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Nadine no habla claro

Publicado: 2012-12-26

Cada quien tiene sus ideas sobre Nadine Heredia, la primera dama. En lo que a mí se refiere, al principio la vi con simpatía, debo confesar. Como alguien que insuflaba de sentido común y una dosis básica de racionalidad al desnortado y dubitativo esposo, de modales cachacos y pensamientos romos. Pero desde sus últimas “entrevistas” a Trome y La República, qué quieren que les diga, he llegado a la conclusión de que Nadine no parece muy honesta respecto de sus pretensiones de hacerse del poder. Dicho en fácil: podemos convenir en que nos está hueveando.

Hablo de su falta de claridad, obviamente. De la ausencia de rotundidad en un asunto que merece ser despejado porque suscita dudas, perplejidades, recelos. Y claro. Sospechas inquietantes. O latentes. Porque vamos. O no sabe hablar bien, algo que me parece difícil de creer. O está alterando la verdad. O simplemente se la está cepillando.

Porque –y esa es otra- observando sus ambiguas respuestas uno se pregunta si no estará pensando que los peruanos somos idiotas. Me sorprende –aunque, la verdad, en el fondo ya no tanto- que menosprecie la inteligencia de quienes seguimos de cerca la cosa política.

“Este es un tema recurrente de todos los periodistas, pero tal y como ya lo he dicho, ese no es un tema que forme parte de mi agenda. Tengo una agenda intensa, centrada en apoyar a mi esposo Ollanta”, dijo en Trome. Y bueno. En La República respondió casi lo mismo, vía cuestionario escrito, sin posibilidad de insertar una réplica como cuña. “Ya lo he dicho antes y lo repito ahora: no es un tema que forme parte de mi agenda de trabajo (…) No estoy pensando en el 2016”.

Es decir, se trata de contestaciones que parecen solamente gestos para salir del paso, de refutaciones típicas de políticos sin pudor. O lo que es peor, de salidas fáciles que pretenden ponerle punto y final al asunto dando por sentado que con artificiosos jueguitos de palabras se puede marear a la perdiz.

Naturalmente, en lugar de zanjar el asunto de una vez por todas, Nadine ha propiciado más especulaciones marcadas por la desconfianza. Y en vez de poner las cosas en su sitio, lo que ha conseguido es que cuando ahora uno ve a Nadine empieza a verle cierto aire en la mirada que nos evoca a Cristina Fernández de Kirchner. Y viceversa.

Llegados a este punto no nos queda sino ir resumiendo. ¿Era tan difícil encarar al toro y decir: “No voy a postular en el 2016”? Porque a ver si nos aclaramos. Que no esté en su agenda de hoy, no descarta que aparezca de súbito en su agenda de mañana. ¿Era tan complicado dar una respuesta como debe ser? Porque señalar “No estoy pensando en el 2016 (ahora)”, ya saben, no elimina la probabilidad que piense en ello en un futuro próximo. Así que, si no le molesta a la señora Nadine Heredia, la cosa sigue mereciendo una puntualización. O varias. Y ya. Faltaría más.

Porque como de costumbre, hablamos siempre de lo mismo en el Perú. De la posibilidad de que el político de turno pretenda entornillarse en el poder a través de reelecciones clandestinas, caletas, e impropias. Y encima, con el riesgo que una decisión reeleccionista -como la que parece anhelar Nadine- vuelva a poner en peligro la institucionalidad y la legalidad.

Pero así son las formas del político peruano. El atarante, la mecida, el cojudeo. Las técnicas de siempre, vamos. Y ojo. Ya aparecieron las primeras pintas. Y se ha comprado un kit electoral para dicha causa. Pero en fin. Como se puede apreciar, el asunto no es baladí. Ni baladá. Y nuestros políticos gobernantes, una vez más, son incapaces de resistirse a las delicias de una barata campaña de demagogia, matizada con la desvergüenza y el cinismo inherentes que exhibe aquel, o aquella, que nos quiere vender gato por liebre. Digo.


Escrito por

Pedro Salinas

Escribe habitualmente los domingos en La República. En Twitter se hace llamar @chapatucombi. Y no le gustan los chanchos que vuelan.


Publicado en

La voz a ti debida

Un blog de Pedro Salinas.