¿Quiénes eran los guardianes socráticos en La República de Platón? Filósofos y académicos nos cuentan rápido y facilito
"Yo creo que tenemos que alejar a los guardianes socráticos de la nación, de la república, de lo que es la política del día a día, porque la tarea del soldado es superior, porque está por encima de las discusiones de coyuntura política. El soldado es como un sacerdote, que está más allá del bien y del mal, y que su único objetivo es mantener la tierra".Presidente Ollanta Humala, 9 de diciembre del 2011 Discurso por el Día del Ejército
Las frases ya fueron comentadas por varios periodistas, interpretadas por algunos políticos y analistas pero aún no hemos escuchado a los académicos explicar quiénes eran los guardianes de La República, cómo era esa República socrática y a qué puede atribuirse el poner a esa guardia más allá del bien y del mal.
César Escajadillo, magíster en Filosofía y docente en varias universidades del país, explica por qué nuestro sistema político actual no puede equipararse en absoluto con el de Platón y su República.
"El modelo de Estado que Platón desarrolla en La República - el más importante de sus Diálogos- no es en absoluto el de una democracia entendida como el gobierno del pueblo. De hecho Platón veía a la democracia como una de las cuatro formas imperfectas de gobierno --junto con la oligarquía, la timocracia y la tiranía--, visión que, sin duda, se basaba en su propia experiencia como ciudadano de una. Recordemos que Platón fue testigo de cómo Sócrates, su maestro, fue condenado a morir bebiendo cicuta en tiempos de la democracia ateniense" apunta Escajadillo.
¿Pero cómo era el Estado que propone Sócratos a través de Platón?
César Escajadillo señala "El Estado ideal platónico se caracteriza por ser un Estado justo, o sea, un Estado en el que cada una de sus partes integrantes obra según su naturaleza y en concordancia con las demás: la clase trabajadora se encarga de producir riqueza; los guardianes se ocupan del orden y la seguridad; los gobernantes de legislar conforme al conocimiento de lo Bueno y Justo. Esta última tarea recae en el filósofo, para Platón ser virtuoso por excelencia.
Esta división tripartita del Estado coincide, a su vez, con la división que hace Platón del alma humana en tres partes --apetitiva, irascible y racional-- y al equilibrio que debe haber entre ellas para que el alma no se enferme.
La idea entonces es que así como hay una salud del alma que se sigue de conservar un equilibrio entre los deseos, las emociones y la razón en el individuo, debe haber una salud del Estado que consiste en que cada una de sus partes cumpla su función a cabalidad.
Es en dicho contexto que la figura del guardián cobra importancia central, pues se trata de alguien que cifra su felicidad en el bien del Estado, lo que exige de él valentía y arrojo para secundar al gobernante en el control de la masa trabajadora.
La analogía psicológica que viene al caso: cuando nuestros deseos sobrepasan lo que verdaderamente necesitamos, la Razón se ve obligada a acudir a las emociones (especialmente la ira) para aplacarlos o encaminarlos hacia el fin correcto".
De otro lado, Consuelo Uribe Mallarino, doctora en Antropología Social, (Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales. París, Francia) apunta en su libro *"Un modelo para armar. Teorías y conceptos de desarrollo":
"Platón examina las formas de gobierno de acuerdo con su contribución en el logro de la justicia. Ninguna forma de gobierno alcanza la justicia perfecta debido a los excesos de poder que se pueden presentar. Las formas de gobierno están relacionadas con los tipos de hombre que hay en la sociedad. Platón encuentra que existen cuatro tipos de hombres, que dan lugar a cuatro tipos de gobierno: los guardianes, los guerreros, los comerciantes y artesanos, y los filósofos. Las formas de gobierno se alternan de acuerdo con la primacía de uno u otro tipo de hombre en el poder político. Los cuatro tipos de gobierno son la timocracia, la plutocracia (oligarquía), la democracia y la aristocracia. En la timocracia gobiernan los guerreros, el estamento militar. Aunque es una forma de gobierno basada en el honor, decae y da paso a la plutocracia (oligarquía), el gobierno de los ricos, que por ser el de unos pocos y por negarle el acceso a los pobres también decae".
¿Y sobre la democracia? Escribe la doctora Uribe:
"En la democracia, se igualan mujeres a hombres, zánganos e industriosos, metecos (extranjeros) y ciudadanos, niños y mayores. Al permitir la igualdad de quienes no son iguales, da cabida a una excesiva libertad, a una diversidad de modos de vida que amenaza el orden y la prosperidad de la ciudad. Por eso se da paso al gobierno del tipo de hombre ideal, el filósofo, quien se caracteriza por ser virtuoso e inteligente. El gobierno del filósofo es la aristrocacia y es el que mejor responde a la búsqueda de la justicia. El objetivo de toda forma de gobierno es lograr el bienestar de su gente a través de la educación y el desarollo de la virtud, no sólo en materias académicas sino en el arte, en gimnasia y en materia moral".
Interesante también la reseña que sobre el mito de la caverna de Platón, la manipulación y las sombras en el ejercicio del gobierno hace en su libro la Dra. Uribe:
"Platón introduce su famosa alegoría de la caverna, con la cual escenifica la prisión en la que se halla la persona humana cuando está sujeta a la ignorancia y a la falta de libertad, representada como cadenas dentro de una caverna oscura. Ante aquellos prisioneros las cosas aparecen falseadas, porque son solo sombras, y los objetos que las proyectan nunca se ven. De acuerdo con su voluntad, quien maneje las sombras muestra solamente las prolongaciones y deformaciones para hacerles creer lo que quiere. Es solo liberándose de las cadenas y saliendo d ela caverna que los prisioneros pueden ver los objetos en su verdadera dimensión y por sí mismos, sin que otros manipulen su visión del mundo".
Hasta aquí las explicaciones e interpretaciones de los académicos en lo que concierne a las formas socráticas de gobierno, a los guardianes del mismo y a las referencias platónicas. Le pedimos al filósofo Escajadillo aventurar una interpretación de lo dicho por el presidente Ollanta Humala, a la luz de sus conociemientos filosóficos y como ciudadano peruano.
"Por lo que entiendo, Humala quiso decir, refiriéndose a los soldados del Ejército, que al ser ellos los guardianes de la Nación, entonces no tendrían por qué participar de la vida política del país (de ahí que no deban tener derecho a voto). Pero la comparación es inexacta. En primer lugar, porque el modelo político platónico no se asemeja en nada al nuestro, en que los gobernantes son elegidos por la mayoría. En segundo lugar, porque los guardianes de La República sí cumplen funciones políticas (es el caso de aquellos guardianes que Platón llama "magistrados", a cuya cabeza está el gobernante-filósofo). Con lo cual, nada más lejos del ideal platónico que una milicia despolitizada y ajena a los asuntos comunes. Ahora bien, lo que personalmente me llama más la atención es la comparación que hace Humala, en su discurso, entre el soldado y el sacerdote, especialmente cuando dice que ambos están "más allá del bien y del mal". Esto es revelador, pues si hay dos instituciones que están organizadas tutelarmente (bajo el principio "estar en desacuerdo es estar en falta"), esas son, precisamente, las FF.AA. y la Iglesia. Y al decir Humala que el soldado es como el sacerdote en que ambos están más allá del bien y del mal, está diciendo, me parece, que los órdenes tutelares estarán siempre por encima del diálogo y la deliberación política. O sea: importa mucho más la autoridad que el ponerse de acuerdo".
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*Capítulo 1 "La utopía como teoría primigénea del desarrollo". PUCP, Lima 2008.
César Escajadillo es magíster en Filosofía por la PUCP. Profesor de los cursos de Teoría del Conocimiento en la UPC, Historia de la Filosofía Contemporánea en la UARM. Es coautor del libro Pensamiento y acción. La filosofía peruana a comienzos del siglo XX con Pablo Quintanilla y Richard Antonio Orozco. Sus intereses de investigación se centran en la filosofía del lenguaje y la mente, el pragmatismo y la epistemología.