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Foto: Presidencia

Reelección conyugal

Publicado: 2013-05-07

Por Eduardo Dargent

eduardo.dargent@revistavelaverde.pe

Otra semana cargada de especulaciones sobre la candidatura presidencial de Nadine Heredia. Hay quienes consideran que Ollanta Humala desde su primer día de gobierno trabaja para que lo suceda Heredia en Palacio. El gran despliegue mediático que rodea a la primera dama, su activa participación en el gobierno y sus frecuentes declaraciones públicas serían evidencia clara de dicho plan. La ambigüedad ante la pregunta del millón no hace más que confirmar estas sospechas.

Otros comentaristas apuestan a que todo es una exageración y que se trata de una estrategia muy bien pensada. La presencia de Heredia en viajes, eventos y anuncios se explicaría por su contribución tanto a la popularidad del gobierno como a la unidad de la bancada nacionalista. Una candidatura flotando en el ambiente permite mantener fieles a parlamentarios propios y aliados que podrían desbandarse sin la promesa de una locomotora electoral en el 2016. Sin una candidata, Humala sería un pastor de gatos parlamentarios. Por otro lado, como ha señalado Santiago Pedraglio, la carta Nadine podría servir al gobierno para negociar con los favoritos al 2016 una salida tranquila del poder. Debemos esperar más ambigüedad hasta el último año de gobierno.

Ambas hipótesis me parecen plausibles, les confieso. Pero mientras pasa el tiempo la primera se hace más plausible. Por un momento pensemos que la segunda opción es la que hoy está en la mente de la primera dama y su entorno: no va a ser candidata, pero le conviene que crean que sí. Si esta fuera la realidad, creo que mientras más tiempo pase sin definiciones, crece la posibilidad de que cambien de opinión y nos deslicemos hacia la primera opción.

La razón es que no hay que menospreciar el peso que tendrá sobre el presidente y su esposa la presión de quienes saben que Heredia es su única garantía de seguir en el poder. Mientras pasen los meses, más y más personas vinculadas al gobierno y al Partido Nacionalista presionarán para que dicha candidata sea la primera dama. No les bastará con ambigüedad, buscarán seguridad. No hay que despreciar, entonces, el poder de convencimiento de ambiciosos, sobones y oportunistas.

Esta urgencia nace de la precariedad del partido de gobierno. Débil y personalista, el nacionalismo carece de mandos intermedios capaces de sostener con relativo éxito una elección presidencial. Pocos destacan al interior del grupo y ninguno de los que se deja oír parece tener pasta para una campaña decorosa. Los conocidos suelen serlo por sus declaraciones sin brillo, siempre secundando al gobierno.

Si se mantiene el actual estilo de gobierno esta situación solo seguirá empeorando. El protagonismo es para el presidente, su esposa, y muy lejos sus ministros. Difícil pensar que este esquema de gobierno permita un delfín electoral, sea entre los ministros o parlamentarios. Y sin un candidato fuerte el nacionalismo puede pasar por la misma catástrofe electoral que sufrieron Perú Posible y el APRA en el 2006 y 2011, respectivamente.

En estas condiciones, es muy probable que el nacionalismo presione con todo lo que tenga para que Heredia acepte la candidatura. Si la primera hipótesis hoy no es cierta, puede volverse cierta por esta demanda. Por supuesto, eso no significa que la ruta esté libre. Hay otras barreras. Pero una candidata favorita en las encuestas a un año de la elección, con candidatos no queridos como opciones realistas, mueve montañas en un país de débil institucionalidad. Congresistas propios y de oposición en ese momento estarán dispuestos a lo que sea para asegurar su continuidad. En resumen, mejor para la oposición y para quienes no queremos esta candidatura por el cambio de reglas de juego que significa, intentar cerrar el tema lo antes posible.


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