pasado, mientras atravesaba una crisis existencial, mi tío Benn (B.Crader, el famoso botánico) me enseñó una viñeta de Charles Addams. Era una historieta corriente, sin mucha gracia, pero mi tío estaba obsesionado con ella y no hacía más que analizarla. A mí no me apetecía hablar constantemente de una tira cómica. Él no dejaba de insistir. La mencionaba tan a menudo que acabó por irritarme y hasta pensé en enmarcar el puñetero dibujo y regalárselo por su cumpleaños. Que lo cuelgue en la pared y no se hable más, concluí. Benn me atacaba los nervios de vez en cuando como solo pueden hacerlo las personas que ocupan un luar especial en nuestra vida. El era importante en la mía, desde luego. Yo adoraba a mi tío.”

Mueren más por desamor, Saúl Bellow

“Fue el momento más feliz de mi vida y no lo sabía. De haberlo sabido ¿habría podido proteger dicha felicidad? ¿Habría sucedido de otra manera?”

El museo de la inocencia, Orhan Pamuk

“Dejó de ir a la escuela y empezó a pasar más tiempo con sus primos. Norte, Edmundo Paz Soldán El primer caso de polio de aquel verano se produjo a comienzos de junio, poco después del Día de los Caídos, en un barrio latino pobre que estaba en el otro extremo de la población donde nosotros vivíamos.”

Némesis, Philip Roth

La llama de la vela y la imagen de la llama de la vela reflejada en el espejo de cuerpo entero se retorció y enderezó cuando el hombre entró al vestíbulo y cerró la puerta. Se quitó el sombrero y avanzó lentamente. La tablas del suelo crujían bajo sus botas. Se detuvo, vestido de luto, ante el espejo oscuro donde los lirios se inclinaban, pálidos, en el curvilíneo florero de cristal tallado.

Unos caballos muy lindos, Cormac McCarthy

Otra vez hay mar gruesa y el viento sopla en ráfagas excitantes: en pleno invierno se sienten ya los anticipos de la primavera. Un cielo nacarado, caliente y límpido hasta mediodía, grillos en los rincones umbrosos, y ahora el viento penetrando en los grandes plátanos, escudriñándolos…

Justine, Lawrence Durrell

Aquel año las naranjas fueron más abundantes que de costumbre.

Clea, Lawrence Durrell

Heme aquí, pues, solo en la tierra, sin más hermano, prójimo, amigo ni compañía que yo mismo. Las ensoñaciones de un paseante solitario, Jean Jacques Rousseau Podría decir que los miembros del Club de los Gourmets amaban los placeres de la mesa tanto como los de la alcoba. Eran un conjunto de holgazanes sin otra ocupación que el juego, la compra de mujeres y la degustación de finos alimentos.

El Club de los Gourmets, Junichiro Tanizaki

La cosa empezó así. Yo nunca había dicho nada. Nada.

Viaje al fin de la noche, Louis Ferdinand Celine

El mar que se extiende ante mí mientras escribo, más que destellar, resplandece bajo el suave sol de mayo. Con el cambio de marea, se recuesta calladamente contra la tierra, casi sin huella de ondas ni de espuma.

El mar, el mar, Iris Murdoch

- Repite lo que dijiste porque lo sé.

- Yo no dije nada.

- Lárgalo, te digo.

La oscuridad, John McGahern

A través de la cerca, entre los huecos de las flores ensortijadas, yo los veía dar golpes.

El sonido y la furia, William Faulkner

Mucho tiempo he estado acostándome temprano.

En busca del tiempo perdido, Marcel Proust

Thomas se sentó y contempló el mar.

Thomas el oscuro, Maurice Blanchot

Como si de vez en cuando uno debiera inclinarse para seguir viviendo (Meta personal definitiva: “Nunca más llevaré algo a reparar”)

El peso del mundo, Peter Handke

Hay cosas que uno debe apresurarse a contar antes de que nadie le pregunte.

La muchacha de las bragas de oro, Joan Marsé

Solemne, el gordo Buck Mulligan avanzó desde la salida de la escalera, llevando un cuenco de espuma de jabón, y encima, cruzados, un espejo y una navaja. La suave brisa de la mañana le sostenía levemente en alto, destrás de él, la bata amarilla, desceñida. Elevó en el aire el cuenco y entonó:

-          Introibo ad altare Dei.

Ulises, de James Joyce

“El martes me desperté a esa hora inanimada y nula en que la noche ya está por terminar y sin embargo todavía no ha nacido el alba.”  

Ferdydurke, Witold Gombrowicz

“Un modesto joven se dirigía en pleno verano desde Hamburgo, su ciudad natal, a Davos Platz, en el cantón de los Grisones. Iba a hacer allí una visita de tres semanas.”

La montaña mágica, Thomas Mann

“Creo que la cocina es el lugar del mundo que más me gusta. En la cocina, no importa de quién ni cómo sea, o en cualquier sitio donde se haga comida, no sufro.”

Kitchen, Banana Kishimoto

“Estacioné el auto, o mejor dicho, la carcacha carcomida por el salitre con la que tanto esfuerzo me muevo en la ciudad. Andar en transporte público es impensable.”

Cualquier miércoles soy tuya, Mayra Santos Febres

“Un nuevo personaje había aparecido en la localidad: una señora con un perrito. Dmitri Dmitrich Gurov, que por entonces pasaba una temporada en Yalta, empezó a tomar algún interés en los acontecimientos que ocurrían. Sentado en el pabellón de Verney, vio pasearse junto al mar a una señora joven, de pelo rubio y mediana estatura, que llevaba una boina; un perrito blanco de Pomerania corría delante de ella.”

“La dama del perrito” Anton Chejov

“Era una madrugada tranquila. La oscuridad cubría el pueblo y se estaba bien en la cama.”

El vino del estío, Ray Bradbury

“Me llamo Howard W. Campbell Jr. Soy norteamericano de nacimiento, nazi por reputación y apátrida por vocación.”

Madre noche, Kurt Vonnegut

“Oficialmente se llamaba profesor Harutsuma Matsumoto, pero yo lo llamaba “maestro”.

El cielo es azul, la tierra blanca, Hiromi Kawakami

“Para siempre. Aquí estoy.”

Para siempre, Vergílio Ferreira

“A Lázaro Codesal lo mataron. Lo mató un moro a traición mientras se la meneaba debajo de una higuera -todo el mundo sabe que las sombras de las higueras son muy propicias para estos actos.”

Mazurca para dos muertos, Camilo José Cela           

“Doce del día. Mercado Central. Interminable caravana de gentes de todas las clases sociales ha invadido los amplios cobertizos en los que se realiza la feria dominical del más importante mercado que provee a la ciudad.”

La niña de sus ojos, Antonio Díaz Villamil

…¡Alumbra, lumbre de alumbre, Luzbel de piedralumbre! Como zumbido de oídos persistía el rumor de las campanas a la oración, maldoblestar de la luz en la sombra, de la sombra en la luz. ¡Alumbra, lumbre de alumbre, Luzbel de piedralumbre, sobre la podredumbre! ¡Alumbra, lumbre de alumbre, sobre la podredumbre, Luzbel de piedralumbre! ¡Alumbra, alumbra, lumbre de alumbre…, alumbre…, alumbra…, alumbra, lumbre de alumbre…, alumbre…, alumbra…, alumbra, lumbre de alumbre…, alumbra, alumbre…!

Señor Presidente, Miguel Angel Asturias           

“De las cosas que creamos para ellos y con las que podrían deleitarse, el amanecer es la que más funciona. Cuando la oscuridad se desvanece en el aire como suave y menudo humo y la luz se extiende lentamente desde el Este, entonces todos, a excepción de los humanos más miserables, comienzan a reponerse”.

Los infinitos, John Banville

“Una gorra de cazador verde apretaba la cima de una cabeza que era como un globo carnoso. Las orejeras verdes, llenas de unas grandes orejas y pelo sin cortar y de las finas cerdas que brotaban de las mismas orejas, sobresalían a ambos lados como señales de giro que indicasen dos direcciones a la vez. Los labios, gordos y bembones, brotaban protuberantes bajo el tupido bigote negro y se hundían en sus comisuras, en plieguecitos llenos de reproche y de restos de patatas fritas. En la sombra, bajo la visera verde de la gorra, los altaneros ojos azules y amarillos de Ignatius J. Reilly miraban a las demás personas que esperaban bajo el reloj junto a los grandes almacenes D. H. Holmes, estudiando a la multitud en busca de signos de mal gusto en el vestir.”

La conjura de los necios, John Kennedy Toole

“El día había transcurrido del modo como suelen transcurrir estos días; lo había malbaratado, lo había consumido suavemente con mi manera primitiva y extraña de vivir”

El lobo estepario, Herman Hesse

“El día que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo.”

Crónica de una muerte anunciada, Gabriel García Márquez

“Estábamos en clase cuando entró el Provisor, seguido de un novato vestido a la burguesa y de un bedel que traía un gran pupitre. Los que dormitaban se despertaron, y todos nos levantamos como sorprendidos en nuestro trabajo. El Provisor indicó que nos sentáramos de nuevo; luego, volviéndose hacia el profesor: “Señor Roger”, le dijo a media voz, “he aquí un alumno que le recomiendo; ahora entra en el quinto curso. Si su trabajo y su conducta lo merecen, pasará con los mayores, pues ya tiene edad.”

Madame Bovary, Gustave Flaubert

“Ya ha principiado el invierno en Barranco; raro invierno, lelo y frágil, que parece que va hendirse en el cielo y dejar asomar una punta de verano. Nieblecita del pequeño invierno, cosa del alma, soplos del mar, garúas de viaje en bote de… un muelle a otro, aleteo sonoro de beatas retardadas, opaco rumor de misas, invierno recién entrado… Ahora hay que ir al colegio con frío en las manos. El desayuno es una bola caliente en el estómago, y una dureza de silla de comedor en las posaderas, y unas ganas solemnes de no ir al colegio en todo el cuerpo.”

La casa de cartón, Martín Adán

“Tenía 50 años y no me había acostado con una mujer desde hacía cuatro. No tenía amigas. Las miraba cuando me cruzaba con ellas en la calle o dondequiera que las viese, pero las miraba sin ningún anhelo y con una sensación de inutilidad. Me masturbaba regularmente, pero la idea de tener una relación con una mujer —incluso en términos no sexuales— estaba más allá de mi imaginación.”

Mujeres, Charles Bukowski

“Pálido fuego, poema en paredados decasílabos, de novecientos noventa y nueve versos, divididos en cuatro cantos, fue escrito por John Francis Shade (nacido el 5 de julio de 1898, muerto el 21 de julio de 1959) durante los últimos veinte días de su vida, en su residencia de New Wye, Appalachia, EE.UU.”

Pálido fuego, Vladimir Nabokov

“Dicen que primero vino de África, en los gritos de los esclavos; que fue la perdición de los teínos, apenas un susurro mientras un mundo se extinguía y otro despuntaba; ue fue un demonio que irrumpió en la Creación a través del portal de p…esadillas que se abrió en las Antillas. Fukú americanus, mejor conocido como fukú -en términos generales una maldición o condena de algún tipo: en particular, la Maldición y condena del Nuevo Mundo.”

La maravillosa vida breve de Óscar Wao, Junot Díaz

“Hoy ha muerto mamá, o quizás ayer. No lo sé.”

El extranjero, Albert Camus

“No era el hombre más honesto ni el más piadoso, pero era un hombre valiente”

El capitán Alatriste, Arturo Pérez Reverte

“¡Es cierto! Siempre he sido nervioso, muy nervioso, terriblemente nervioso. ¿Pero por qué afirman ustedes que estoy loco? La enfermedad habría agudizado mis sentidos, en vez de destruirlos o embotarlos.”

“El corazón delator”, Edgar A. Poe

“Todas las familias felices son iguales, y las infelices lo son cada una a su manera”

Anna Karenina, León Tolstoi

“Era el mejor de los tiempos y el peor; la edad de la sabiduría y la de la tontería; la época de la fe y la época de la incredulidad; la estación de la luz la de las tinieblas; era la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación.”

Historia de dos ciudades, Charles Dickens 

“Dos cadenas montañosas atraviesan la República, aproximadamente de norte a sur, formando entre sí valles y planicies. Ante uno de estos valles, dominado por dos volcanes, se extiende a dos mil metros sobre el nivel del mar, la ciudad de Quauhnáhuac. Queda situada bastante al sur del Trópico de Cáncer; para ser exactos, en el paralelo diecinueve, casi a la misma latitud en que se encuentran, al oeste, en el Pacífico, las islas de Revillagigedo o, mucho más hacia el oeste, el extremo más meridional de Hawaiy , hacia el este, el puerto de Tzucox en el litoral atlántico de Yucatán, cerca de la frontera de Honduras Británica o, mucho más hacia el este, en la India, la ciudad de Yuggernaut, en la Bahía de Bengala.”

Bajo el volcán, Malcolm Lowry

”- Cuatro- dijo el Jaguar.”

La ciudad y los perros, Mario Vargas Llosa

“Yo me celebro a mí mismo y yo me canto a mí mismo y todo cuanto me pertenece, también te pertenecerá, porque cada átomo que me pertenece también a ti te pertenece. Errando y ocioso convoco a mi alma, me abandono a ser para contemplar un tallo de hierba de verano.”

Canto a mí mismo, Walt Whitman.

“Otros, ellos, antes, podían. Mojaban, despacio, en la cocina, en el atardecer, en invierno, la galletita, sopando, y subían, después, la mano, de un solo movimiento, a la boca, mordían y dejaban, durante un momento, la pasta azucarada sobre la punta de la lengua, para que subiese, desde ella, de su disolución, como un relente, el recuerdo,masticaban despacio y estaban, de golpe ahora, fuera de sí, en otro lugar, conservado mientras hubiese, en primer lugar, la lengua, la galletita, el té que humea, los años: mojaban, en la cocina, en invierno,la galletita en la taza de té, y sabían, inmediatamente, al probar, que estaban llenos, dentro de algo y trayendo, dentro, algo, que habían, en otros años, porque había años, dejado, fuera, en el mundo, algo, que se podía, de una u otra manera, por decir así, recuperar, y que había, por lo tanto, en alguna parte, lo que llamaban o lo que creían que debía ser,¿no es cierto?, un mundo.”

La Mayor, Juan José Saer

‎”Todavía llevaban pantalón corto ese año, aún no fumábamos, entre todos los deportes preferían el fútbol y estábamos aprendiendo a correr olas, a zambullirnos desde el segundo trampolín del Terrazas, y eran traviesos, lampiños, curiosos, muy ágiles, voraces. Ese año, cuando Cuéllar entró al Colegio Champagnat.”

“Los cachorros”, Mario Vargas Llosa

“Soy rubia. Rubísima. Soy tan rubia que me dicen: ‘Mona, no es sino que aletee ese pelo sobre mi cara y verá que me libra de esta sombra que me acosa’. No era sombra sino muerte lo  que le cruzaba la cara y me dio miedo perder mi brillo.”

¡Que Viva la Música!, Andres Caicedo

“Linda y yo vivíamos justo frente al parque McArthur, y una noche que estábamos bebiendo vimos por la ventana que caía un hombre, una visión extraña, parecía un chiste, pero no era ningún chiste pues el cuerpo se estrelló en la calle. “Dios mío”, le dije a Linda, “¡se apachurró como un tomate pasado! ¡no somos más que tripas y mierda y material pegajoso! ¡ven! ¡ven! ¡míralo!”. Linda se acercó a la ventana, luego corrió al baño y vomitó.”

“La máquina de follar”, Charles Bukowski

“¿Desea usted saber cómo es Bogotá en las horas de la madrugada después de haber llovido durante la noche? ¿Y cómo es la vida íntima de un poeta solitario, obsesionado por unos ojos femeninos, unos labios, una cabellera desordenada, unos pies blanquísimos con las uñas pintadas de rojo ardiente; obsedido, también, por los ángeles custodios, por los fantasmas de la historia, por los recuerdos de su infancia y de su adolescencia y, sobre todo, torturado por la idea de escribir una novela a manera de exorcismo?”

Las puertas del infierno, José Luis Díaz-Granados           

“Oscurecía ya cuando llegué a Bonn, y me forcé esta vez a no poner en marcha el piloto automático que en cinco años de viajar se ha formado en mi interior: bajar las escaleras del andén, subir las escaleras del andén, dejar maleta, sacar billete del bolsillo del abrigo, recoger maleta, entregar billete, al puesto de periódicos, comprar periódicos de la tarde, salir a la calle, llamar un taxi.”

Opiniones de un Payaso, Heinrich Böll

“He sido cordialmente invitado a formar parte del realismo visceral. Por supuesto, he aceptado. No hubo ceremonia de iniciación. Mejor así.”

Los detectives salvajes, Roberto Bolaño.

“Al despertar de un desmayo que duró más de tres días, Evita tuvo al fin la certeza de que iba a morir. Se le habían disipado ya las atroces punzadas en el vientre y el cuerpo estaba de nuevo limpio, a solas consigo mismo, en una beatitud sin tiempo y sin lugar. Sólo la idea de la muerte no le dejaba de doler: lo peor de la muerte no era que sucediera. Lo peor de la muerte era la blancura, el vacío, la soledad del otro lado: el cuerpo huyendo como un caballo al galope.”

Santa Evita, Tomás Eloy Martínez

“Cierta noche me encontraba sentado en la cama de la habitación de la pensión de Bunker Hill en que me hospedaba, en el centro mismo de Los Angeles. Era una noche de importancia vital para mí, ya que tenía que tomar una decisión relativa a la pensión. O pagaba o me iba: es lo que decía la nota, la nota que la dueña me había deslizado por debajo de la puerta. Un problema relevante, merecedor de una atención enorme. Lo resolví apagando la luz y echándome a dormir.”

Pregúntale al polvo, John Fante

“Alicia empezaba a cansarse de estar allí sentada con su hermana a orillas del río sin tener nada que hacer. De vez en cuando se asomaba al libro que estaba leyendo su hermana, pero era un libro sin ilustraciones ni diálogos, “y ¿de qué sirve un libro -se preguntaba Alicia- que no tiene diálogos ni dibujos?”

Alicia en el País de las Maravillas, Lewis Carroll

“La mano de Baldovina separó los tules de la entrada del mosquitero, hurgó apretando suavemente como si fuese una esponja y no un niño de cinco años; abrió la camiseta y contempló todo el pecho del niño lleno de ronchas, de surcos de violenta coloración, y el pecho que se abultaba y se encogía como teniendo que hacer un potente esfuerzo para alcanzar un ritmo natural; abrió también la portañuela del ropón de dormir, y vio los muslos, los pequeños testículos llenos de ronchas que se iban agrandando, y al extender más aún las manos notó las piernas frías y temblorosas. En ese momento, las doce de la noche, se apagaron las luces de las casas del campamento militar y se encendieron las de las postas fijas, y las linternas de las postas de recorrido se convirtieron en un monstruo errante que descendía de los charcos, ahuyentando a los escarabajos.”

Paradiso, José Lezama Lima 

Nadie piensa nunca que pueda ir a encontrarse con una muerta entre los brazos y que ya no verá más su rostro cuyo nombre recuerda”.

Mañana, en la batalla, piensa en mí, Javier Marías

“Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté sus manos en señal de que lo haría, pues ella estaba por morirse y yo en un plan de prometerlo todo. “No dejes de ir a visitarlo -me recomendó. Se llama de este modo y de este otro. Estoy segura de que le dará gusto conocerte.” Entonces no pude hacer otra cosa sino decirle que así lo haría, y de tanto decírselo se lo seguí diciendo aun después de que a mis manos les costó trabajo zafarse de sus manos muertas.”

Pedro Páramo, Juan Rulfo

“Bastará decir que soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne; supongo que el proceso está en el recuerdo de todos y que no se necesitan mayores explicaciones sobre mi persona. Aunque ni el diablo sabe por qué es lo que ha de recordar la gente, ni por qué.”

El túnel, Ernesto Sábato

“Al despertar Gregorio Samsa una mañana, tras un sueño intranquilo, se encontró en su cama convertido en un monstruoso insecto”.

La metamorfosis, Franz Kafka

“Mi padre se quitó la vida un viernes por la tarde. Tenía 33 años. El cuarto viernes del mes próximo yo tendré la misma edad.” Los suicidas, Antonio di Benedetto‎

“Está claro: soy un extra en mi propia vida. No he tenido dirección, me he confundido con los decorados, mi personaje no aparece siquiera en los créditos.”

Por favor, rebobinar, Alberto Fuguet

“Me llamo Kristin Haakonardóttir, hija y nieta de reyes, princesa de Noruega, infanta de Castilla. Me llamaban La flor del norte, El regalo dorado, La extranjera, y, en los últimos meses, La pobre doña Cristina.”

La flor del norte, Espido Freire

“La casa era grande, porque nuestros proyectos también lo eran.”

Llenos de vida, John Fante

“Una vez que has entregado el alma, lo demás sigue con absoluta certeza, incluso en pleno caos. Desde el principio nunca hubo otra cosa que el caos: era un fluido que me envolvía, que aspiraba por las branquias. En el substrato, donde brillaba la luna, inmutable y opaca, todo era suave y fecundante; por encima, no había sino disputa y discordia. En todo veía en seguida el extremo opuesto, la contradicción, y entre lo real y lo irreal la ironía, la paradoja. Era el peor enemigo de mí mismo. No había nada que deseara hacer que no pudiese igualmente dejar de hacer”

Trópico de Capricornio, Henry Miller

“Todo en mi vida sería más simple, más natural, si no fuera por mis nervios. Tal cual un rabo de lagartija, así era yo, enérgica y rápida, impulsiva e irracional, pero sobre todo nerviosa.” 

Soledad, una colombiana en Madrid, María Paz Ruiz

“Yo, Hassan hijo de Mohamed el pesador, yo, Jean-Léon de Médicis, circunciso por la mano de un barbero y bautizado por la mano de un papa, se me llama hoy el Africano, pero de África no soy, ni de Europa. Se me llama también el Granadino, el Fassi, el Zayyati, pero no vengo de ningún país, de ninguna ciudad, de ninguna tribu. Soy hijo de la ruta, mi patria es caravana y mi vida la más inesperada de las travesías.”

León el Africano,  Amin Maalouf

“A los otros hombres los encontré en la dirección opuesta…”

El sótano, Thomas Bernhard

“Claro, la vida es un proceso de demolición”

Crack-Up, Francis Scott Fitzgerald

“Desde la puerta de La Crónica Santiago mira la avenida Tacna, sin amor: automóviles, edificios desiguales y descoloridos, esqueletos de avisos luminosos flotando en la neblina, el mediodía gris. ¿En qué momento se había jodido el Perú? Los canillitas merodean entre los vehículos detenidos por el semáforo de Wilson voceando los diarios de la tarde y él echa a andar, despacio, hacia la Colmena.”

Conversación en la Catedral, Mario Vargas Llosa

Era inevitable: el olor de las almendras amargas le recordaba siempre el destino de los amores contrariados. El doctor Juvenal Urbino lo percibió desde que entró en la casa todavía en penumbras, adonde había acudido de urgencia a ocuparse de un caso que para él había dejado de ser urgente desde hacía muchos años. El refugiado antillano Jeremiah de Saint-Amour, inválido de guerra, fotógrafo de niños y su adversario de ajedrez más compasivo, se había puesto a salvo de los tormentos de la memoria con un sahumerio de cianuro de oro.”‎

El amor en los tiempos del cólera, Gabriel García Márquez

Cuando era más joven y más vulnerable, mi padre me dio un consejo en el que no he dejado de pensar desde entonces. “Siempre que sientas deseos de criticar a alguien”, me dijo, “recuerda que no a todo el mundo se le han dado tantas facilidades como a ti”.

El Gran Gatsby, Francis Scott Fitzgerald

“Cuando te pescaron en el canal, La Salute amanecía, Tintoreto desplegaba sus velas, los turistas al acecho se mordían los labios. ¿Con quién fue la cita esta vez, Dogaresa? ¿te fotografiaron al fin, como tanto habías deseado, con tu gran traje de seda, tus cabellos rojos, tu adorable silueta tendida en el pantano?”

El cuerpo de Giulia-no, Jorge Eduardo Eielson.

“El sol aún no se había alzado. Sólo los leves pliegues, como los de un paño algo arraigado, permitían distinguir el mar del cielo. Poco a poco, a medida que el cielo clareaba, se iba formando una raya oscura en el horizonte, que dividía el cielo del mar, y en el paño gris aparecieron gruesas líneas que lo rayaban, avanzando una tras otra, bajo la superficie, cada cual siguiendo a la anterior, persiguiéndose una a otra, perpetuamente.”

Las Olas, Virginia Woolf

“Estoy viviendo en la Villa Borghese. No hay una pizca de tierra en ninguna parte, ni una silla fuera de lugar. Estamos solos aquí, estamos muertos.”

Trópico de cáncer, Henry Miller

“Para volver a nacer - cantaba Gabrieel Farishta mientras caía de los cielos, dando tumbos- tienes que haber muerto. ¡Ay, sí! Para posarte en el seno de la tierra, tienes que haber volado. ¿Cómo volver a sonreír si antes no lloraste?”

Los versos satánicos, Salman Rushdie

“En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor.”

Don Quijote de la Mancha, Miguel de Cervantes 

“Cuando, como dos petrificados, nos sentamos a comer o nos topamos de noche en la puerta de la casa porque ambos pensamos al mismo tiempo en cerrarla, percibo nuestra tristeza como un arco que llega desde un extremo del mundo al otro, o sea, de Hanna hasta mí, y en el arco tensado, una flecha lista para dar en el corazón del cielo inmóvil.”

“Todo”,  Ingeborg Bachmann

¿Encontraría a la Maga?

Rayuela, Julio Cortázar

“Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo.Li.Ta. Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, un metro cuarenta y ocho de estatura con pies descalzos. Era Lola con pantalones. Era Dolly en la ecuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos era siempre Lolita.”

Lolita, Vladímir Nabokov

“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar la tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.”

Cien años de soledad, Gabriel García Márquez

A LÉON WERTH Pido perdón a los niños por haber dedicado este libro a una persona mayor. Tengo una excusa seria: esta persona mayor es el mejor amigo que tengo en el mundo. Tengo otra excusa: esta persona mayor puede entender todo, hasta los libros para niños. Tengo una tercera excusa: esta persona mayor vive en Francia, donde pasa hambre y frío. Tiene mucha necesidad de ser consolada. Si todas estas excusas no son suficientes, quiero dedicar este libro al niño que este señor ha sido. Todas las personas mayores fueron primero niños. (Pero pocas lo recuerdan). Corrijo entonces mi dedicatoria: A LÉON WERTH CUANDO ERA NIÑO” 

El Principito, Antoine de Saint-Exupéry

“abra este libro como quien pela una fruta”

Cinco metros de poemas, Carlos Oquendo de Amat

“Hubo un tiempo en que yo pensaba mucho en los axolotl. Iba a verlos al acuario del Jardín des Plantes y me quedaba horas mirándolos, observando su inmovilidad, sus oscuros movimientos. Ahora soy un axolotl.”

“Axolotl”, Julio Cortázar

“Antes de que me hubiera apasionado por mujer alguna, jugué mi corazón al azar y me lo ganó la Violencia.”

La Vorágine, José Eustacio Rivera

“Mi nombre es Martín Romaña y ésta es la historia de mi crisis positiva. Y la historia también de mi cuaderno azul. Y la historia además de cómo un día necesité de un cuaderno rojo para continuar la historia del cuaderno azul. Todo, en un sillón Voltaire.”

La vida exagerada de Martín Romaña, Alfredo Bryce Echenique

“Es seguro que cada día estará más viejo, más lejos del tiempo en que se llamaba Bob, del pelo rubio colgando en la sien, la sonrisa y los lustrosos ojos de cuando entraba silenciosamente en la sala, murmurando un saludo o moviendo un poco la mano cerca de la oreja, e iba a sentarse bajo la lámpara, cerca del piano, con un libro o simplemente quieto y aparte, abstraído, mirándonos durante una hora sin un gesto en la cara, moviendo de vez en cuando los dedos para manejar el cigarrillo y limpiar de cenizas la solapa de sus trajes claros.”

“Bienvenido, Bob”, Juan Carlos Onetti

“Llámenme Ismael.”

Moby Dick, Herman Melville

“La candente mañana de febrero en que Beatriz Viterbo murió, después de una imperiosa agonía que no se rebajó un solo instante ni al sentimentalismo ni al miedo, noté que las carteleras de fierro de la Plaza Constitución habían renovado no sé qué aviso de cigarrillos rubios; el hecho me dolió, pues comprendí que el incesante y vasto universo ya se apartaba de ella y que ese cambio era el primero de una serie infinita. Cambiará el universo pero yo no, pensé con melancólica vanidad; alguna vez, lo sé, mi vana devoción la había exasperado; muerta yo podía consagrarme a su memoria, sin esperanza, pero también sin humillación.”

“El Aleph”, Jorge Luis Borges


Escrito por

Iván Thays

Escritor peruano. Autor de las novelas "El viaje interior, "La disciplina de la vanidad" y "Un lugar llamado Oreja de perro".


Publicado en

Moleskine Literario

Blog de noticias literarias y talleres on-line de escritura para escritores y ejecutivos.