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RP 406: ¿Feliz Día del Trabajo?

Publicado: 2012-04-30

-¡Esa ley va contra la diversidad cultural!  ¡Jamás debieron haberla aprobado!

Era la primera clase del curso de maestría y el abogado que defendía la diversidad cultural se refería nada menos que a la Ley 27986, la Ley de las Trabajadoras del Hogar, que yo acababa de mencionar.

Según mi amable alumno, esa norma atentaba contra la cultura de tantas familias de la ciudad del Cusco que tradicionalmente llevan niñas y adolescentes campesinas a trabajar en sus casas, sin pagarles un sol por ello.

Mientras lo escuchaba, yo pensaba qué fuerte puede ser la insensibilidad frente a los derechos de los más pobres, para que una moderna forma de esclavitud pueda ser defendida en nombre de la cultura.

Mañana se recuerda en el Perú el Día del Trabajo, una ocasión que normalmente celebran quienes tienen mejores condiciones laborales… pero es una ocasión conveniente para pensar en la situación en que se encuentran la mayoría de trabajadores en el Perú.

El caso de los niñas-siervas del Cusco se repite en otras ciudades de la sierra, a vista y paciencia de las autoridades.  De hecho, en la misma Lima, aunque cada vez más familias  pagan todo a sus empleadas todo que legalmente les corresponde, son muchas las que no lo hacen.  Están las que ni siquiera dejan que las empleadas descansen el Día del Trabajo y las que buscan siempre una empleada “provinciana” con la intención de explotarla más.

Lamentablemente, el sostenido crecimiento económico, no se ha traducido en mejores condiciones de vida para la mayoría de trabajadores.  Recordemos a los nueve mineros informales rescatados hace unas semanas en Ica, a Medardo Gutiérrez que murió atrapado en una mina de Ayacucho o a los tres mineros fallecidos en Jicamarca en marzo.  Evidentemente, nadie se pone a trabajar en la peligrosa minería informal si no se ve impulsado por una situación apremiante… y son muchos los peruanos que viven esas situaciones de apremio.

La precariedad laboral atraviesa a millares de personas en el Perú.  Puedo pensar en los cobradores y los choferes de combi, que no sólo tienen un trabajo totalmente estresante, sino que mucha gente los detesta, como si tuvieran la culpa del trabajo que tienen.  Puedo pensar en los taxistas que manejan 12 horas al día para pagar el alquiler del vehículo… para encontrar pasajeros que regatean con total insensibilidad.   Puedo pensar en las obreras que trabajan en las peores condiciones de higiene y seguridad en Gamarra o en la cantidad de víctimas de accidentes laborales, como Rubén Mejía, el obrero fallecido en Miraflores el martes pasado al caer de un sexto piso.  No contaba con ningún implemento de seguridad.

El propio Estado refuerza esta situación, haciendo difícil que se formen sindicatos, lo cual es un aliciente para prácticas generalizadas de explotación.  En una respetable empresa, se pudo detectar que un supervisor abusaba de las trabajadoras de los services que hacían labores de limpieza, desde acoso sexual hasta forzarlas a comprar rifas.  El gerente se enteró, se contrató a un nuevo supervisor… y éste comenzó a cometer los mismos abusos.   “Como sabía que ellas no reclamaban, abusaban”, me dice un funcionario.  El service, claro, cumplía minuciosamente la obligación de descontarle los pagos de AFP a las trabajadoras.

Inclusive, gracias a la pasividad de las autoridades, el sueldo mínimo en muchos lugares del país parece un privilegio del que goza una minoría.  En Ayacucho he visto a los principales restaurantes anunciar públicamente sueldos  que eran 200 soles menos del mínimo.  Los casos de Gamarra o de la construcción hacen pensar que el precio del crecimiento de un sector económico suele ser la explotación de los trabajadores.  De hecho, así sucedió en Inglaterra durante la Revolución Industrial.

Sin embargo, no hay que pensar sólo en fábricas o talleres: así como detrás de una economía próspera puede haber trabajadores explotados, esto mismo ocurre en aquellas casas donde se espera que algunos miembros asuman los llamados “trabajos invisibles”, como el cuidado permanente de niños, ancianos o enfermos.  Se considera aceptable que una persona, normalmente una mujer, de cualquier edad, se dedique permanentemente a esta tarea.  No hay reconocimiento económico o afectivo por todo el desgaste físico y emocional.  Se asume que es parte de su rol o su destino.

Con todo lo que he escrito, puede sonar a sarcasmo pensar que el Primero de Mayo se deba celebrar algo, pero debemos recordar que hace unos días se publicó el nuevo Reglamento de Seguridad en el Trabajo (D.S. 005-TR-2012), que podría ser una buena alternativa, con una adecuada fiscalización… sanciona con prisión a los gerentes que atentan contra la seguridad de sus trabajadores.

Yo coincido con el abogado de la maestría en que efectivamente existe una explicación cultural para muchas formas de explotación, pero precisamente el reto pendiente es promover una cultura de respeto a los trabajadores y sancionar a quienes atenten contra sus derechos.


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Reflexiones Peruanas

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