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La película de Alan García en la pluma de tres periodistas

Publicado: 2011-08-22

¿Qué escenas te gustaría ver en una eventual película sobre la vida del ex presidente Alan García? Los periodistas Beto Ortiz, Mónica Delta, Ricardo Uceda, entre otros, sugieren algunos pasajes a tomar en cuenta para la realización del filme, en la última edición de la revista Cosas.

Beto Ortiz narra un ficticio encuentro del ex mandatario aprista con el líder del Frepap, Ezequiel Ataucusi; Mónica Delta cuenta la historia de una reportera que recibe un ramo de geranios del ex presidente; mientras que Ricardo Uceda cuenta la última cena en París del candidato de la estrella antes de las elecciones del 2011.

Aquí te dejamos tres de las seis historias que aparecen en la revista Cosas:

Alan busca un outsider y encuentra a Ezequiel Ataucusi

Por Beto Ortiz.

En medio de un paraje desértico, hay una gran explanada rodeada por murallas de adobe con algunos toldos de caña y esteras. En ella, decenas de hombres, mujeres y niños pobres celebran el jubiloso ritual de una secta religiosa: los varones, mestizos de rasgos indígenas, llevan tupi- das melenas y barbas muy largas pero ralas. Visten coloridas túnicas y sandalias, al igual que las mujeres que, además, llevan mantos sobre sus cabezas como si estuvieran todos caracterizados para escenificar una historia bíblica. Incluso los niños están vestidos así y más parecen los pastorcitos de un nacimiento vivo. Algunos perros y aves de corral merodean entre la polvareda. Un grupo de jóvenes fieles inter-preta cánticos de alabanza con guitarras y sintetizadores electrónicos. Varias banderas diferentes –la del Perú, la de Israel, la del Tahuantinsuyo, entre otras– flamean en lo alto de mástiles dispuestos a la entrada del lugar. Al fondo hay una hoguera que produce una gran humareda donde se ha sacrificado animales como ofrenda. Un grupo de mujeres canta y baila agitando tambores y panderetas en medio de un éxtasis místico. En medio de todo este jolgorio, irrumpe de pronto el imponente Mercedes presidencial precedido por una exagerada caravana de seguridad.

¡El señor os ha elegido por alianza de su pueblo, para que levantéis la tierra, para que heredéis el reino!

A través de los vidrios polarizados de su Meche blindado, el presidente lo observa todo, muy impresionado. Mientras conversa con su escudero Del Castillo, se filtran desde afuera los ensordecedores cantos de los feligreses.

¡El señor os ha elegido para que deis libertad a los presos y luz a los que están en tinieblas!

El ruido imperante obliga a Alan y Jorgito a hablar tapándose un oído, acercándose el uno al otro y levantando mucho la voz.

–¡Jamás me hubiera imaginado tamaña bienvenida! –dice Alan.

–¿Bienvenida? Disculpa, pero yo tengo la impresión de que no le están cantando al presidente sino al candidato… –responde Del Castillo.

–¿Al candidato?

–¡Tu candidato, pues, tu candidato! ¡El outsider con el que tumbarás a Vargas Llosa!

–¡Me muero de la curiosidad!

–¡Y yo me muero de ganas de pre-sentártelo!

¡No tendréis ya más hambre ni sed, ni el sol ni el frío os afligirá! ¡Ha llegado el rey de misericordia!

Alan, burlón, canturrea “Moza mala” imitando al Zambo Cavero: “¡Señor de misericordia! ¡Duermen peor que los cochiiiinos… señor de misericordia!”

Del Castillo lo interrumpe.

–¡Aquí viene, Alan! ¡Aquí viene!… ¡Profeta Ezequiel Ataucusi Gamonal, le presento a Alan García, presidente cons-titucional de la República del Perú!

–¿Ezequiel qué?

Un pintoresco ancianito de boina y barbas blancas es llevado en andas por la extasiada muchedumbre que pugna por tocarlo en medio del incienso y de una lluvia de pétalos de flores. Sobre su cabeza flota, como un zepelín, un gigantesco pescado inflable que lleva inscrito el lema: LLEGÓ LA HORA, PERUANO, DE QUE NOS GOBIERNE UN HERMANO.

El candidato Alan y la reportera de televisión

Por Mónica Delta

Campaña electoral, verano de 1985. Alan García es, a sus 36 años, el favorito para ganar las elecciones. Hoy, García se reunirá con los pobladores de un asenta-miento humano para hacer lo que mejor le enseñó Víctor Raúl Haya de la Torre en su juventud: transformar con la palabra un puñado de arena en un paraíso en el que miles de personas imaginarán un futuro. Una joven reportera, quizá la más joven de la televisión, ha seguido al líder del Apra hasta allí para robarle unas palabras.

La reportera espera que García termine su discurso para decirle:

–Doctor García, una entrevista, somos de Panamericana.

La mayoría de políticos vibraba al oír esa frase, porque la TV representaba la posibilidad de transmitir su mensaje a millones de personas a la vez. Pero García no contesta. Evita con incomodidad la cámara hasta pasar delante del micrófono sin responder ninguna interrogante. La reportera está confundida, nunca le había pasado eso. Pero la responsabilidad hace que se recupere rápido. Ella cree que quizá García no la escuchó, que quizá no sabe que es de Panamericana, la señal con más sintonía del país. Así que arremete con su micro otra vez:

–Doctor García, deme unos minutos.

García por fin gira para responder, pero lanza otra interrogante:

–Oiga, señorita, ¿usted no sabe que está hablando con el próximo presidente del Perú? Más respeto.

La reportera lo observa sin responder. Como reportera sabe que debe insistir hasta obtener la entrevista, pero la pedantería de García la ha incomodado a tal punto que le pide al camarógrafo que apague sus equipos. Ella sabe que podrían despedirla si no cumple con obtener la exclusiva, pero no le importa. Está indignada. Le pide al chofer que prenda su motor para regresar a Lima. El chofer le pregunta si está segura. La periodista lo mira de tal forma que el chofer prende su carro sin decir nada más. Durante el regreso, la reportera mira la carretera. Está pensando qué excusa le dará a su jefe. Sus compañeros no dicen nada, hasta que se percatan por el espejo retrovisor de que una 4x4 con lunas polari-zadas avanza a toda marcha. La camioneta aventaja aceleradamente al carro de prensa, intentando lograr que se detenga. El chofer de Panamericana baja la velocidad hasta frenar abruptamente. La reportera está con-fundida, pero se sorprende aun más al ver que García baja de ese vehículo. Está fría. Para ella, García reúne toda la malcriadez del planeta, pero no ignora que, además de ser un político preparado e inteligente, García es joven, alto, atlético y atractivo. Lo mira acercarse con dirección a su ventana. García camina con las manos escondidas detrás de la espalda. Se detiene atrás de su ventana. La chica está petrificada.

–Señorita, usted no tiene paciencia –dice García, que de pronto le ofrece un ramo de geranios.

Delta baja la ventana, recibe las flores. García le pregunta:

–¿Usted quiere una entrevista? Yo se la voy a dar.

García le abre la puerta. Caminan juntos hasta unas bancas en medio de un terral abandonado. La imagen es lejana, no importa lo que conversan. Años más tarde, solo sabrán que ese día nació su amistad.

Adaptación de pasaje de “Minutos antes de las ocho” (Mesa Redonda, 2009)

La última cena en París

Por Ricardo Uceda

Lugar: departamento de Alan García en París, en el número de 118 de la Rue de la Faisanderie. El término faisanderie, en Francia, no solo indica lugar de fai-sanes sino un chanchullo, un entripado. Pero nada más lejos de ello en este barrio elegante donde, a media cuadra, está la avenida Foch con sus jeques y millonarios y notabilidades. El departamento es amplio, antiguo, de techos altos. Es una hora antes de la medianoche del 31 de diciembre del 2000, y en el comedor transcurre una cena de Año Nuevo.

La familia García es anfitriona de la familia Lauer. Pilar Nores sirve un confit de canard en conserva, y en la mesa hay varias fuentes con ensaladas, manzanas caramelizadas y un García tinto que no figura en la guía de vinos franceses. Es de colección privada. El escritor Mirko Lauer y su esposa Jéssica están desde hace un mes en la ciudad con sus hijos Ernesto y Adrián, que hablan en voz alta con los chicos García: Alan Simón, de 13, y las menores Josefina, Gabriela y Luciana. La niñez hace un bullicio que dificulta seguir la conversación de los mayores, que versa sobre París, sobre la conferencia que dio Lauer en la Casa de América Latina y a la que García no fue –sí estuvo Pilar– porque el expresidente evita aparecer en actos públicos. No hablan de política pese a que al día siguiente García partirá a Colombia y de allí al Perú, donde iniciará su campaña para ser nuevamente presidente.

Tampoco se menciona a Alejandro Toledo, quien será el vencedor de aquella campaña, y al que por entonces nadie considera favorito. A los 52, García volverá después de nueve años, cuando aún en puestos policiales hay órdenes de captura que no han sido levantadas. Ha logrado controlar su peso, un resultado de su rutina en el Aquaboulevard, el club de piscina con olas de la Rue Louis Armand, donde se ejercita todos los días. Todos se abrazan al llegar la medianoche. Los Lauer se despiden y García sale afuera con ellos, acompañándolos a tomar un taxi. La ciudad está iluminada con su espectacular juego de luces y fuegos artificiales. Entonces llueve y se tienen que despedir deprisa.

–Vamos a ver qué sale de todo esto –dice García, como confirmando que durante la cena no ha estado pensando en otra cosa.

–Alas y buen viento –dice Lauer.

Y García se vuelve a su departamento a empacar. Es el final de la película.

*Ilustraciones de Franklin Tárraga para la revista Cosas.


Escrito por

Rafael Ponce A.

Periodista, videasta y salsero. Director en La Receta Política.


Publicado en

Redacción mulera

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