Cartas (#1) – Marco Aurelio Denegri a Martha Hildebrandt
Acabo de leer la nota lexicográfica “Cuando las papas queman”, publicada en El Comercio el 10 de julio del 2010. Cada vez me convenzo más de que aun los mejores lingüistas -y usted es una gran lingüista- cometen grandes errores. Usted se equivoca completamente al suponer que la papa de “cuando las papas queman”y así mismo la papa de “papa caliente”es el tubérculo comestible. ¡No!(…)
La papa de “papa caliente” y de “cuando las papas queman” es la papa sexual y en tal sentido papa es chucha, concha, coño, zorra, caverna, raja, etcétera, y la quemazón es la transmisión de enfermedades venéreas y la calentura de la papase refiere a la rrechura o lujuria de la hembra, a la cual el varón término medio se la imagina paciente de furor uterino.
Por otra parte, quemarse por contraer una enfermedad venérea es un pronominal que vengo oyendo desde hace sesenta años y que Juan Álvarez Vita incluye en su Diccionario de Peruanismos. Las papas que queman, o sea las chuchas que enferman son las transmisoras de enfermedades venéreas.
“Una papa caliente” es expresión denotativa de la mujer muy ardiente, arrechísima, con unas ganas sexuales tremendas, y que provoca recelo en el hombre, porque ella lo va a exigir a fondo y él ignora si podrá responder como se debe. Sin haber leído a Weininger, sabe que “el hombre tiene un pene, la vagina tiene una mujer”. Del riesgo de fracasar en la copulación o de quedar deslechado y como limón de emolientero, se llegó a decir “papa caliente” de cualquier situación crítica.
Dice la doctora Hildebrandt, con una ingenuidad conmovedora y digna de mejor causa, que en la expresión adverbial “cuando las papas queman” “está viva la imagen deunas papas recién hervidas, calientísimas, que se pelan pasándolas de una mano a otra para no quemarse”.
Ocurre, sin embargo, que lo mismo se podría decir de los camotes. ¿Por qué no se dijo “cuando los camotes queman”? ¿Por qué no se dijo “camote caliente”? ¿Por qué? Misterio. Y mucho me temo que sea un misterio que ni la mismísima doctora Hildebrandt, con toda su sapiencia, podrá resolver.
Atentamente,
Marco Aurelio Denegri
12 de julio del 2010
Tomado del libro "Miscelánea Humanística", de Marco Aurelio Denegri.