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NO

Publicado: 2013-03-14

Lima, la capital del Perú, pasa por una encrucijada con la votación de revocatoria a Susana Villarán.  Son tiempos de decisión que implican un compromiso serio y profundo con los valores y virtudes que deberíamos exigirle a los políticos (a todos, sin excepción).

Un consorcio de turbios intereses nos quiere llevar de la mano hacia los terrenos donde ellos se mueven con particular destreza. Hemos asistido a una escenografía de fantoches y mascaradas, donde los titiriteros mayores, personajes derrotados en las pasadas elecciones, buscan volver por la puerta falsa, haciendo la del tinterillo, sacándole la vuelta a la legalidad para construir una farsa (como bien sabemos, en el Perú la figura de las revocación ha sido torcida y deformada a tal punto que resulta arma predilecta de los perdedores de elecciones para desestabilizar a las autoridades elegidas).

El NO contra la revocatoria de Villarán es un voto racional, pero sobre todo ético. No significa una carta blanca para una gestión discreta, con varios errores (que se han ido magnificando ante un aparato de comunicaciones medroso e ineficiente, aunque con una actitud permanente por hacer mea culpa y enmendar).  Tampoco una lavada de cara a un estilo de gobierno que requiere urgentemente buscar alianzas tecnocráticas transparentes pero pragmáticas, que le den un mayor respiro a un tanque de ideas que a veces parece entusiasta, pero también se percibe confusa en ocasiones.

Votar por el NO, sin embargo, es ser responsable. Intentar la construcción de procesos de convivencia social democráticos, pluralistas y exitosos.

Votar NO es creer en la reforma de transporte, que intenta cambiar el caótico aspecto del parque automotor y el desastre vehicular que se han ido acumulando tras años de informalidad y prebendas, en los que aventureros como Julio Rau Rau, agresivos y corruptos, quieren convertir las calles de la ciudad en su feudo personal.

Votar NO es defender el principio de autoridad contra el comercio informal y las mafias mayoristas/minoristas que intentan manejar a sus anchas un canal importante de ingresos económicos. Ninguna autoridad se había enfrentado políticamente a este problema como ahora la alcaldesa (seguramente por cálculo político y cobardía propia de quienes buscan quedar bien con estos financistas y padrinos de proselitismo).

Votar NO es optar por la continuidad de la ejecución de proyectos y obras que se han previsto (por un monto de más de siete mil millones). Según estudios realizados, el nivel de ejecución de gasto del presupuesto ha sido mayor en la actual gestión edil que, por ejemplo, en la de Luis Castañeda, la mano que mece la cuna de esta campaña.  El mote de ineptitud e ineficiencia termina siendo una afrenta a la inteligencia, en ese sentido (a menos que nos dejemos llevar por las apariencias y por las medias verdades).

Votar NO es permitir que la política cultural de esta gestión, una de las más importantes, dinámicas y constantes que le he visto a la ciudad y una de las mejores de Latinoamérica, se mantenga. El desarrollo espiritual y la reivindicación del arte, la preservación de la memoria y la apuesta por la sensibilidad y la pedagogía importan a veces tanto o más que la avalancha de cemento.

Votar NO es, por fin, empezar a creer que el orden puede ser una alternativa para el crecimiento de una ciudad.

Creo en la honestidad de la alcaldesa Villarán, en su coherencia, austeridad y dignidad. Ningún tipo de acusación,  incluso la más artera, nos ha hecho  dudar de su moralidad con los fondos públicos, a diferencia de algunos de los que ahora, dan vueltas, cual carroña, sobre el cargo, y se rodean de personajes como Marco Tulio Gutiérrez, el Pastor Linares o se escudan en el Apra, cuya actitud de desestabilizar a todos sus rivales solo es comparable con su cinismo y conchudez.

Aunque no fue la candidata por quien voté en la elección pasada y aunque he criticado, acremente, algunas de sus políticas, sus omisiones, sus lentitudes y su autoindulgencia, confío en Villarán. No creo que esté haciendo una mala gestión (no peor en todo caso que anteriores alcaldes). No creo que robe. No creo que considero que el dios cemento y la pendejada sean el modo de vida de la gestión pública (y que por ello algunos ganen mucho, ilegalmente, a costa de todos).

El NO será una opción imperfecta, pero busca la unidad, busca las mejoras, busca el entendimiento y el desarrollo con inclusión. La otra opción, en cambio,  es una puerta abierta al caos y al desatino, un capricho financiado con plata de dudosa procedencia.

NO quiero corrupción para mi país, no quiero que las inversiones se detengan y no quiero que la inestabilidad se adueñe de nuestros próximos meses.  NO quiero que vuelvan todos los pícaros que han hecho de la municipalidad un botín de piratas. Lima NO puede parar (tampoco el país). Ojalá que NO.


Escrito por

Paco Bardales

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Publicado en

Diario de IQT

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