Muerte al niño heterosexual
La cuna de un niño marica es la lápida de un niño heterosexual
Recuerdo mi infancia y deseo un feliz día para el niño gay que alguna vez fui. Y para esos otros niños gais que hoy podrán vestirse de rosa y jugar con muñecas. O para las niñas lesbianas que podrán vestir de celeste y jugar con carritos. O para las niñas y los niños trans que explorarán sus cuerpos sin culpa. O para lxs niñxs intersex que no serán mutiladxs en nombre de la normalización.
Espero que este día de las y los niños ponga fin a aquellos años terribles que viví en el colegio cuando las risas por ser el gordito afeminado del salón me atormentaban y me convirtieron en el activista que hoy soy. Tuve la suerte de una familia que me amó cuando muchos padres aún repiten que es mejor un hijo muerto que maricón. Yo he venido a celebrar pero no, no se va a poder, ¿verdad? Por eso hoy exijo la muerte del niño heterosexual.
El niño heterosexual es la fantasía recurrente de nuestras sociedades. Niños, preferentemente en masculino y siempre heterosexuales, que crezcan, se reproduzcan y nos salven de la amenaza de un orden homosexual dominado por esos cuyas vidas no valen ni sirven. El niño heterosexual no es un niño, es el modelo al que aspiran los padres, los medios, todos. O casi todos.
Una infancia no heterosexual no solo es impensable, es inadmisible porque cuestiona las bases sobre las que se ha construido nuestra sociedad, una sociedad que desprecia y elimina al que se reconoce diferente y tiene la osadía de decirlo en voz alta. ¿O acaso nos es posible pensar en proyectos de vida lésbicos, trans, gais, bisexuales e intersex para nuestras niñas y niños?
Nos rasgamos las vestiduras y cogemos nuestros rosarios para denunciar la amenaza sobre la pretendida inocencia y libertad de los niños pero no nos preocupa en lo más mínimo colonizar sus mentes repitiéndoles una y otra vez que sus destinos dependerán única y exclusivamente de si tienen pene o vulva y que, indefectiblemente, tendrán que casarse y tener hijos (tan heterosexuales como ellos) para que el mal no avance.
Esos mismos niños heterosexuales creados en nuestras retorcidas mentes son los que adquieren carácter divino para señalar a las lesbianas, trans, gais, bisexuales e intersex que sus cuerpos son asquerosos y sus vidas, por lo menos, inservibles. Esos niños heterosexuales son los invocados cuando nos dicen que lo mejor que podríamos hacer es morirnos.
Mientras tanto, miles de niñas lesbianas, trans, gais, bisexuales e intersex serán torturados en sus colegios como yo durante años. Otros serán borrados de sus familias o de la vida misma. A ellas y ellos les deseo un muy feliz día del niño no heterosexual. Que la rabia y la indignación nos haga uno. Y que la felicidad sea posible todos los días de sus vidas a pesar que el odio pretenda exterminarnos.
Ica, 21 de agosto de 2011