HOMENAJE AL 8 DE MARZO. ADELA MONTESINOS SIEMPRE
POR EL DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER
8 DE MARZO DE 2013
Por Charo Arroyo
UN RECUERDO DE ADELA MONTESINOS
Por el Día Internacional de la Mujer 2013, he deseado volver a publicar esta entrevista con la querida Adela Montesinos, una de las primeras luchadoras por los derechos de la mujer y, además, poeta. Sus palabras conservan toda su vigencia 38 años después.
Conocí a Adela Montesinos en 1975 y quedé cautivada por su personalidad, su inteligencia, su sabiduría. Tuve la suerte de cultivar su amistad y que se creara entre nosotras una corriente de simpatía y cariño.
Este reportaje, me parece que el último que se le hizo, se realizó en su cálida casita de Coronel Zegarra adonde llegué muchas veces a almorzar y donde pasé inolvidables momentos conversando con esta mujer que nunca perdió su combatividad y su claridad ante los problemas sociales y políticos de nuestro país.
Al cumplirse un año de su partida física (1910-1976), se le rindió un homenaje en la Unión Popular de Mujeres de Ica; estaba programada Magda Portal para decir el discurso de Orden y, por motivos de salud no pudo asistir, entonces fui requerida por la familia Espinoza para reemplazarla.
Para mí fue un reto y un gran honor poder hablar de una de las personas que más he admirado y que más huella ha dejado en mi vida. Fue la primera vez que tenía un encargo tan importante, y creo que cumplí a pesar de lo emocionada que me sentía. Contribuyó a eso mi gran reconocimiento, admiración y cariño por Adela que no han disminuido con el paso del tiempo y que será imperecedero.
Reportaje publicado en la revista Intimidad N.º 31 de junio-julio de 1975
ADELA MONTESINOS, MADRE Y REVOLUCIONARIA
Por Charo Arroyo
A la mujer se le golpeó de mil formas. De bello –y mero- objeto de adorno pasó a ser víctima de la más cruel explotación en las fábricas u objeto de discriminación en sus labores profesionales. La mujer, “sensible y débil”, merecía un tarto especial y ese trato se tradujo en su más absoluta dependencia del hombre. Pero en el caudal de los cambios sociales, la mujer ha bebido el germen de la liberación. Y ha asumido su papel. De dependiente ha pasado a ser colaboradora, de sumisa ha pasado a ser combativa y luchadora. Pero no masivamente. Subsiste, desgraciadamente, una inmensa mayoría que, por temor o conveniencia, prefiere ser la flor en el ojal de un hombre.
Frente a esas mujeres existen las que, en todas las épocas y bajo todas las circunstancias asumieron su papel de seres humanos conscientes. Adela Montesinos es una de ellas.
“Nací, por casualidad, en la ciudad de Lima, en 1910. Soy de familia arequipeña y me siento yo misma arequipeña. Mi padre fue chelista y la vieja casa paterna estaba siempre saturada de música y de luz del panorama arequipeño. Era una casa grande, nosotros fuimos muchos hermanos y en ese ambiente la fantasía infantil se multiplica.
No tuve sino el segundo año de instrucción primaria, desgraciadamente. Eso me colocó en permanente situación de desventaja a lo largo de la dura vida que he llevado. Siempre fui lectora empedernida y desde muy joven tuve inquietudes sociales, sobre todo con respecto a la situación de las mujeres dentro de los cánones sociales establecidos. Poco tiempo después de casarme mi esposo fue detenido y mantenido en prisión durante casi un año (lapso en que nació mi hijo Guillermo) y posteriormente desterrado a Chile por comunista, bajo la dictadura de Sánchez Cerro. Allí murió tuberculoso poco después. Me quedé viuda antes de cumplir 24 años, con un hijo pequeño. Tuve que hacer todo tipo de trabajos: obrera, correctora de pruebas, etcétera.
En 1937 volví al Perú después de cinco años de ausencia. A recomenzar mi trabajo. A escribir cuando tenía tiempo. Poco después me volví a casar con Gustavo Espinoza y fuimos a vivir en el valle de Tambo. Cuando tuvo él que recorrer todo el sur, lo acompañé invariablemente. Esa fue una de las experiencias más valiosas en relación con la realidad de mi patria: los campesinos del valle con los que conviví casi diez años y la mísera realidad de nuestra sierra sureña cuyo recuerdo me ha acompañado siempre.
Radico en Lima desde 1955 y solo el año pasado me animé a publicar mi libro Arcos hondos, cuyo prólogo escribió hace casi 30 años el inolvidable e ilustre vate César Atahualpa Rodríguez.
Sabemos que desde muy joven has sido una gran luchadora social, que defendiste los derechos de la mujer en una época que hacerlo era considerado casi inmoral. Cuéntanos sobre eso: tu lucha, tus sufrimientos, tus logros.
Sí, es verdad que más o menos desde los 19 años en que empecé a sentirme ciudadana, percibí y palpé la inferioridad de condiciones en las que se desenvolvía la mujer. Todo era oscuridad. Todo era atraso. La mujer estaba tan engrilletada a una serie de prejuicios y conceptos absurdos y retardatarios que no osaba a veces ni a levantar la cara.
Me fue indignando tanta injusticia. ¿A qué joven no le indigna la injusticia? Había que hacer algo para arrancar las telarañas de todas las conciencias. ¿Qué joven no se siente dueño de la verdad? Me sentí capaz de expresar mis ideas, me di a la tarea de escribir. De inmediato lo hice, temiendo, sí, herir susceptibilidades familiares (no estaba muy segura de mi manejo del idioma, además mi familia ocupaba conspicua posición) y opté por usar un seudónimo, Alma Moreva, genuina expresión de nobleza y juventud: Alma, espíritu; Moreva, mora, habita. Va.
Y salí así a la palestra, defendiendo a la mujer aplastada, sojuzgada, oprimida, engañada, abandonada. Naturalmente se sacudió el campanario. Y si bien es cierto ─existen documentos comprobatorios de estos acontecimientos─ que la inmensa mayoría de mujeres me aplaudió, agradeció y acompañó por mi actitud sana y honesta, hubo quien me injurió e insultó en forma que no voy a calificar pues la misma vida se ha encargado de hacerlo. Yo tenía 20 años. Personalmente, familiarmente, socialmente la vida me sonreía. Pero tenía ojos y veía, tenía oídos y escuchaba. No era sorda, ni ciega, ni muda. Y tenía un corazón y no una piedra, es decir, percibía la tragedia en que se debatía la mujer. Si podía defenderla, ¿cómo no iba a hacerlo? ¿Cómo no reaccionar con estupor al ser calificada la madre soltera como impura y relajada? ¿Qué podía sentir al leer que una mujer que había perdido la integridad física sexual no tenía honor ni virtud? Hace de esto más o menos cuarenta y cuatro años.
Desde entonces he batallado, conservando el aliento que me brindó mi pueblo, toda la juventud, todas las mujeres me testimoniaban en diferentes formas su agradecimiento, su afectuosa admiración.
En verdad, no tengo palabras para describir la inmensa e íntima alegría que sentí al escuchar al presidente Velasco, el día de su mensaje del Plan Inca, referirse a la mujer peruana. El Plan Inca era darme la razón. Estuve en lo justo desde los 20 años. La mujer tenía y debía ejercer sus derechos: igualdad absoluta, trato justo a la madre soltera y a sus hijos. La madre soltera, como lo decía, merecía toda nuestra protección, nuestro apoyo. Simplemente, las personas como yo nos adelantamos un poco a la historia.
¿Era amplia la participación de la mujer es ese entonces?
Si aún hoy la participación de la mujer en las actividades del país es reducida, es de imaginarse lo escasa que era antes.
¿Qué se logró concretamente en las luchas en las cuales participaste?
El hecho más importante y trascendental fue la huelga de telefonistas. Zoila Aurora Cáceres, prestigiosa feminista peruana, estaba a la cabeza del movimiento. Esto fue en 1931. Me parece recordar que uno de los logros de pliego de huelga fue el derecho de las trabajadoras a sentarse. Se les obligaba antes a mantenerse de pie. Son pasajes de vida tan olvidados que casi no recuerdo detalles.
Sabemos que eres sensible poeta, háblanos de tu poesía y de cómo lograste conjugar la triple misión de madre, militante y artista.
La poesía ha ocupado en mi vida un lugar primordial y subsidiario aunque parezca paradójico. Primordial porque la poesía vivía adherida a mí, porque la sentía presente a cada instante, en ese diario y duro batallar por donde discurría mi vida dentro de cauces económicos antagónicos y diametralmente opuestos al mundo poético. Y debido a ello, la poesía me resultaba una cosa simplemente compensatoria o subsidiaria. Creo que en mi poesía ha influido fundamentalmente la vida misma: personajes sencillos y ajenos a lo que convencionalmente se llama el quehacer poético, la preocupación por la suerte de los desheredados y la presencia de mi marido, de mis hijos (apenas tres) igualmente sensibles a las angustias de la época y todos ellos habitantes conmigo y siete nietos de una casa más grande aún: la del futuro.
También ha influido en ella todo cuanto he alcanzado a leer, desde la poesía de la Biblia hasta los escritos de Lenin, Dostoievsky hasta en rima y cadencias verticales, sino también en prosa… como los cerros de que nos habla Vallejo: “paquidermos en prosa cuando pasan y en verso cuando páranse”
Creo que la poesía está en la vida. Creo que el cambio social es poesía, y poesía de la mejor clase sin dejar de ser motivo poético. Y en una situación como la que vive el mundo hoy, es la más sublime de las motivaciones.
¿Cuál sería tu opinión acerca de la importancia de la participación de la mujer en la sociedad en que vive? ¿Cómo facilitar esa participación, cómo incentivarla? Y de hacerlo, ¿en qué forma puede participar?
Las mujeres constituyen poco más del 50 por ciento de la población del país. Por lo tanto su incorporación a la tarea productiva del país es decisiva y fundamental. No es posible que mujeres en plena capacidad física y mental constituyan un peso muerto para el desarrollo del Perú. Pero para una participación real y efectiva es necesario establecer algunas bases: educación sin distingo ni discriminaciones a todos los niveles, su incorporación a la vida económica como requisito indispensable para obtener independencia económica personal a condición de que su salario sea justo; plena igualdad política, económica y social. Para facilitar su incorporación a la vida del país, el Estado deberá asumir su responsabilidad de protección tanto a la madre como al hijo, cualquiera que sea su situación económica o social, asegurar la alimentación básica de los niños, implantar guarderías infantiles, proporcionar a la mujer toda la información necesaria para decidir con verdadera libertad el número de hijos que desea tener, etcétera.
Dándose estas condiciones, la mujer irá gradualmente encontrando su propio camino como persona y aportará al país en todos los campos, en la medida de sus posibilidades.
¿Crees que actualmente ha cambiado la posición de la mujer?, ¿hay progresos en cuanto a su desarrollo como miembro de esta sociedad?
La mujer, al igual que el indígena y el obrero, estaba convertida en instrumento de explotación, se le negaban incluso sus más elementales derechos, los que sí alcanzaban, en circunstancias especiales, indígenas y obreros. Es decir, su condición era poco menos que inhumana y si bien es cierto que, en las actuales condiciones, eso ha variado un poco, debido a la acción individual o colectiva de muchas mujeres, su participación en la vida nacional como persona activa y pensante es casi nula, puesto que su esfera de acción continúa reducida a la estrechez del trabajo hogareño.
Los condicionantes culturales dados a través de las costumbres, usos y formas de vida que le han sido impuestas por la sociedad machista y patriarcal, le ha fomentado un papel pasivo, timorato y dependiente. Analfabeta, ignorante y sin instrucción, en su mayoría, sumida en el fanatismo religioso, la mujer carece de conciencia frente a su situación. Sus derechos se reducen a ser un mero apéndice del hombre a quien le pertenece, meta por cierto sostenida y santificada por la sociedad actual a través de sus instituciones.
La actual coyuntura política que vive el Perú, dentro de un proceso que se ha proclamado socialista, libertario y humanista, permite vislumbrar una salida diferente para la condición actual de la mujer, puesto que su participación en los cambios y transformaciones depende, en gran medida, de su voluntad para quebrantar ese papel sumiso para incorporarse, libre de prejuicios y ataduras, al quehacer de la vida nacional.
Sabemos que en los países socialistas la mujer ha logrado su más alta dimensión, ¿podrías decirnos cuáles consideras que son las causas fundamentales de esos logros?
Indudablemente que la igualdad en cuanto a educación ha permitido a las mujeres de los países socialistas estudiar y destacarse dentro de todo tipo de actividades creativas, desde el ballet hasta la medicina. Además, se parte en los países socialistas del criterio de que tanto el hombre como la mujer tienen la responsabilidad y la obligación de la educación de los hijos. Liberada en esta forma la mujer de la responsabilidad total que tiene en nuestros países, porque el hombre no asume su parte en la tarea, esto le permite crear un hogar de condiciones mucho más sólidas, basadas en el compañerismo y la absoluta igualdad que le sirven a ella también de plataforma para proyectar su vida hacia la comunidad.
La mujer dispone, asimismo, de todo tipo de protección para su mejor desenvolvimiento como madre: subsidios, información médica de todo tipo e incluso premios por su labor maternal. En Bulgaria, por ejemplo, la madre que tiene cuatro hijos es declarada heroína y recibe el salario que ganaba sin volver al trabajo. Se considera que, en ese caso, su aporte a la sociedad está en educar a sus hijos.
Nuestro país vive un proceso de cambios notables, ¿crees que se dará esta liberación de la mujer en el sentido de su participación en todos los campos del trabajo, la igualdad social y económica, y la igualdad en los derechos?
Sí, a medida que las transformaciones económicas afecten la base de la sociedad, irán paulatinamente transformándose las superestructuras. Es difícil cambiar la mentalidad de las personas. Las mismas mujeres se resisten a vivir de manera distinta. Es una lucha contra todo un sistema establecido a lo largo de los siglos, pero cada día se avanzará aunque sea un poco.
Nadie mejor que tú puede captar las diferentes realidades existentes en nuestro país desde la época que empezaste tu lucha y el momento actual. ¿Podrías decirnos las ventajas que propician actualmente el logro de las aspiraciones de todas las mujeres progresistas?
En este momento es una ventaja indudable el proceso de transformaciones económicas y sociales por las que atraviesa el país. El viejo mundo lleno de prejuicios y de rígidas convenciones sociales ha comenzado a desmoronarse y eso abre nuevos horizontes para la mujer que busca incorporarse a la población económica y culturalmente activa.
Por eso yo quiero aprovechar de esta oportunidad para hacer un llamado a todas las mujeres, invitándolas a participar activamente desde sus diferentes posiciones: como madres, teniendo sumo cuidado con la formación de los hijos, no hagamos de ellos seres egoístas, individualistas; enseñémosles a pensar en términos de comunidad, de patria, de pueblo, démosles una nueva mentalidad, amplia, donde la mujer tenga un nuevo lugar digno, justo; como esposa, manteniendo su personalidad, siendo ella misma y no un apéndice del esposo o de los hijos; como militante de un proceso, participando plenamente en él, identificándose con todas y cada una de las medidas que signifiquen liberación económica de nuestro pueblo de todo tipo de dominio colonial; y como trabajadora, laborando al máximo de rendimiento en la producción y el engrandecimiento del patrimonio nacional.
Gracias, Adela, tus palabras marcan derroteros a todas las mujeres progresistas.