Las patrullas islámicas en el norte de Mali
Jose Calvente
Licenciado en periodismo y ciencias políticas, trabaja en la actualidad para Oxfam en Mali dirigiendo el departamento de desarrollo. Además estuvo en La Haya y Nueva York colaborando con la Coalición por la Corte Penal Internacional y la Fundación del Colegio de Europa en Bruselas.
Una crónica de los sucesos en Mali
La patrulla islámica sustituyó a la policía estatal tras la huida de las instituciones malienses de las tres regiones del norte ocupadas por los grupos terroristas que hoy hacen la guerra al ejército apoyado por las tropas francesas.
La retirada de las ciudades -a la carrera- por parte del ejército y del resto de las instituciones del país dejando abandonada a su suerte a la población dejó un vacío, potenciado también por el golpe de estado de marzo contra el presidente A.T. Toure que llevó al país al derrumbe. Este contexto de derrumbe del Estado provocó la aparición de nuevas instituciones, nuevos alcaldes y prefectos, y de la policía islámica que instauró un régimen de terror basado en la aplicación estricta de la sharia.
Gao era una ciudad de más de setenta mil habitantes, no muy lejana a la frontera con Níger. Hoy no quedan más de la mitad por el éxodo masivo provocado por la entrada de las milicias yihadistas. En la ciudad durante todos estos meses, la población que prefirió quedarse ha visto saqueados los bancos y reducidos los artículos disponibles en el mercado y sus hábitos han sido apuntalados y reformados con la potencia de una cincha reductora implacable que ha ajustado hasta el límite de lo soportable la libertad humana. La policía islámica patrullaba frecuentemente las calles, revisando la indumentaria de las mujeres, manteniendo el control sobre ciertas prácticas como fumar o escuchar música y aplicando estrictas normas sobre las relaciones de pareja. Los guardias de esta policía hacían guardia a la entrada de los hospitales y negaban el paso a las mujeres que no llevaban puesto el velo.
En la policía islamista de Gao se podía encontrar a gente de muchas nacionalidades, lo que provocaba la ira soterrada de los locales, vejados por el arbitrio de gente como Abdou de Costa de Marfil, Amadou de Níger o El Hadj de Senegal, en esta especie de “internacional de la fe”. Estos movimientos radicales han logrado aglutinar dentro de una corriente global extendida por gran parte del mundo musulmán, el descontento sobre la acción occidental vestida a menudo con tintes neocoloniales y promueven un peligroso efecto de “mancha de aceite” basado en estos pecados occidentales y en una propaganda efectista.
Las gafas de sol tapan la cara de Aly, luchando por ocultarla aún más con su barba rala y larga. Aly cuenta que antes de la “liberación” de las provincias del norte, pertenecía a la secta islamista Boko Haram ("La educación occidental es pecado"), que ha dejado más de 500 muertos en el norte de Nigeria solo en 2012. Habla de Mali como de una tierra prometida y afronta la batalla contra los infieles franceses dispuesto a morir si así lo marca la voluntad de Dios. Bienvenido a casa de los musulmanes, parece decir obviando que luchan contra un país donde más del noventa por ciento de sus habitantes profesa la fe de Ala, aunque de una forma algo más pacífica.
Aliou Touré es el jefe de la policía islámica de Gao y aparece de repente. Tiene barba espesa, la piel no tan clara y estatura elevada. Touré es, en realidad, uno de los pocos milicianos oriundos de Gao en la patrulla islámica de la ciudad. Aliou Touré es el gobernador que Mujao colocó en la ciudad para dirigir la nueva policía de defensa de la fe tras la conquista de las regiones del norte de Mali. Antes de la llegada de los islamistas a la ciudad era un vendedor de cuero y pieles próspero y respetado.
Durante sus primeras semanas de reinado se sintió cada vez más poderoso y empezó a dejar la huella de su trazo salvaje y autoritario. Como el actor que se mete en un papel que acaba por devorar a la persona, Aliou comenzó a dejarse llevar por los delirios de una lucha entre la ensoñación y la realidad polvorienta y poco agradecida del Sahel y comenzó a aplicar salvajes castigos a conocidos y antiguos clientes de la tienda de cueros. Además, el guion exigía cada vez más escenas de terror fanático y demencial en una puesta en escena que se fue apoderando de las tres regiones arrancadas al control de Bamako, dejando tras de sí un halo de muerte y dolor, amputaciones salvajes y miedo que facilitaba la tarea de control de la población.
Poco a poco, en un juego estratégico, los tuaregs del MNLA, únicos detentores de legitimidad histórica en este desorden de grupos combatientes, fueron apartados y barridos por las tres facciones radicales y fueron sacados incluso con armamento pesado de la ciudad de Gao que dominaban desde el levantamiento contra Bamako en enero del año pasado. El grupo laico tuareg MNLA dominaba Gao, mientras que el Al-Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) controla Tombuctú y Ansar Dine la región de Kidal en este feudalismo macabro, antes de que las facciones radicales comenzaran a eliminar a los miembros del MNLA. El MNLA acabó perdiendo el control de Gao y Aliou fue colocado por Mujao al frente de la policía islámica.
Mujao, movimiento escindido de AQMI y verdadera selección internacional de yihadistas, sacó al MNLA de la ciudad a golpe de armamento pesado en una batalla final a principios de diciembre que dejó más de cincuenta muertos entre ambos bandos rebeldes y ofreció definitivamente una nueva relación de fuerzas. Desde entonces, el Movimiento Nacional de Liberación de la Azawad ha buscado distanciarse de este movimiento radical que lucha ahora contra el ejército francomaliense, esperando en la sombra una nueva oportunidad. En Bamako se acusa a los tuaregs de esperar con las manos abiertas ayudas de la capital mientras se dedican al pillaje y al contrabando, y de no contribuir a la convivencia conjunta pese a que ocupan cargos en la Asamblea nacional, ostentando algunos privilegios. Los vecinos de Bamako los acusan igualmente de esperar cualquier debilidad del estado para rebelarse contra él, en un juego infinito de oportunismo.
Mujao acudió a Gao con mercenarios llegados de todo el mundo, la mayoría de ellos paquistaníes, para realizar la lucha al ejército maliense. Aliou en su mandato de defensa de la ortodoxia religiosa mandó acabar con un locutor de radio que había protestado contra la amputación realizada a ladrones en la ciudad. El locutor fue hallado al borde de la muerte tirado en un camino, abandonado por sus torturadores cuando creyeron que había muerto. Su trayectoria forjada a través de su puño de hierro, dejó un trago amargo y numerosos episodios que potenciaron claros deseos de venganza entre los habitantes de Gao. Se cuenta que le quitó la mujer a un campesino para dársela como esposa a un combatiente yihadista que había coqueteado con ella, alegando que el campesino no era capaz de ocuparse de su mujer como un buen musulmán. Las reminiscencias feudales no solo se encontraban en un poder que desdeñaba todo avance y lo rechazaba como algo malévolo creado por Occidente para eliminar la verdadera fe condenando a sus habitantes a vivir en el pasado, sino que también impulsaba una versión de la justicia dominada por los caprichos de los salvajes jefes locales.
Sin embargo, en los documentales de historia a menudo vemos como este tipo de gente cae en desgracia. Y siempre fascina a los rincones más morbosos del espíritu humano ver la violencia sufrida en la piel del que otrora fuera el personaje más poderoso de un lugar, el sadismo del hombre común que se nutre de la aplicación de la violencia sobre quien tanto la ha disfrutado. La violencia y el poder sobre la vida de los demás nos reducen a perros rabiosos y la condición humana parece no encontrar límite en la producción de nuevos episodios de horror inolvidables.
Finalmente, el jefe de la policía islámica de Gao empezó a sentir el miedo. Notaba que todo no era como antes, cada vez estaba menos presente en las decisiones de la cúpula de Mujao, apenas contaban con él y empezó a observar alarmado que se producían reuniones en las instalaciones de la policía a las que no se le invitaba. Aliou se dio cuenta de que había perdido el apoyo de la mayoría de pakistaníes que controla Mujao. Suele pasar. Las traiciones, las envidias, el atractivo del poder hace que caminar sobre el filo de la navaja resulte muy complicado. Y debajo no suele haber nadie para recogernos cuando tropezamos.
Alguien que conoce bien los métodos de Mujao sabía que ya no había marcha atrás. El comerciante supo entonces que lo mejor era fugarse. Tras dos intentos sin éxito, fue detenido a bordo de una piragua en el rio Níger, oculto entre mercancías que salían rio abajo hacia Niamey. La policía islámica, de la que fue líder, lo llevó a un campo de concentración cerca del aeropuerto de Gao y preparó su versión a los vecinos para justificar la desaparición. Comunicó a todo el mundo que el comerciante había partido para realizar una valiosa misión de la que dependía el futuro de la hermosa causa del Profeta. “Y puede que no regrese vivo”, añadió.