Se va el aliado de Cipriani
Tarcisio Bertone deja el cargo de secretario de Estado del Vaticano
Como parte de las reformas que inició en el Vaticano, el papa Francisco le dijo hoy adiós al cardenal Tarcisio Bertone, el número dos de la Santa Sede.
Pero, ¿quién es Bertone? cabe recordar que su nombre tomó presencia en el Perú durante la sonada disputa entre el cardenal Juan Luis Cipriani y la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), durante la cual Bertone respaldó al arzobispo de Lima.
En ese entonces el secretario de Estado del Vaticano escribió tres cartas. Una dirigida a Cipriani; otra, para el rector de la PUCP, Marcial Rubio; y una tercera, para el monseñor Salvador Piñeiro, presidente de la Conferencia Episcopal Peruana.
Todas las misivas decían lo mismo: la Santa Sede había decidido prohibirle a la universidad usar las palabras ‘pontificia’ y ‘católica’ en su denominación. Sanción que se daba por haberse negado a adecuar su estatuto al documento apostólico Ex Corde Ecclesiae.
La tercera carta orientada a Piñeiro, quien vendría a ser la cabeza de la Iglesia en el Perú, cuestiona los reconocimientos que la universidad hizo al político e intelectual español Gregorio Peces-Barba y al padre Gastón Garatea, y la programación de un ciclo de lectura del libro Teología de la Liberación: perspectivas, del reconocido teólogo Gustavo Gutiérrez.
Cuestionamientos que definitivamente respaldaban la posición del cardenal Cipriani.
Escándalo y más escándalo
Aunque era un experto en derecho canónico, muchos especialistas coinciden en que Bertone no tenía experiencia diplomática cuando fue designado al principal cargo diplomático del Vaticano en 2006 por Benedicto XVI.
Bertone era el hombre de confianza del expontífice, había sido vice del entonces cardenal Joseph Ratzinger cuando ambos se encargaban de las cuestiones doctrinales en la Congregación para la Doctrina de la Fe.
Para el periodista Pedro Salinas, según precisa en una columna del semanario Hildebrandt en sus trece, lo que caracterizó la era de Bertone "fue el ruido, el abucheo, el jaleo. Para comenzar, fue él uno de los tantos que, cuando comenzaron a destaparse los casos de pederastia clerical, trató de minimizar el asunto".
Fuente: Hildebrandt en sus trece, El Universal, La Opinión
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