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Construir una mayoría

Publicado: 2011-09-19

Por Javier Diez Canseco

La victoria de Gana Perú (GP) y el gobierno de Ollanta Humala son factores centrales para implementar los cambios que las mayorías reclaman: construir un Perú para Todos, con justicia social, equidad e igualdad de oportunidades, soberanía, latinoamericanismo y devolver ética a la política. La victoria fue posible gracias a una auténtica propuesta de cambio y la articularon fuerzas políticas y sociales que permitieron ganar la primera vuelta. Fue titánico derrotar la guerra sucia, el miedo al cambio por rumores, mentiras y agravios que revivieron la metodología del fuji-monte-cinismo. La unidad y peculiares circunstancias políticas condujeron a que GP no tuviera ninguna alternativa a su izquierda. Nadie le disputó los sectores populares que bregan por el cambio. Se diferenció claramente de una derecha y centroderecha dispersas, divididas.

Pasar de 32% al 52%, ganar la segunda vuelta, implicó ampliar la base electoral. Muchos vencieron el miedo, las mentiras sembradas. Ante la amenaza de una restauración fujimontesinista, optaron por GP y Ollanta. A ello ayudó también abrir la confluencia electoral a otras fuerzas políticas, a liderazgos con los que se compitió en primera vuelta (PP, SP, AP) u otros que integraron otras alianzas. De allí surge un gobierno de concertación nacional, con un gabinete arco iris, cuya columna vertebral es GP, su base electoral, los intelectuales independientes, y quienes han asumido funciones desde otras fuerzas.

GP nació como una coalición de gobierno, para mantener sus compromisos hasta el 2016 y sacar adelante el plan de gobierno pactado. Su fuerza principal es el PNP y la integran diversas fuerzas de izquierda (el Partido Socialista, el PCP, VS, el PSR y Lima para Todos). La coalición involucró a  partidos y fuerzas regionales, así como a líderes de movimientos sindicales y sociales. Esta sumatoria es la columna de la fuerza electoral que permitió conquistar una parte del poder político para enrumbar al cambio, Una parte, porque GP no tiene mayoría en el Congreso y mantienen enorme peso los poderes fácticos económicos y mediáticos.  El reto de la gobernabilidad para el cambio está en construir una mayoría política y social organizada, capaz de sostener y ahondar el proceso de cambios que se inicia.

Grave error sería  pensar que la mayoría electoral de la segunda vuelta es ya una mayoría política y social, o que la popularidad en las encuestas la reflejarían. Conciencia y programa, organización y mecanismos de participación o consulta, capacidad de sostener campañas políticas son condiciones fundamentales de una mayoría político-social y de la construcción de un poder real, de abajo hacia arriba.

La unidad de fuerzas y el correcto manejo de las diferencias y matices a su interior son vitales. La unidad no diluye identidades, pero sí pone por delante lo que une y no lo que divide, genera mecanismos de diálogo y articulación, establece mecanismos de relación y confianza entre los que trabajan juntos. Es vital.

Por ello es legítimo y lícito que las fuerzas se organicen y mantengan su identidad al interior de una coalición como GP, si no encuentran una identidad común superior. Pero sería un grave error –que ya vivimos cuando el APRA y Bustamante, así como con la división irresponsable de Izquierda Unida– pensar que lo clave hoy es fortalecer una identidad propia y disolver una unidad –GP– que debe expresarse no solo en el gobierno o el Congreso, sino crecer como espacio político-social consistente.

Es equivocado creer que GP cumplió su rol con los resultados electorales al haberse logrado la victoria gubernamental. La unidad –imaginativa, creativa, participativa, con protagonismo social renovador– es más urgente que nunca. No perder de vista los retos y tiempos del cambio, ni la profundización del proceso con una consistente mayoría político-social.


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