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En la foto, Baella y Belmont en delicioso diálogo

Periodistas célebres

Publicado: 2011-07-05

Releía un libro con igual fruición y placer que la primera vez: "El Poder Invisible", de Alfonso Baella Tuesta. Narra los entretelones del velascato y ya desde las primeras páginas captura por su pluma ágil y por el conocimiento de los acontecimientos y de sus detalles. Lectura recomendable, amena e ilustrativa de un gran periodista (¿Alguien sabe si escribió sus memorias para los más jóvenes periodistas? Sería un testimonio y un referente)

A propósito de Baella, su hijo recuerda los entrañables momentos con su padre, que hoy frisa los 85 años. Son casi las memorias que dejo a mis hijas, salvando distancias. Baella es Baella.

Como Tealdo o D'Ornellas, Baella es uno de esos periodistas que ya no nos deleitan hoy con sus entrevistas (hoy observa), pero que están siempre en la memoria como maestros del periodismo para las generaciones que le siguieron.

A continuación, su hijo, reconocido comunicador, nos habla de él en su página web:

Por Alfonso Baella Herrera en: http://www.baella.com/blog/?p=766

Quizá el recuerdo más borroso sea yo pasándole mi pelota y el pateándola, de un zurdazo, con cariño para que la pudiera “tapar”. Yo tendría 4 o 5 años. Tengo otro, cerca de la cocina, en la única televisión en blanco y negro que había en la casa. Mi madre decía: “tu papá en la televisión, mira” y mi viejo ya estaba hablando en la televisión haciendo un comentario político.

Me acuerdo subiendo y bajando, a los 6 años, las escaleras de El Comercio y entrando a su enorme oficina y revolviendo todos sus cajones con mis hermanas, mientras el hablaba con Don Luis que fue como su Padre.

Recuerdo el día en que me compró mi primer uniforme de arquero completo,  con guantes y todo, y me acompañó al partido de fútbol. Casi se peleó con el entrenador para que me pusieran en el equipo; pero fue en vano: no jugué.

Lo recuerdo una noche en el local de Acción Popular, en Miraflores, hablando sobre “El Libro Blanco de la Fuerza Armada” y  los aplausos cerrados.  Hablando con Bedoya Reyes, Barrantes Lingán, Belaúnde Terry, Luis Alberto Sánchez, Andrés Townsend y tantos otros políticos de todos los tiempos.

Lo recuerdo la noche que el gobierno militar expropió los diarios y, también, en el que había trabajado toda su vida: El Comercio. Me veo sentado al día siguiente, muy temprano, en la cama de mis padres, y a mi madre contándonos en voz baja lo que había pasado mientras mi padre aún dormía.

Me acuerdo la fundación de su semanario político: El Tiempo.  Su alegría por el lanzamiento de la primera edición.  Recuerdo su felicidad cuando escribió sus libros más emblemáticos: El Poder Invisible y El Miserable, los mismos que se vendían en la casa porque el gobierno militar había amenazado a las librerías si ellas los comercializaban. Recuerdo las 7 veces en que fue clausurado por escribir lo que el gobierno militar no quería. Siempre valiente.

Recuerdo el día en que lo fueron a buscar de Seguridad del Estado para decirle que el Ministro del Interior quería “hablar con el”,  y no verlo en los siguientes tres meses porque el Presidente General Morales Bermúdez había decidido deportarlo a Argentina.  La deportación no fue una tragedia, al contrario, escribió un libro estupendo: Secuestro.  Nunca veía un problema sino la oportunidad.

Lo recuerdo escribiendo su periódico, sus libros y sus artículos cuando vivíamos en San Isidro. Trabajaba todo el día y buena parte de la noche; apasionado y siempre junto a mi madre.

Lo recuerdo haciendo sus programas de televisión Frente a Frente,  Los Caminos del Poder y Cámara Acción y yo, a su lado, editando horas de horas.

Lo recuerdo hablándome y escuchándome. Recuerdo sus conversaciones, su entusiasmo y su alegría. Tenía la virtud, que nunca he visto en nadie, de llevarte hasta las nubes. Cada mañana, al día siguiente de una larga conversación nocturna, era como amanecer recargado.

Ese era mi viejo, mi campeón y mi héroe; podría escribir mil páginas más sobre mi padre y siempre serían pocas.

Hoy mi padre tiene 85 años y achaques propios de su edad.

Al último de mis  hijos le pusimos Alfonso; como él, y este domingo volveremos a estar juntos los tres Alfonsos Baellas. Para mi es un honor ser hijo de mi padre y espero siempre hacer honor a su pensamiento y a su legado.

Padre es, sobre todo,  el que guía, escucha y el que enseña con su ejemplo. Que así sea siempre...

Alfonso Baella Herrera


Escrito por

El fantasma

Justiciero y franco.


Publicado en

El fantasma de la Opera

Pensando en voz alta