¡No te creo!
Sabes lo aburrido que es sentirse culpable de algo que uno desconoce, y por el sólo hecho que esa persona es así de suspicaz? Es casi como vivir condenado a no saber en qué momento será uno desaprobado, casi sin haber rendido algún tipo de evaluación. Lo he vivido, no lo he disfrutado, me ha pasado que he desconfiado mucho de aquella, y sin duda alguna, muchísimas tampoco confiaron en mí. Es tan fácil desconfiar? Por qué los abuelos podían jactarse que sus mujeres les resultarían fieles hasta la muerte, y hoy por hoy, lo más probable es que si no le diste el cuidado que ella en “ese” momento requería, lo más sencillo será deducir que estará tirándose a “otro” sólo porque no le cumpliste un capricho.
Conversaba con unos amigos que tienen 16 y acaban de salir del cole. En mi época la fiesta de promoción era el tonazo, y la verdad es que el tonazo siempre terminaba con que muchos se escapaban con la enamorada de turno a algún hotel o casa vacía de alguien para dar rienda a un sexo descontrolado. Ahora es igual, sólo que por ejemplo ya no se va a un hotel, o casa, sino que ellos alquilan suites, o un departamento para poder chupar desaforadamente y para usar las habitaciones por turnos y para lo que les diera la gana.
Ahora bien uno de ellos, Angelo, me contaba que el tono estuvo bestia, que la borrachera estuvo increíble, pero que claro la combinación tono y borrachera no le hicieron mucho bien y sólo se quedó dormido en la suite. A los 16 años yo creo que uno solo piensa en chicas, borracheras y, por allí, algún deporte –surf? skate? Sin duda, lo más triste fue que la enamorada de Angelo se va al famoso intercambio que hacen los colegios peruano alemanes, y ni modo, serán algunas semanas en las que no la verá, y sólo por eso, ese mismísimo día de inicios de enero se había gastado más de cien lucas en comprarse una botella de whisky y tomárselo solo, "a tu salud porque te vas". Cuando le pregunté por qué lo hizo? Me miró con cara de absoluta despreocupación –la típica cara alpinchista- y me dijo: “Lanatta, tú crees que no se va a tirar a medio Alemania?”.
Le comenté la lógica, si ella se podía tirar a cuanto bávaro se encuentre, en consecuencia él podía tirarse a cuanta perucha quisiera. Error! “No, Lanatta! Es Europa, el sexo a mi edad es más sencillo de lo que habrá sido en tu época, hoy te miran y te dicen vamos a tirar, de hecho ellas mismas llevan los condones en el bolsillo, tú sólo eres el oferente de turno”. Sinceramente me dejó frío, era extremadamente pragmático y sentenció “las peruanas son para hacerles el floro o invitarles algo y convencerlas, es muy jodido acá, pero fuera se alocan”.
Así, me dejó en claro que él a sus 16 años, ya sabía lo que era perder a quien quería, no porque hubieran roto, sino porque esa suspicacia que alimentaba sus entrañas, simplemente le iba a imposibilitar seguir con ella a su retorno. Podría haberle lanzado aquel refrán de la abuela de que “ojos que no ven, corazón que no siente”. Pero era lógico, él no quería ya más de ella.
Cuando hace unos meses recibí una llamada telefónica a altas horas de la noche de mi madre, sólo respondí dos monosílabos para darle a entender lo inapropiado de su comunicación. Pero la persona con quien estaba, simplemente se incomodó, y sospechó mil y un cosas de quién y para qué me llamaban. Y recuerdo una relación en la que ella podía llamarme o mensajearme a la hora que creyera por conveniente, pero yo no a ella, y resultó bastante incomodo tanto así que fue una de las razones que influyó en mi alejamiento.
Sospechar y asumirse sospechoso es sinceramente más que incómodo, nefasto. Ojo, no son mis posts un tratado de psicología, ni pretenderán serlo jamás, pero me doy cuenta de algo, todos los seres humanos creemos o queremos confiar en algo o alguien, y eso incluye la mismísima fe religiosa. Queremos creer que el mundo será mejor, queremos que no haya más guerras y todas las buenas intenciones del planeta, pero siempre en distante, siempre un poco más lejos de nuestro plano personal, pero cuando ese querer creer se acerca mucho, al punto de ser la persona que tenemos al costado mismo, el asunto cambia, ya no es tan igual. Yo puedo decir que hace muchísimos años dejé de creer al 100% en alguna pareja que haya tenido. Más de una vez le habré dicho a esa persona que confiaba en ella a ojos cerrados, no siendo en absoluto verdad. Ni qué decir, de aquellas apariciones súbitas mías en la oficina, negocio o casa de alguna novia mía, claro el floro de siempre fue aquel “querer sorprenderte cariño”, era absolutamente cierto, sólo que era para comprobar, y quizás “sorprenderla” con otro –y sinceramente más de una vez me pasó.
Entonces quién cree a quién? Deberíamos irnos todos a terapia? Existe alguna fórmula mágica dada por algún psicólogo o psiquiatra que nos permita confiar? Qué obliga a que la novia de Angelo no se tire a todos los alemanes que pasen por su vereda? Sería feliz ella haciéndolo? O lo haría necesariamente? Qué me obliga a mí a creer que de verdad no me engañarán, me sacarán la vuelta o me dejarán como un simpático cornudo de exhibición? Por qué yo le debo creer a ella, si ella no cree en mí?
Resultado? Lo único que podré decir es que ese sostener una relación es conllevar un balance, y ese balance implica el aporte o apuesta de sus partícipes. Podría incluso compararlo con un banco, en el que uno pone su dinero en un fondo de riesgo esperando mayor rentabilidad. Claro, el banco mismo nos asegura que hay otros fondos más seguros, pero a mayor riesgo mayor beneficio. Eso simplemente no se verá el primer día o semana, tendrá que pasar mucho tiempo y los resultados hablarán más que las historias.
Lanatta.
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