La naranja mecánica: lo que era y lo que casi nadie entendió
Desde que el escritor inglés, Anthony Burgess, publicó la novela "A Clockwork Orange" (La naranja mecánica) en 1962, las aventuras que el autor delegó a los personajes imaginarios de su obra escandalizaron a miles de lectores. Sin embargo, muchos fueron privados del verdadero sentido de esta distopía, ya sea por la censura de su último capítulo o por una adaptación cinematográfica que el autor casi desprecia.
El manuscrito original constaba de 21 capítulos, pero el agente de Burgess en Estados Unidos decidió suprimir el último.
En 1961 necesitaba dinero, aun la miseria que me ofrecían como anticipio, y si la condición para que aceptasen el libro significaba también su truncamiento, que así fuera.
Entonces, "A Clockwork Orange" se publicó en USA sin aquel fragmento que cerraba la obra con una oda al libre albedrío, lo que el autor considera más importante, «la elección moral». Por el contrario, la historia del personaje principal terminaba con un «sí, ya estoy curado», pues para algunos «no tiene demasiado sentido escribir una novela a menos que pueda mostrarse la posibilidad de transformación moral de los personajes».
The New Yorker publicó recientemente un texto escrito por Burgess en 1973 en el que el autor recopilaba todas las cuestiones que se había visto obligado a responder –tanto en América como en Europa– a raíz de la película de Kubrick.
1. La primera de ellas, el título. «La naranja mecánica» procede de una expresión popular cockney (una zona de Londres) que el autor escuchó en un pub de la capital: «As queer as a clockwork orange» (Tan raro como una naranja mecánica). Una expresión y una imagen «tan surrealista como obscenamente real», aseguraba el escritor; una maldad tan extrema que es capaz de «subvertir la naturaleza» y convertir una fruta en un autómata. Cuando unos años más tarde se le ocurrió una idea para una novela de ficción sobre un grupo de delincuentes juveniles, pensó que «La naranja mecánica» era el único título posible.2. El argumento. Antes de empezar a escribir, Burgess había leído «en alguna parte» que sería una buena idea liquidar el instinto criminal empleando una «terapia de aversión». Un método de condicionamiento conductual que al autor le horrorizaba en la medida en que anulaba la capacidad de elección consciente del individuo:«Mejor ser malvado por decisión propia que bueno por lavado del cerebro», aseguró Burgess. Eso es lo que diferencia al hombre de... una naranja mecánica, es decir, de «un hermoso organismo con color y zumo» sin una gota de voluntad.
El autor se opuso a esta forma de «violencia legitimada» –la agresión social contra la libertad individual lo es– a pesar de haber sufrido él mismo los efectos de la más detestable actividad humana: a finales de la Segunda Guerra Mundial, cuatro soldados estadounidenses violaron a su mujer, que estaba embarazada. Ella perdió el bebé a causa de la paliza recibida, y él no escatimó en escenas sexuales desagradables en el libro.
3. El protagonista: Alex DeLarge (Malcom McDowell). «Le di ese nombre por su naturaleza internacional (no podría existir un chico británico o ruso llamado Chuck o Butch) y por otras connotaciones irónicas», señalaba el autor. En primer lugar, es el diminutivo de Alejandro Magno (Alexander the Great), «aquel que conquistó el mundo», pero con el tiempo fue vencido, quedó impotente y sin palabras.
Alex reúne tres atributos que Burgess consideraba esenciales en el hombre: emplea un lenguaje elocuente y a menudo inventa palabras, ama la belleza (y la encuentra en la música de Beethoven por encima de todo) y es agresivo. Un antihéroe (un ladrón, un violador y un eventual asesino) para el que el camino correcto siempre estuvo abierto, pero decidió obviarlo hasta la edad adulta.
4. El lenguaje nadsat. «Teníamos los bolsillos llenos de dengo, de modo que no había verdadera necesidad de crastar un poco más, de tolchocar a algún anciano cheloveco en un callejón, y videarlo nadando en sangre mientras contábamos el botín...». Dengo, tolchocar y cheloveco significa en realidad golpear, dinero e individuo.
El autor empleó una versión rusificada del inglés, según sus propias palabras, para amortiguar la violencia de las escenas. Una cortina que oculta lo que de por sí ya era bastante explítico, invitando al lector a participar en un juego de interpretación y ambigüedad. «Convierte el libro en una aventura lingüística», señalaba el escritor, «pero la gente prefiere la película porque el lenguaje los asusta, y con razón».
(Con información de ABC y The New Yorker)
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Fotógrafo y videasta. Missing wanderlust. @amilkywaytrip
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