Neruda, ¿asesinado por el veneno del poder?
Este lunes se exhuma en Isla Negra el cadáver de Pablo Neruda para comprobar si esbirros de Pinochet le envenenaron con una inyección. Si así hubiera sido, valdría la pena incluso sacar a flote la dicha y desdicha tantas veces "teoría de la conspiración", alrededor del supuesto asesinato cada cierto tiempo de voceros de la izquierda latinoamericana.
Gracias a La Revista El Cultural llega a usted, estimado lector, una narración de los hechos que contextualizarían la muerte del poeta, y deslizarían, pues, pistas de despeje que reivindiquen la verdad detrás de esta tragedia.
Lo invito a leer y sacar sus propias conclusiones.
El 11 de septiembre de 1973 Salvador Allende se pegó un tiro con una escopeta que le había regalado Castro para no entregar el poder a Pinochet. Era el fin de la utopía de la Unión Popular Chilena. Los milicos le tenían cercado en el Palacio de la Moneda.
No había escapatoria. Antes la dignidad del suicidio que la humillación de la derrota. Así lo decidió en su fuero interno el presidente elegido por los chilenos en las urnas. Pablo Neruda escuchó por la radio la noticia. Fue un zarpazo de hielo para su maltrecha moral: desde hacía tiempo venía batallando con un cáncer de próstata que lo tenía contra las cuerdas.
"Estábamos en la casa de Isla Negra, preparando el desayuno. Neruda se tomó la cabeza y acusó un fuerte dolor en el vientre. Pensamos que era por efecto de la conmoción, pero a partir de ese momento su estado fue empeorando y nunca se recuperó". Es el testimonio que una vecina del poeta ofreció en al diario Popular. De hecho, Pablo Neruda murió sólo doce días después, el 23 de noviembre.
Según la versión oficial, por la metástasis provocada por el tumor. Pero, claro, la versión oficial fue escrita al dictado de un régimen para el que Neruda, miembro del Partido Comunista, era un personaje demasiado incómodo.
La salud del poeta se fue resquebrajando de manera trepidante durante ese lapso. El 19 de noviembre, ante su evidente empeoramiento físico, le trasladaron a la Clínica de Santa María.
Le llevó hasta allí Manuel Araya, su chofer, que pasó esos últimos días pegado a su jefe. Por ese motivo sus revelaciones hoy resultan tan valiosas. Tanto que han provocado que el juez Mario Carroza ordene exhumar los restos de Neruda para confirmar las causas verdaderas de su fallecimiento. El conductor denunció una serie maniobras extrañas durante la estancia de Neruda en el hospital.
En particular, la de una especie siniestro espectro que aguijoneó el vientre del poeta con una jeringa aprovechando un momento en que se quedó solo. Él había salido a comprar unos medicamentos. Araya decía que el autor de Canto general le aseguraba que había entrado un practicante y le había puesto en la inyección. Luego nadie en el hospital supo darle razón de ese personaje.
Además, el mismo día que lo ingresaron, su casa de Isla Negra fue allanada por esbirros pinochetistas en busca de no se sabe qué. Con su afán de sabuesos husmeadores rompieron las tuberías del agua y la vivienda quedó encharcada.
Aunque eso no impidió que velaran allí el cuerpo del autor chileno, entre ausencias notables de presuntos y amigos y presencias, también notables, de hombres de negro, acaso los mismos que habían puesto patas arriba la colección de fetiches de Neruda.
Ambos sucesos abonaron las sospechas. El Partido Comunista, mediante una querella interpuesta en 2011, exigió una investigación que, en última instancia, incluyera la exhumación del cadáver para practicarle pruebas toxicológicas. Pablo Neruda ya había sido desenterrado en una ocasión, en 1992.
Aquella ocasión el único objetivo era cumplir la voluntad del poeta, que quería reposar eternamente en Isla Negra, encarado con el oleaje del Pacífico (hasta entonces estaba en el Cementerio General de Santiago). Tras 22 meses de instrucción el juez Carroza ha ordenado una nueva exhumación, que se llevará a cabo este mismo lunes.
Las pruebas en el laboratorio se bifurcarán en dos vías. Por una parte, se intentará documentar la presunta metástasis ósea originada por el cáncer de próstata. Es decir, la que confirmaría la versión que hasta ahora ha prevalecido. Por otra, será sometido a test toxicológicos para comprobar si existen restos de sustancias de naturaleza química o biológica.
El equipo encargado de intervenir en la osamenta de Neruda ha estado sujeto a sospechas y recusaciones cruzadas. Hay demasiadas desconfianzas. Al final, estará compuesto por un grupo multidisciplinario del Servicio Médico Legal (SML), un equipo forense argentino, peritos españoles y observadores de Comité Internacional de la Cruz Roja.
Entre los peritos de nuestro país estará el forense Francisco Etxeberria, profesor titular de Medicina Legal y Forense de la Facultad de Medicina de la UPV y presidente de la Sociedad de Ciencias Aranzadi. Etxeberria ya ha trabajado en Chile en las autopsias de nada menos que el propio Allende y el cantautor Víctor Jara.
Hace unos meses también estuvo en primer plano de la actualidad informativa internacional por la identificación de los huesos de los niños asesinados por su padre en Córdoba. Antes de ponerse manos a la obra, el científico vasco ha manifestado que no trabajan con "ninguna hipótesis de partida".
Los chilenos aguardan expectantes los resultados. La aparición de alguna sustancia tóxica inoculada artificialmente envolvería la figura del poeta, ya una auténtica leyenda, en el manto del mártir, como el que cubre a su amigo Lorca desde que lo ajustició el fascismo en el barranco de Víznar. ¿Otro poeta asesinado por el veneno de la política?
Fuente: Revista El Cultural
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