Una negra divina
Nunca me ocuparía de un concurso de belleza si no fuera por motivos excepcionales, y creo que lo ocurrido contra la actual flamante Miss Universo, Leila Lopes, a su vez Miss Angola, es deplorable. Me refiero a la reacción surgida en la web a cargo de los inevitables racistas de siempre que han montado toda una campaña para denigrar a esta hermosa mujer en las redes sociales, solo por el "pecado" de ser negra. Lamentable que aun queden esta clase de seres humanos, si puede llamárseles así, que se atreven a insultar y descalificar a una persona por ser de una raza, sin ver más allá que el color de su piel.
El nombre completo de la nueva reina de 25 años es Leila Luliana da Costa Vieira Lopes, nacida en Bengueta, Angola el 26 de febrero de 1986. Se coronó como Miss Angola Gran Bretaña en octubre de 2010 porque cursa en ese país estudios en Negocios. Antes de ganar la corona como la mujer más hermosa del mundo, ya había opinado en los medios que "cualquier racista debe buscar ayuda". Sin duda los racistas deben mirarse al espejo y convencerse de que ser blanco no es ninguna ventaja.
No vamos a reproducir acá las estupideces que los racistas escriben en las redes. Lo que vamos a hacer es mostrar la belleza inquietante de esta negra maravillosa. Hay negras de todos los tonos. Las hay de color caramelo, chocolate, canela, almendra, café con leche, etc., pero personalmente nunca he visto frente a frente a mujer más hermosa que a una negra de ébano puro que se detuvo a mi lado haciendo fila frente a una caja de Saga. Y me encanta decir "negra" porque no encuentro mejor manera de distinguir y lisonjear a una mujer que lleva este color fantástico en la piel. Detesto esos términos tibios y eticosos como "morena" o peor aun "afroperuana". Morenos somos todos acá, y nuestras negras son bien peruanas.
En la última Navidad pude asistir al espectáculo "Navidad Negra" en el Teatro Segura. Demás está decir que los cholos éramos minoría. Una multitud de gente negra llenaba los palcos y las plateas con su hablar inconfundible y con esa extraña dicha por la vida que parecen tener los negros. Difícil resulta rescatar la mirada cuando una belleza tan grande como el sol atrae la atención y los más febriles pensamientos. El show empieza. Negra quiero verte. Negra quiero amarte. Negra quiero gozarte, dice la canción y resuena en la memoria mientras uno cae víctima de la tentación cual insecto atraído por el farol. La canción dice que la mariposa muere en el candil, pero no hay manera de concretar ese destino. No queda más que observar en la penumbra ese perfil, ese color, esa textura, y adivinar ese sabor de chocolate mientras los aplausos nos regresan a la realidad y las luces nos evaporan la fantasía.
Tenemos una reina negra. Dios salve a la reina.