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PINTAS 2021

Publicado: 2012-07-18

Si no era lo de las pintas al monumento, iba a ser cualquier otra situación extraña o violenta la que se iba a levantar en la prensa como un acto contra la democracia. Y es que esta “noticia” estuvo perfectamente coordinada entre los medios más conservadores (por si acaso se reúnen y determinan el trabajo sucio cada semana o en reuniones de urgencia cuando la situación lo amerita); así como también estuvo planificada la ilegal “captura” de elementos “revoltosos”, casi “subversivos”, el día de la marcha; como lo demuestra el hecho de que los detenidos no hayan tenido nada que ver con las pintas.

Dañar un monumento es un delito y ello debe seguir su curso con una investigación y una condena en libertad, ya que es obvio que esto no amerita más que ello; y ahí acaba el asunto. Que por varios días el país tenga este hecho como parte aguas democrático (y no el asesinato de 18 ciudadanos), demuestra hasta qué punto nuestra pretendida modernidad se torna en involución propiciada directamente por los que aceptan que, lamentablemente, y lo diré como Julio Ramón: la vida de un indio (o de varios) vale menos que un chorro de pintura roja bajo el suelo que pisa el caballo del libertador.

Dosificación

Nos encentramos además otra cuestión obviada por los medios: la muerte sistemática de al menos dieciocho peruanos en conflictos sociales. Muertes dosificadas,  a cuenta gotas, de dos en dos o de tres en tres. Eso hace sospechar que existiría una política promovida desde la intolerancia e ineptitud de Valdez para no llegar a baños de sangre tipo Bagua, pero sí a asesinatos que mantengan a raya a los revoltosos y zaceen las ansías de un sector del país que no es capaz de entender la profundidad de la disyuntiva.

La disyuntiva una vez más se da entre la modernidad y el anti progreso. La modernidad hoy es la prioridad que se le debe otorgar al desarrollo de las actividades extractivas para que mantengan una adecuada relación con los sistemas naturales a los que hemos afectado más allá de toda lógica de proyección de la especie humana, y con las comunidades y su libertad de aceptar o no tal proyecto; el anti progreso hoy es la continuidad irracional de las prácticas que durante décadas vienen causando un daño irremediable al ambiente, desde una capacidad inacabable para evadir responsabilidades y normas, lo que lleva a tensiones que a lo largo de nuestra historia se repiten: insalvables ecos represivos, masacres escamoteadas, alianza militar empresarial.

Capricho centralista

No se trata de Conga y el capricho desmedido de Roque Benavides; eso es la punta de un iceberg, así como Mariátegui es sólo el catalizador de los más hondos prejuicios  y del racismo (volveremos sobre este tema); se trata de que en Conga hoy se juega la posibilidad, una vez más, de romper la  continuidad que el centralismo político ejerce sobre el país. Nuestra historia es en cierta medida una sucesión de promesas descentralistas malogradas, porque más allá de todos los cambios positivos que se vienen dando, el poder es Lima, y su mentalidad impone sus anteojos a casi todo aquel que llega a Palacio, así por diez años se la haya pasado criticando esa situación.

Mientras se tergiversan unas pintas, el mundo va lentamente hacia un distinto paradigma ambiental, no sólo necesario, sino condición para proyectarnos en este siglo de definiciones globales. Y cuando se logra poner en agenda una discusión trascendente (más allá de actores, intereses y errores), la conjunción de poder económico y mediático nos lleva al absurdo de hacer cuestión de Estado una manifestación de protesta que se da en cualquier parte del mundo: se hace patente el retroceso al que algunos empujan a la sociedad, en el cual un metal vale más que las vidas. En ese contexto “Marca Perú” es una ridiculez, una huachafada, una irrealidad paradójicamente tan similar al tajo abierto de una mina.

Es vital recuperar el sentido y la proporcionalidad de las cosas. Las pintas al pie del monumento son lo que son y listo, y si un juez determina una responsabilidad pues esa es su función. El dilema irresuelto que el país expresa desde hace siglos deberá enfrentarse, para al menos transitar hacia un entendimiento que permita democratizar la organización nacional. Si esto se sigue posponiendo con las mismas excusas de una república aristocrática revestida de leguaje inclusivo, el 2021 será sólo un remedo de lo que debería ser.

Alexandro Saco


Escrito por

Alexandro Saco

Corredor, activista por el derecho a la salud.


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