Zombies en la Historia del Perú. La llegada de los españoles (3).
Imagine por un momento, estimado lector, cómo debe haber sido la vida de un hombre perteneciente a una de las etnias conquistadas por los incas, en tiempos en que el Incanato era el imperio más poderoso de sudamérica. Levantarse muy temprano a trabajar en el campo para los señores del valle durante la mitad del año, ir a pelear sus guerras durante la otra mitad y, si uno no moría en batalla o de agotamiento en el campo, quizás terminaría de alimento para los zombies de la panaca real.
Imagínese la angustia, la incertidumbre y las ansias de vengarse, acumulándose día tras día. Ahora, visualice ese mismo resentimiento multiplicado en miles de personas subyugadas y atemorizadas ante el reino de los muertos vivientes y sin esperanzas de vencerlos. ¿No sería lógico entonces que, ante los rumores de extraños guerreros barbudos que llegaron del mar montados en fabulosas bestias estos hombres y mujeres se aliaran con ellos para tratar de derrotar a los Incas?
Eso es precisamente lo que sucedió con los esclavizados yanaconas, quienes no dudaron en sublevarse contra el dominio de los zombies aprovechando la llegada de los españoles. Distintos pueblos se fueron sumando a los conquistadores conforme ellos avanzaban de norte a sur y hacia el este. Sólo los chancas, poderosos guerreros del sur del Perú, siguieron su lucha contra los incas en solitario.
Uno de los indios que vio en los conquistadores esperanza de liberación fue el nativo huancavilca conocido entre los europeos como Felipillo. Un reputado historiador que nos pidió no mencionarlo por nombre, cuenta que su familia completa había sido zombificada para servir en el ejército inca, y desde entonces juró vengarse.
Felipillo aprendió quechua de indios tumbesinos que lo hablaban como segunda lengua y se ganó la confianza de los soldados españoles aprendiendo español y sirviendo como traductor. Nunca pudo hacerles entender, sin embargo, que los emperadores incas eran todos putrefactos zombies. Cuando aquellos llegaron a Cajamarca para entrevistarse con Atahualpa, no se encontraron con un emperador zombie como Felipillo lo había advertido sino con un atemorizado rey dispuesto a pagar en oro y plata su seguridad frente a la superioridad tecnológica de los invasores europeos.
Lo que Felipillo no sabía era que el último emperador zombie de los incas, Huáscar, hermano de Atahualpa e hijo de Huayna Capac, había sido derrocado. La historia es sencilla: antes de caer bajo el virus zombie como mandaba la tradición, el Inca Huayna Capac se aseguró de zombificar a su hijo Huáscar e instruir que él fuese su sucesor en el trono de Cusco, mientras que Atahualpa, al no haber sido el hijo favorito, permanecería en Quito como el gobernante de esa zona. Cuando el cuerpo reanimado de Huayna Capac se desintegró prematuramente debido a una inundación en el recinto de zombies reales del Cusco, Atahualpa vio su oportunidad para destruir a Huáscar, reclamar el trono para sí, y ser él mismo sin zombificar - y no su concubina humana, como era la tradición secreta de los incas - quien gobernara el imperio.
Esa era la situación cuando los españoles capturaron a Atahualpa. Aún cuando no vio a ningún zombie, Felipillo reconoció a los incas y ejecutó su venganza. Deliberadamente hizo malas traducciones para que Atahualpa se confiara, mientras que en el camino de Cajamarca a Cuzco, hizo luego todo lo posible por presentar a los españoles en la mejor luz a los pueblos conquistados, diciéndoles que eran los dioses libertadores que los salvarían de las continuas masacres zombie.
El resto es historia conocida: los españoles aprovecharon el horror zombie para poner a los líderes indígenas a su servicio y derrotar al ejército inca. Cabe destacar que el hecho de que los incas fuesen zombies les hizo fácil recurrir a su propio fervor religioso católico para motivar a sus tropas, llamando a los zombies "engendros del averno" y "monstruos impuros" - recordemos que en esa época no tenían el conocimiento de la enfermedad zombie y su origen viral que la ciencia moderna tiene hoy en día. De hecho, no es descabellado relacionar la lucha contra el zombismo con el auge que tuvo luego la Inquisición en esta parte del continente.
En cuanto a Felipillo, su destino final fue trágico: descubrió demasiado tarde que los españoles eran capaces de masacres tanto o más terribles que las causadas por los zombies incas. Aunque trató de convocar luego a algunos pueblos guerreros - y de hecho, a remanentes del ejército zombie inca - para sublevarse contra ellos, la falta de suficientes cuerpos en buen estado, experiencia militar, y una estrategia adecuada de control zombie jugó en su contra: sus propios zombies lo descuartizaron poco antes de que el conquistador Diego de Almagro lo hallara.