No las olvidamos, vedettes de los 80's
Siempe vivirán en mi deseo. Un pedazo de mi corazón les pertenece. Ellas son las olvidadas del tiempo (mi memoria las protege). Allí estan bailando en La Gran Revista, allí están en los posters Tele Guía y Tele Color, allí intercambiando risitas con Juan Carlos Próspero, allá se mueven sus mofletes de carnes carbohidratizadas, imaginario del peruano de a pie, meat hunter, que en los 80's es el carnívoro de café teatros mientras un silencio infinito se escucha en la refrigeradora. Allí está Doris Caballero, fantasía de la burocracia de los jirones olvidados de la Lima gris y oficinista. Te guardan en sus bolsillos traseros en forma de periódico vespertino. No se quejen de las vedettes argentinas, Diosas de la Lima que se fue, no renieguen de Sandrita Villarroel o Selva Mayo, para todo(a)s hay. Allí está Clarita Castaña, labios sin levadura, aeróbica de las de antes, te deslizas de la pantalla chica al bobo de los niños que juegan gol-gol y paleta pelota mientras ríen con Humor Redondo y en el camino te llevan a sus cubiles (baño). Allí está Chelita (Analí Cabrera), la secre que ama la taquigrafía y la infidelidad, baila canta arrulla y embelesa al respetable, y en las butacas se escuchan corazones que golpean como tambores africanos, mientras ella baila canta arrulla y seduce a los infieles del mañana, la secretaria que no es Lupita porque baila con tres trapos y nadie le dice Monja. Amparo Brambilla, la niña de rostro dulce y cuerpo pre anorexia, antítesis del paradigma Vogue y amazona del Premio Circe, que no requiere liposucciones, ni liposeducciones, sólo un alma abierta y un corazón amable, y se entrega al espectador y sueña con mil mesas adornadas de butifarras, y acaricia la fama mientras alguien en sus sueños le dice "los tiempos están cambiando, nena" y cuando el himno se escucha tarde por las noches, fin de la programación, otra voz le dice "los tiempos cambiarán, nena". Y luego aparecen Bélgica Rodas, Silvia Bardales, Giovanna Vélez, Athala (vedette de bolsillo chico), y meat hunters de por medio, saltan del café a la caja boba (no se vuelven bobas) y de allí al ecran (Amparo con Los Shapis), pero el Muro de Berlín está cayendo y en forma de mal sueño aparecen, como película muda, todos los asesinos de sus anhelos, Juan Carlos y su Rumba, Aló Gisella, el nuevo Avatar de las chicas del futuro (aeróbicos sin calentadores, mucho edulcorante, y el estigma de la carne como pecado), las actrices de Luis Llosa, Bob Dylan cantando a manera de Deja-Vu, y algo se pierde en los pasillos de La Gata Caliente o El Diablo, algo se va esfumando en los corazones ingratos de esta Lima pobre y herida. Allá van los nuevos dueños de todo y algo se jode aquí. La niebla se pone espesa y los rostros se difuminan, Adolfo Chuiman es Gopher de El Crucero del Amor, y no es más Avelino ni Manolo, un niño llamado Montesinos juega a titiritero y algo se pudre adentro, Susy Díaz salva el pellejo pero no la exorcisan a tiempo y Percy, su Ricardo Montalbán, se inmola pero es incomprendido, y allí están waving bye bye todos los periódicos de ayer (amarillos y naranjas), waving bye bye. Pero nada mata el recuerdo (ojo con los verdugos del ayer, están esperando por mí porque para ellos sólo existe el futuro, esa ilusión en forma de cheque a fin de mes). Pero yo les doy el Circe en representación de todos los gaznápiros, público objetivo donde entran carretas, palomillas de ventana, patitas y pendejeretes varios, unidos bajo una sola camiseta, un solo recorte de periódico. Yo les doy mi enhorabuena, mi bendición y represento al chico de a pie, que se detiene en cada esquina y en cada kiosko porque recuerda que cuando era aún un niño de a pie, no eran vedettes las que veía, y nadie lo saludaba dándole la espalda baja en las primeras planas, no tenía a una malcriada backside (al lado de una columna anormal) y nadie lo esperaba en el baño en forma de papel barato. Lo que se veía no era eso, pero ésa es otra historia. Siempre vivirán en mi deseo. Yo soy el hombre que vive de 8 a 5 en un infierno de sastre barato pero alberga una esperanza, una vedette de los 80's en mi aldea mental, un beso tuyo, Doris Caballero, nada más.