El precursor de la última revolución cultural literaria de Latinoamérica se llama a sí mismo un 'lector de baño': "leo en el baño una hora... o más". Lanzarse a la aventura de Orsai demanda ese nivel de romanticismo. ¿Es rentable una revista de literatura de 200 páginas y sin publicidad en estos tiempos? No, pero qué más da.

Con varios libros y premios encima, el escritor argentino Hernán Casciari abandonó su país detrás de un amor en el año 2000, y se estableció en Barcelona. Pronto, la nostalgia de su tierra y de su barrio de Mercedes lo empujaron a escribir pequeños cuentos en el nuevo medio de moda: los blogs. "Todo lo que ocurría en Argentina, tanto lo doloroso como lo divertido o lo alegre a mí me llegaba siempre con una pátina de tristeza. Como el delantero que hace un gol y lo sale a gritar sin darse cuenta que atrás hay un juez de línea agitando la banderita. Esos cinco segundos del delantero gritando un gol que no fue", comentó en entrevista con Pedro Salinas, en exclusiva para LaMula.pe, en el marco del I Encuentro de Periodismo Cultural.

Pero Casciari no quedaría en Orsai. El link se esparció y el autor comenzó a descubrir que Internet tenía "más sentido que el chat y el porno. Se generó una comunidad de lectores e interacciones entre ellos". Pronto, saltó a las publicaciones (libros y columnas en La Nación y El País), y las entradas de Orsai pasaron a las compilaciones. Pero, como cuenta el escritor argentino, su paso por la industria lo alejó de sus lectores y lo llenó de preocupaciones respecto a las editoriales y la distribución. "No me estaba divirtiendo en absoluto. Estaba usando mi energía del día en solucionar problemas, más que en escribir".

Perder la plata "con alegría"

Y en el 2010 nació la revista Orsai, sin reparar en palabras como "puntos de equilibrio", "rentabilidad", "estrategia" o "target". Era (y sigue siendo) un juego y una utopía: "Hay unos problemas en el mundo real que son muy rompedores de sueños. Podés tener sueños trasnochados, te fumas un porro, con un amigo, pero después el mundo real te dice que hay aduanas, que la exportación del papel que vos querés duplicó su precio de un día para el otro, y ocurren cosas que son de las que se encarga mi mujer [administradora de Orsai]".

Enviar Orsai a otros países le sale más caro que distribuirla localmente, pero Casciari tiene otras fuentes de dónde "darle aire" a la economía de su revista. Porque sabe que responde a su público, que existe en base a las redes sociales, que gracias a ellas nacieron también la Editorial Orsai y el Bar Orsai. "Los grandes problemas de ciertas pequeñas revoluciones culturales tienen que ver con el egoísmo. [Por eso] lo que estamos haciendo es soltar, con la premisa de que los lectores puedan decidir. La gente sabe cada vez más lo que quiere", afirma.

Y se siente feliz así, romántico y despreocupado con las pérdidas mensuales de la revista. El punto está en divertirse.