El Jurado Nacional de Elecciones (JNE) aprobó el 12 de marzo la inscripción de un movimiento neonazi con sede en Tacna. Para mayor detalle, su líder se llama Ricardo de Spirito Balbuena, quien sostuvo alguna vez que “la democracia es una basura”. Viste como Nazi y su partido se llama  "Igualdad Nacional Cristiana Autónoma" (INCA). Es, desde luego antichileno y a su Presidente se le conoce como el Adolfo Hitler de Tacna.

Lean lo que dijo alguna vez: “Los peores gobiernos del Perú han sido democráticos y los mejores gobiernos del Perú han sido lo que muchos llaman dictadura” (Panorama, en el 2007).

La gran pregunta es si el JNE debió rechazarlos de plano. El artículo 14 de la Ley de Partidos Políticos señala que se puede declarar ilegal a un partido político de conducta antidemocrática. Esto le correspondería a la Corte Suprema, a pedido del Fiscal de la Nación o del Defensor del Pueblo.

Pero el partido neonazi de marras no tiene conducta antidemocrática, no ha prendido fuegos ni detonado bomba alguna. No se le adjudican asesinatos. Todo queda en el bla bla bla de su lider. El abogado Carlos Rivera yerra en el ejemplo, pues dice que si este partido se inscribe, pronto podría hacerlo Sendero. Pero Sendero, ojo, sí dinamitó torres y mató a mansalva, masacró y destruyó lo que pudo. Su conducta es abiertamente antidemocrática y jamás podría legalizarse a la luz de ese artículo. En Colombia, el M19 entró en la legalidad y logró algunos escaños, pero el antecedente no sirve. Sendero sigue en la brega, reducido y dividido, clandestino entre las brumas de la ceja de selva.

Bajo la lógica de ese artículo, Antauro Humala no podría inscribir un partido ¿Y por qué Ollanta sí? ¿Y Fujimori y compañía? ¿No tienen el antecedente de una dictadura como hecho y como principio?

Asumo que es difícil separar el grano del trigo y partidos aparentemente democráticos, incluso, pueden patear el tablero al final. Conviene, quizás, regular en un aparte la figura de la restricción de partidos antidemocráticos, porque hay casos y casos.

Comentario aparte, es curioso que en estas tierras alguien pueda admirar a Adolfo Hitler, cuyas fauces se hubieran devorado al Perú cobrizo. Si Hitler hubiera triunfado, los abuelos o padres de De Spirito Balbuena hubieran concluido su existencia entre grilletes y humillaciones, recordando cada minuto la pureza de la raza aria y la contaminación de la sangre mestiza. El nazismo es una abominación de lo humano, una doctrina abyecta que la entiendo en germanos, pero no en alguien cuya tez es el reflejo entre ocre y pupúreo de todas las sangres.