Las barreras del lenguaje
El lenguaje es un recurso empleado por los seres humanos para comunicarse y entenderse. Pero se necesita voluntad de diálogo. El monólogo es improductivo, pero es lo que prevalece entre muchas personas y comunidades. El diálogo es fundamental en las sociedades debido a que permite la construcción de una misma realidad. Si no hay diálogo no hay realidad unívoca ni destino común.
En la mayor parte de los conflictos observamos personas o colectivos que se rodean con parapetos lingüísticos y edifican castillos retóricos inexpugnables. Lo hacen adrede porque saben que el otro no podrá trepar por esas palabras. A veces se construyen realidades ad-hoc que son válidas solo para unos. Pequeños mundos elaborados con palabras y frases filudas que hieren al primer contacto, atemorizan o incluso repugnan. Todo con tal de alejar a los intrusos y evitar que nos invadan.
Leer ciertas columnas me evocan estas imágenes. Algunos pintan escenarios escabrosos o paraísos de ensueño. Pero nada de eso existe en la realidad. Es decir, en la "verdadera realidad" y no en esa "realidad retórica" que es sobre la que nos hablan muchos de estos columnistas, una realidad castrada de su complejidad y simplificada en extremo para manipularla al antojo de uno y mostrarla como una caricatura. Hay que recordar que para los seres humanos la realidad se construye con palabras. El mundo de los seres humanos está hecho de palabras. Construir un mundo en la mente del otro es una tarea que demanda trasladar palabras. Nada más.
El otro gran problema que existe es un afán desmedido por la dramatización. Todo es elevado a la categoría de un drama. Así por ejemplo tenemos que la minería es una amenaza ecológica que destruye la naturaleza, que nos dejará sin fuentes de agua, eliminará la agricultura, la ganadería y la piscicultura, dejando en la miseria a comunidades enteras y condenará al país a vivir siempre del extractivismo, sin oportunidades de mayor desarrollo. Todo este drama pre fabricado con pura retórica es totalmente falso. Es el castillo retórico edificado por algunos pero toda esa argumentación es una completa aberración. Aunque es una aberración que muchos ingenuos creen y apoyan.
Obviamente la minería no tiene que ser todo lo que se ha afirmado. Muchos países del primer mundo tienen gran minería, empezando por EEUU, Canadá y Australia, y no han sido condenados a la miseria ni al extractivismo ni han desaparecido sus fuentes de agua, etc. Los problemas que obviamente acarrean, como toda actividad, tienen que ser inteligentemente manejados. En el Perú la actividad minera y la agricultura y agropecuaria conviven perfectamente en muchos lugares. Y, desde luego, la minería no impide que existan otras formas de desarrollo. Eso es obvio.
Pero como se observa, los antimineros emplean el lenguaje para no llegar al diálogo. Es un monólogo improductivo que no conduce a ningún lado. No se puede derribar un castillo retórico porque es vuelto a edificar de inmediato. Las pruebas de la "realidad" son desechadas porque ellos viven en su realidad retórica.
Lo mismo pasa con los anti abortistas cuando hablan de "asesinato", "niños", "hijos", "no nacido", etc. Nada de eso existe en el problema real. No hacen más que evocar una mera fantasía retórica. Y nuevamente estamos frente a una dramatización exagerada del problema. El aborto es una simple operación en que se interrumpe un embarazo en las primeras ocho a diez semanas de gestación, es decir, cuando no hay más que un embrión informe que no es una criatura, ni un bebe, ni un niño y, desde luego, no es un ser humano, ya que para serlo tendría que estar ya socializado y consciente. Se trata básicamente del problema de una mujer en concreto, cuya vida está por cambiar de una manera radical. Nadie más que ella tiene el poder de decisión. Sin embargo, se le exige que tome la decisión en las primeras ochos semanas, básicamente para no poner en mayor riesgo su propia vida.
No hay por qué hacer mayor drama generando fantasmas retóricos. No hay niños, ni asesinato ni nada de esas espantosas imágenes que la cucufatería tiende a evocar. El verdadero drama viene cuando hay madres adolescentes incapaces de asumir su responsabilidad y acaban abandonando a verdaderos niños en la miseria de una choza. En ese momento ya no están los cucufatos que dicen defender la vida "porque la vida es vida". No. En ese momento maldicen la realidad de miseria en que viven las mujeres en las barriadas, rodeadas de seis o siete niños desnutridos y sin padre. Porque no se olviden que todo el problema del aborto es para las mujeres más pobres y no para las que tienen el dinero para ir a una clínica y abortar como gente decente.
Mientras existan estos castillos retóricos inexpugnables está bien difícil que nuestra sociedad pueda comunicarse. Deberíamos hacer algo para simplificar el mundo, es decir, para desdramatizarlo por lo menos en el lenguaje, ya que la realidad es suficiente drama como para aumentarla con fantasía espantosa.
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