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Escritor mexicano Xavier Velasco (Foto:CMS)

Entrevista a Xavier Velasco

Publicado: 2011-04-18

Xavier Velasco, en evidencia clara de un nivel de expresividad desbordante, se comunica con los demás trasponiendo los límites del lenguaje verbal: agita las manos siguiendo el vértigo de la pasión con la que comparte sus opiniones, complementándolas con una mirada pletórica de asombro y resumida en un par de ojos centelleantes. Vive cada segundo, sin lugar a dudas, impulsado por una energía contagiosa. El escritor mexicano, que ganara el Premio Alfaguara hace unos años atrás con Diablo guardián, estuvo de paso por Lima para participar del Festival Eñe América y presentar, además, su recienten novela Puedo explicarlo todo (Alfaguara).

Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR

¿Cómo surge Puedo explicarlo todo?

Inicialmente yo quería hacer una novela sobre niños; lo cual nunca sucedió. Yo tenía un personaje, una niña, que quería salvar de la muerte a un conejo. La primera imagen de esta novela es la niña que quería salvar de la muerte a un conejo, buscando desesperadamente a un cómplice. Y por ahí se encuentra a un adulto que está prófugo de la justicia. Del encuentro entre un manipulador y mentiroso total y una niña a la cual no va a poder mentirle.

En esta novela los personajes huyen de un pasado que parece perseguirles…

Efectivamente, es una fuga hacia adelante, un no querer mirar hacia atrás, porque todo lo que pasó lo quieren borrar. Es una huída vertiginosa, según yo, del pasado. Me gustan los personajes que huyen vertiginosamente; tengo una tendencia hacia esa clase de personajes. Mi personaje, como tantos mentirosos, es lo suficientemente ingenuo para creer que los demás no son mentirosos. Yo creo que esa es la mayor ingenuidad del mentiroso: pensar que los demás son sinceros. Y es una novela en donde se cuentan muchas mentiras. El título mismo es una mentira. Cuando uno dice “puedo explicarlo todo” es que ya lo sorprendieron in fraganti y ya no puede explicar nada. Sólo dices eso para ganar tiempo y ver qué te vas a inventar. Mi protagonista es un pícaro que por cada problema del que sale se mete en dos nuevos.

El pasado no puede borrarse, como los personajes quisieran…

En realidad son personajes que están muy lastimados por el pasado. La novela sucede en espacios muy cerrados y muy cercanos; casi podría ser una obra de teatro. Los personajes comparten un pasado de cuando fueron niños. Lo que pasa es que cuando fueron niños todos eran hijos o hijastros o algo de un señor que era dueño del edificio y que andaba con todas las mujeres que estaban allí: desde las que hacían la limpieza hasta su ex esposa, su esposa, su secretaria… Y eso deja una secuela. Y los personajes crecen y se vuelven a encontrar allí. Y precisamente, mi personaje, Joaquín Alcalde, para acercarse a esa niña a la que nunca se pudo acercar, porque era la hija del amante de su padrastro, se convierte en un falso terapeuta y empieza a darle terapia sin saber un demonio de terapia. El que su oficio es ser un escritor fantasma, negro que le llaman, de libros de autoayuda y piensa que por eso está de algún modo facultado para hacerse pasar por terapeuta. El cada día es más sofisticado para engañar. Y tú sabes que cuando engañas y engañas vas creando una bola de nieve, vas creando una bola de nieve, vas creando algo que no sabes cuándo te va a estallar en la cara. Y lo único que puedes hacer es meterte en nuevos problemas y contar nuevas mentiras para sostener esto que cada vez está peor. Supongo que para los políticos es cosas de todos los días (risas).

Para ti, Xavier, la experiencia personal es fundamental para escribir, ¿verdad?

Absolutamente. Yo creo que uno para poder comprender un personaje debe recorrer el mismo camino, tiene que meterse en problemas si no iguales, equivalentes, similares. Y al mismo tiempo, cuando yo intento imponerle algo a la novela, cuando intento que la novela vaya como yo quiero y no como ella tiene que ir, pues empiezo a escribir cosas que no sirven para nada, empiezo a escribir basura. Tú te das cuenta cuando un escritor le impone su voluntad a la novela. ¿Por qué? Porque ya no te la crees.

La música es muy importante para ti. ¿En qué medida lo es para tu escritura?

Cuando era niño, una maestra nos prohibió cantar. Pero no sólo nos prohibió, nos estigmatizó: nos dijo que las que cantaban era las niñas. Entonces, yo estaba haciendo pum, pum, pum con la boca, y a la maestra se le ocurre pasarme adelante y ponerme un moño en la cabeza, y dejarme así el resto de la clase. Y yo me dije: esto no me vuelve a pasar nunca. Y nunca más volví a cantar o escuchar música delante de alguien por años. Lo hacía a escondidas y me creó una especie de religión con la música. Y, claro, después descubrí a David Bowie y ya mi vida se fue a otro lado. Y la música siempre tuvo ese papel preponderante, protagónico. Pero es más y te voy a decir por qué. Yo escribía sobre música, sobre rock. Pero me di cuenta que no quería ser crítico, que no quería decirle al lector qué era bueno o qué era malo, porque yo mismo no lo sabía. Pero encontré que lo que realmente quería hacer era tratar de transmitir mi experiencia como escucha, trasmitirla por escrito, cambiar del lenguaje sonoro al escrito. Y me fui imponiendo poco a poco la necesidad de escribir con ritmo. Y cuando te metes en eso, llega un momento en que no puedes escribir sin ritmo porque cuando ves la frase que no tiene ritmo, sientes que la sintaxis está mala, sientes que hay algo allí que no funciona. Entonces, me fui haciendo la idea de una escritura rítmica. Si tú lees cualquier libro mío en voz alta te darás cuenta que hay una conciencia del ritmo muy clara. Y, al mismo tiempo, la música me transporta a otro lugar, a un lugar en el que quiero estar para poder escribir. Ahora estoy escribiendo una novela de adolescencia y me he ido juntando toda la música que sonaba cuando yo estaba viviendo esos años; especialmente, la música que odiaba (risas), pues no se trata de darte placer, se trata de reproducir eso.


Escrito por

Carlos M. Sotomayor

Escritor y periodista. Ha escrito en diarios y revistas como Expreso, Correo, Dedo medio, Buen salvaje. Enseña en ISIL.


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