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En un avión van una película peruana y una estadounidense. El avión se estrella contra un multicine. ¿Qué película sobrevive?

Publicado: 2013-04-22

Salir del trabajo un viernes por la noche y ver la cola del cine El Pacífico dar la vuelta por todo Pardo. ¿Qué ha sucedido? ¿Están regalando canchita? Resulta difícil moverse entre la gente y cruzar la calle para llegar a la avenida Arequipa. Todos en la fila parecen esperar con paciencia y buen humor el momento de entrar a la sala y ver –¡por fin!– la película que protagoniza Carlos Alcántara. ¿Ha revivido el cine peruano? ¿Todo estaba bien, entonces? ¿Los cineastas peruanos estaban quejándose engreídamente por la “falta de apoyo”? Velaverde averiguó algunas cosas.

ESCRIBEN: KARINA VALCÁRCEL Y CÉSAR BEDÓN

El pasado lunes 15, la columna editorial del diario El Comercio afirmaba esto: “(El éxito de ¡Asu mare!) supone una lección para quienes sostienen que hay que obligar a los cines a reservar un porcentaje de sus funciones para proyectar películas peruanas, bajo el argumento de que, de lo contrario, no apostarán por producciones nacionales. La lección es que su premisa es falsa: el espectador peruano sí reconoce el cine nacional siempre que coincida con sus preferencias. Al parecer ellas están ligadas principalmente con la comedia y el entretenimiento”.

En pocas palabras, hagamos cine para el gusto de la gente y que sea el mercado, siempre intocable, el que decida. La nota –que implícitamente aboga porque el Estado se abstenga de proteger el cine nacional– finalizaba de esta manera: “Hay también una razón de principio para estar en contra de las denominadas cuotas de pantalla: ninguna industria tiene derecho a florecer forzando a sus distribuidores a arriesgar su inversión en un producto en el que no creen, ni restringiendo a los consumidores sus posibilidades de elección. La única manera legítima de triunfar es esforzándose por lograr el producto que los compradores prefieren”.

Más sobre el término cuota de pantalla luego. Como reporta la web Cinencuentro, el mencionado editorial fue rechazado de inmediato por uno de los supuestos elogiados, Miguel Valladares, cabeza de Tondero Producciones y responsable de ¡Asu mare! “No podría estar más en desacuerdo con este editorial. El cine peruano está creciendo, necesita de más películas ganadoras de festivales y también éxitos de taquilla, esta comparación para mí no es válida. ¡Necesitamos arriesgar y que el cine peruano tenga diversidad!”, escribió en su cuenta de Facebook.

El viernes, el abogado Enrique Pasquel, editor adjunto de opinión en el mismo diario, escribió en una columna que ¡Asu mare!, la música tonera, las películas de superhéroes y las comedias de Mel Brooks son “arte pop”, y que el Estado no debe ejercer “paternalismo cultural” promoviendo cine que difiera del gusto del pueblo… Dice, también, que La teta asustada le aburrió. Más allá de discutir términos –podríamos dedicar otro artículo a hablar sobre el pop o la naturaleza del arte– el asunto que se debate es el apoyo que el Estado debería darle a la cultura. Y el cine es, también, una expresión cultural. Hay quienes creen que el apoyo estatal debería ser nulo.

“No es justo que pongan a ¡Asu mare! en medio de un titular que dice ‘NO es necesario el proteccionismo del cine nacional’. Estoy en desacuerdo, yo como productor de ¡Asu mare! sí creo que es deber del Estado apoyar iniciativas culturales y defender un cine nacional diverso”, finaliza Valladares. Para cuando esta nota salga publicada, su película estará cerca de alcanzar el millón y medio de espectadores: ya es la película peruana más taquillera de la historia. Empresas como Brahma, Inca Kola, Direct TV y Volkswagen aportaron cerca del 80% del costo total de producción: antes de filmarse, la película ya tenía sabor a éxito, y cabe preguntarse si esto significará un repunte del cine nacional o si se tratará de un hecho aislado.

PROTECCIONISMO NACIONAL, COSA DE LOCOS

“A mí no me sorprende que en estos momentos de espectacular triunfo de ¡Asu mare! surjan nuevamente voces en contra del apoyo al cine nacional”, nos dice Gabriel Quispe, crítico de cine y exintegrante del grupo de trabajo de la Ley de Cine. “Pensar que, porque una película peruana tiene taquilla notable, es suficiente para cancelar el apoyo del Estado… eso es absurdo. Lo que todos buscamos es que la producción nacional aumente, y que las películas vayan encontrando diferentes públicos. Celebramos el triunfo de ¡Asu mare! pero no se trata de enfrentar los distintos tipos de hacer cine”, afirma.

“El editorial de El Comercio tiene el objetivo político de cuestionar cualquier tipo de ayuda o participación del Estado en la economía”, opina Christian Wiener, presidente de la Unión de Cineastas del Perú. “Se arguye que un supuesto libre mercado garantizaría la eficiencia en el cine. Pero la realidad no es tan esquemática: el mercado del cine es desigual porque está dominado por la oferta de un solo país, Estados Unidos. Eso distorsiona la libre competencia. Por esa razón, en gran parte del mundo existen incentivos (subvenciones, subsidios, tributos o regulaciones de mercado) para promover el cine como industria cultural”.

Wiener se refiere a la evidente invasión de películas estadounidenses en nuestras salas, los famosos “tanques de Hollywood”. Entra a tallar aquí el concepto que saca roncha: la mentada cuota de pantalla. ¿Qué significa?

CÓMODAS CUOTAS

“La cuota de pantalla es reservar un determinado número de días o de horas de proyección para las películas nacionales”, explica el crítico Ricardo Bedoya. “Eso se da cuando hay una producción sólida, permanente. Como en el Perú la producción es pequeña e irregular, aparentemente no es tan necesaria. Sin embargo, Perú consideró la cuota de pantalla en el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos.”

La cuota de pantalla parte de la siguiente idea: el cine es un elemento importante en la formación de la identidad cultural, y no una mercancía. Esto, claro está, en la teoría. En nuestro país la cuota de pantalla no existe.

“Un caso que podría requerir cuota de pantalla es el cine regional, que produce películas de terror, melodramas, etc.”, continúa Bedoya. “Son películas muy populares a veces, pero los multicines no las aceptan. En ese caso la autoridad podría intervenir para propiciar, mediante el recurso de cuota de pantalla, la exhibición de una película puneña o cajamarquina en los cines de su región. Podría funcionar así”.

CAUTIVAR AL PÚBLICO SIN TENERLO EN CAUTIVERIO

La gente decide movilizarse hasta el cine, sobre todo, por diversión. Si quiere ver una película que lo estimule de otras formas, probablemente se quedará en casa a ver algún DVD adquirido en Polvos Azules. En Perú, es altamente probable que el espectador promedio llegue al multicine y se encuentre con que las películas, recién salidas de las refrigeradoras de gringolandia, son todas igualitas pero con distinto título. Con los años, se ha acostumbrado a ver una sola clase de cine: podría decirse que es inculto. Y, cuando se sumerja en la oscuridad de la sala para ver una película peruana de valor artístico, encontrará cuatro gatos (Octubre, que recibió el premio Un certain regard en el festival de cine más importante del mundo, Cannes, duró dos semanas clavadas en cartelera). ¿Por qué el peruano no ve cine peruano?

“Hay público para muchas cosas, pero falta trabajar la promoción”, dice Gastón Vizcarra, quien en el 2011 estrenó El guachimán. Se trataba de una comedia con aspiraciones populares, y llevó 100 mil espectadores a las salas. “No es que no haya público, sino que la gente no se entera. Creo que la mayoría quiere ir a asustarse o a reírse o a enamorarse. La verdad, yo voy al cine a relajarme. ¿Tú, domingo a las 4 de la tarde, dices: uhm.. tengo ganas de pensar, vamos al cine... ¿Qué es lo más interesante que hay, para conversar después con un café? No, la gente pregunta: ¿Qué está paja para ver?”.

“La única forma de que la gente vaya a ver películas peruanas es que se forme un hábito”, agrega Ricardo Bedoya. “Eso se logra haciendo películas comerciales pero dignas, que no traten al público como idiotas. ¡Asu mare! es un buen ejemplo: una película comercial bien hecha, con preocupación formal, una dirección artística cuidada. No insulta al espectador, como tantas veces hemos visto en la escena nacional. Eso va a beneficiar al resto de películas peruanas”.

¿EL LIBRE MERCADO… ES UN MERCADO LIBRE?

“Creo que el Estado, como principio, no debería dar beneficios tributarios a ninguna industria”, reaparece la opinión de Enrique Pasquel. Responde nuestras preguntas: “Es un tema de prioridades. Cada sol que se deja de recaudar es un sol menos para educación, seguridad o salud. Es verdad que las películas peruanas no compiten en igualdad de condiciones con las de Hollywood, pero las industrias del espárrago, el café o la metalmecánica tampoco. Esas industrias se han desarrollado gracias al empuje de los emprendedores peruanos. En el cine también se puede hacer lo mismo”.

Santiago Alfaro, especialista en temas culturales, aporta un matiz. “Hollywood acapara los mecanismos de distribución”, explica. “Una estrategia que usan es la venta en bloque: fuerzan al exhibidor a comprar una película de éxito garantizado, como Harry Potter, junto con otras diez películas… Entonces, como el exhibidor está obligado a comprar en bloque, tiene que colocar esas películas en sus pantallas. Así, no queda espacio para las películas peruanas. Su otra estrategia es la oferta saturante: traen muchas copias de algunas pocas películas de gran presupuesto… Esto es favorecido por el Estado peruano, ya que las copias que entran al Perú de filmes como La era del hielo lo hacen bajo el régimen de importación temporal, y no pagan arancel. Eso favorece a Hollywood”.

Ir a ver una película peruana es, muchas veces, tener que buscar espacio entre las 2 y 4 de la tarde de un miércoles e ingresar en la sala más destartalada. “Las condiciones son muy desfavorables”, recalca Alfaro. “Con El huerfanito, exhibida en el 2004 en el cine Excelsior, durante dos semanas se llenó la sala y, sin embargo, la sacaron para poner Troya. Allí no hay una competencia leal: si la película peruana y la de Estados Unidos atraen público, pero se saca a la peruana, no hay libertad de competencia. Indecopi debería investigar esos casos”.

Pasquel replica: “Creo que los dueños de los cines tienen libertad para escoger qué proyectan: el riesgo de perder dinero recae sobre ellos. Si alguien quiere apoyar el cine peruano que lo apoye con su dinero. Si el consumidor prefiere ver películas extranjeras, está en su derecho”.

Al cierre de esta nota Ricardo Bedoya apuntaba en su blog, Páginas del diario de Satán: “Para el despistado editorialista (de El Comercio), el éxito de una película mata la necesidad de una cuota de pantalla, cuando es exactamente al revés. La figura de la cuota de pantalla se establece y se regula en proporción al éxito de las películas nacionales. En España, el suceso de las películas de Santiago Segura, o de Amenábar, o de Almodóvar, genera un aumento de la cuota de pantalla. Es decir, se incrementan las horas reservadas para la proyección de cintas españolas al año siguiente”.

Bedoya señala, además, un ángulo interesante: “¿Acaso no existe una cuota de pantalla tácita que funciona a favor de los blockbusters? ¿Las salas de cine no programan ‘huesos’ a cambio de la pulpa que llega con los estrenos veraniegos del norte?”.

ASÍ ESTAMOS

¿Dónde están las calatas en el cine peruano último? Existe el cliché de que nuestro cine está plagado de sexo, violencia y groserías, pero películas como Las malas intenciones, La teta asustada o El limpiador demuestran la falsedad de tal idea (nota al margen: ¡Asu mare! está llena de lisuras y nadie se ha quejado). El cine peruano no es monotemático, Lima no es el Perú. Se hacen películas en Puno, Cajamarca o Ayacucho, y hay títulos que llegan a la capital clandestinamente, si es que lo hacen, como El misterio del Kharasiri, Pishtaco o El hijo pródigo.

Las preguntas que quedan en el aire resultan, sin embargo, apasionantes: ¿el cine puede ser comparado con los espárragos? ¿La cultura tiene la misma importancia que cualquier otra industria, debe someterse a las mismas reglas? Desde hace veinte años se maneja en el mundo un concepto que afirma que no: es la llamada “excepción cultural”... El funcionamiento del llamado libre mercado puede apreciarse en la televisión peruana de señal abierta: los canales operan de acuerdo al rating, que es la lógica de la oferta y la demanda, y los resultados están a la vista. Eso es lo que quiere la gente, se argumenta. Y los televidentes comen –a veces pareciera que literalmente– basura.

Decir que la actividad intelectual es equivalente a cualquier otra actividad es aferrarse a un relativismo que coloca todo en el mismo nivel, porque todo es mercancía. Incluidas las almas, parece. Es deber del Estado promover la cultura, y el lector puede preguntarse ahora en qué mundo desea vivir

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ESTOS PAÍSES PROTEGEN SU CINE

ARGENTINA. Su ley dispone: “Las salas y demás lugares de exhibición del país deberán cumplir las cuotas de pantalla de películas nacionales de largometraje y cortometraje que fije el Poder Ejecutivo Nacional”. Existen, además, las resoluciones del INCAA (Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales), que establecen la cantidad mínima de películas argentinas que deben exhibirse obligatoriamente en cada una de las salas del país. Las herramientas que aseguran que el cine nacional argentino sobreviva son la obligatoriedad de exhibición, la prohibición de levantar un filme si este resulta exitoso, y un circuito de estrenos alternativo.

FRANCIA. Al término de la ocupación nazi el cine francés sufrió una debacle, hasta que André Malraux imaginó un fondo de apoyo a la creación. Hoy ese fondo es capaz de reunir financiación pública y privada: de esta forma, los franceses gozan de la producción cinematográfica más poderosa de Europa, y de la mejor cuota de pantalla. El cine francés subvenciona, en distintas proporciones, entre 200 y 240 películas al año, tanto de “cine de autor” como de obras para el gran público. La cuota de pantalla nunca baja del 34% del total, y tuvo un pico en el 2008, cuando superó el 45%, por encima del cine estadounidense.

ESPAÑA. El 2012 cerró con la cuota de pantalla más alta de los últimos 27 años: en octubre y noviembre fue de 40.4% y en octubre alcanzó el 55.6% de la recaudación de todo el cine en España. Las películas que superaron el millón de espectadores fueron: Lo imposible, Las aventuras de Tadeo Jones y Tengo ganas de ti.

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ÉXITOS DE AYER, HOY Y SIEMPRE

“No es tan extraño el éxito de una película como ¡Asu mare!”, apunta Ricardo Bedoya. “En 1969, en el mejor momento de su carrera, Tulio Loza estrenó Nemesio:  trataba de una estrella de televisión en una película en la que también había el elemento aspiracional del personaje que surge de un barrio popular y triunfa en Lima. Es también una biografía, y el protagonista se hace conocido a través de un personaje: Tulio Loza es Nemesio como Alcántara es Cachín... Hay cierto paralelismo, solo que en esa época no existía la Marca Perú”.

“En los años 70 y 80 hubo éxitos enormes: La fuga del chacal, que tuvo un millón de espectadores; La ciudad y los perros; Gregorio, que tuvo un éxito más grande que muchos blockbusters de hoy. Juliana lo mismo. Cuentos inmorales, que fue todo un fenómeno. En los años 90 y comienzos del 2000 están No se lo digas a nadie y Pantaleón y las visitadoras, que alcanzaron casi 800 mil espectadores.… Sí ha habido grandes éxitos en nuestro cine. Lo que pasa es que vino la era de las multisalas y muchas cosas cambiaron. Se reafirmó la hegemonía de la exhibición estadounidense, que es sofocante. Copan la cartelera”.


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Revista Vela Verde

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