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Casi todos tiene un cuñado, algunos graciosos, siempre tratan de quedar bien, siempre cuentan chistes malos y a veces por cortesía tienes que pelar la muelas, generalmente el cuñado chistoso, no suele darse cuenta de que no lo es.

Lo peor no es que cuente chistes, lo peor es que posiblemente bajo el influjo etílico, no se acuerda del final y suele repetirlo tres o cuatro veces, a veces sin previo aviso te agarra al cuello afectuosamente y te cuenta el chiste pegado a tu oreja, mientras con la otra mano sostiene un vaso de chela que seguro el no compró.

Si la reunión es numerosa cuando el chistoso comienza su show, suele tener alrededor a casi todos escuchándole, poco a poco la gente va cayendo por los sofás con hambre y ganas de matar al tipo, pero el chistoso sigue como el conejo de DURACELL. A veces los chistes terminan convertidos en encendidos discursos políticos que cambian el mundo, teniendo como protagonista principal al cuñadito.

Todo está muy bien, pero, se enteran que tienes influencias, al toque te mueven la cola como el buen scooby doo y terminan pidiendo algún favorcillo, dime, dime que no mi querido Omar-cito del Perú. Mi cuñadito Martincito