El voto de la mujer en el Perú y el trabajo pionero de María Jesús Alvarado
El 11 de Octubre del año pasado el Ministerio de la Mujer recordó la gesta feminista de María Jesús Alvarado, al dar lectura a su manifiesto en la Sociedad Geográfica de Lima un siglo atrás. A través de pancartas, presentaciones teatrales y libros se realizó un homenaje cuyo objetivo principal era ser justos y justas con la mujer que abrió brecha para las peruanas en la lucha por conquistar sus derechos como ciudadanas.
Hoy, cuando se cumplen 101 años de esa lectura, García Naranjo, terca en su afán de dar a difundir la labor pionera de María Jesús Alvarado, envió este artículo, que habla del papel precursor de esta mujer. Su texto incluye el relato de la discusión en el Congreso por el sufragio femenino:
(Por: Aída García Naranjo) La memoria encuentra sus huellas de larga duración, que conducen hacia las luces que nos llegan del pasado, llevándonos hasta las mujeres que nos abrieron paso en el ejercicio de nuestra ciudadanía.
Desde que en el Perú en la segunda mitad del Siglo XIX la autora de Aves sin Nido, Clorinda Matto de Turner, abogara por los indios, ejerciendo el periodismo para expresar públicamente sus ideas políticas, su defensa por los indígenas, de las mujeres y su posición anticlerical; empezó un despertar en las mentes femeninas que no dejaría de manifestarse hasta comenzar a conquistar derechos hasta entonces restringidos a los hombres, como el derecho a votar, a elegir representantes y gobernantes, y a ser elegidas.
Y entre 1910 y 1911, María Jesús Alvarado, fundadora de Evolución Femenina, reivindicó en forma explícita y decisiva los derechos civiles y políticos de las mujeres.
El camino a la vida política de las mujeres fue despejado por mujeres. Para entender el proceso que concreta el voto femenino en el Perú hay que considerar que las defensoras de los derechos civiles y políticos de su género sabían lo que querían lograr. Las líderes fueron conocedoras del mundo, de las nuevas corrientes de pensamiento. Los movimientos de esa época, llamados también sufragistas por el contenido de su reivindicación, marcaron un derrotero para las mujeres.
Las precursoras
María Jesús Alvarado empezó hace 101 años a abrir trocha a todas las mujeres del Perú. Pionera, activa luchadora social, escritora y periodista, se atrevió a cuestionar la sujeción al poder masculino y todo lo que ello representaba en la sociedad limeña y peruana hace 100 años, planteando en 1911 el primer manifiesto feminista.
Este manifiesto fue presentado, en una conferencia denominada “El Feminismo” en la Sociedad Geográfica de Lima. Por primera vez una mujer expuso públicamente ideas innovadoras en relación a la autonomía de la mujer y a la igualdad de sus derechos civiles y políticos:
“…Es indiscutible que la mujer tiene derecho a la vida, a obtener en ellas las mejores ventajas posibles, luego, pues, es deber sagrado del Estado ponerla en condiciones de obtener estas ventajas en la medida de sus aptitudes, y como el orden económico se relaciona íntimamente con el civil y político, la mujer tiene opción a gozar de la plenitud de los derechos, con que las leyes garantizan el bienestar de la persona humana en el mundo civilizado”.
“…La liberación intelectual, moral y económica de la mujer, traerá como consecuencia lógica y precisa, el reconocimiento de sus derechos civiles y políticos, su dignificación y emancipación completa, como lo exige la justicia que inspira las leyes modernas”.
El trabajo pionero de esta mujer marcó en forma clara un camino con un horizonte claramente marcado: la conquista del voto femenino. Pero aún pasarían algunos años, y mucho trabajo sería necesario, para que las peruanas pudieran ejercer este derecho.
Con el surgimiento de los grandes movimientos político-sociales y de las ideas de los años veinte vemos surgir un notable grupo de mujeres que combinan la actividad intelectual, la práctica política, la lucha social y la reivindicación femenina. Destacaron, dentro del APRA, lideresas como Eva Morales, Nita Pérez, Susana Medrano y Teodolinda de Gomero. Mención especial merecen Magda Portal y Carmen Rosa Rivadeneira, a quienes su feminismo naciente las colocará, tiempo después, fuera del partido de Haya de la Torre.
Es de resaltar el énfasis que puso Magda Portal en señalar que el voto calificado “es una notable desigualdad con el varón ya que a éste, sea de la condición social que sea, se le permite el derecho al voto universal y a la mujer se la limita y se la califica de acuerdo a su posición social y económica...” (Hacia una nueva mujer. 1931).
En el naciente Partido Socialista y el movimiento de ideas liderado por José Carlos Mariátegui sobresalen: dela Montesinos, Alicia Bustamante, Carmen Pizarro, Celia Bustamante, Raquel y Estela Bocángel.
En el Perú, al igual que en el movimiento sufragista internacional, hubo mujeres que pidieron el voto sólo para los sectores cultos. Por eso fueron muy importantes las acciones de las feministas socialistas Adela Montesinos y María Jesús Alvarado, quienes plantearon el voto universal para todas. María Jesús Alvarado formó el grupo “Evolución Femenina”, junto con Adela Montesinos. Este primer grupo feminista se definió en pro de la cultura y derechos de la mujer.
El feminismo peruano de los años veinte, por el carácter de la sociedad y la percepción religioso-moralista que se tenía de la mujer, estuvo compuesto por personajes ilustrados, integrantes de las capas medias y altas, únicos estratos que tuvieron acceso a la educación. La influencia del pensamiento liberal y feminista las llevó a asumir las reivindicaciones de género del conjunto de la población. Zoila Aurora Cáceres y Elvira García y García abogaban por la educación general y el derecho al voto. Esta última escribía:” trabajar para que se dé a la mujer la facultad del voto, de la misma manera que se hace con todos los hombres. Aún cuando se trate de las que laboran bajo la dependencia de la mujer”.
La doctora Roisida Aguilar, investigadora de la ONPE, cuenta en su libro Historia del voto femenino en el Perú que Zoila Aurora Cáceres, tras fundar la agrupación Feminismo Peruano en 1924, trabajó incansablemente por el derecho al sufragio. Reunida con mujeres de la alta sociedad y de la clase media en el Hotel Bolívar y en la Sociedad Geográfica del Perú, elaboró una propuesta para que se modificara el artículo de la Constitución que no consideraba el derecho de la mujer al voto.
“Zoila Aurora Cáceres, la hija del ‘Mariscal’ como gustaba presentarse, independiente siempre, decidió preservar su autonomía y no se vinculó a ningún partido político porque quería convocar a la mayor cantidad de parlamentarios en torno a su proyecto y que el Congreso Constituyente de 1931-1932 debatiera su propuesta. Lo logró. El lobby hecho por su asociación resultó tenaz: la Constitución de 1933 incluyó el sufragio femenino para la elección de gobiernos municipales. Por desgracia, las mujeres no ejercieron ese derecho porque el nombramiento de los alcaldes mediante elecciones se suspendió hasta 1963”, se relata en la mencionada obra.
Debate en el Congreso
En la década del treinta del siglo XX encontramos mas antecedentes de la batalla en el Poder Legislativo por el sufragio femenino. Se ubican en el diario de debates del Congreso Constituyente que fuera instalado el 11 de octubre de 1931.
El Congreso Constituyente inició sus funciones el 8 de diciembre de 1931, fecha en que asume la presidencia Luis Miguel Sánchez Cerro. Desde las primeras sesiones, la ciudadanía y sufragio de las mujeres es uno de los temas que merece la atención de los representantes. Es la primera vez que se escucha en el hemiciclo la voz de sus integrantes solicitando el sufragio para la mujer. También se escucharon voces de radical oposición. Se elaboraron dos dictámenes, uno de mayoría y otro de minoría, y ambas comisiones se pronunciaron sobre el voto de la mujer. Sólo la minoría lo hizo en forma irrestricta.
El debate para elaborar la Constitución Política del país en el Parlamento de 1931 se definió respecto al voto femenino como otro campo de lucha entre los sectores conservadores, apristas y socialistas:
Dada la importancia y trascendencia destinada a incorporar a la vida política a la mujer hubo quienes expusieron las razones para dejar constancia de su voto...”Estoy por el sufragio femenino, por que si el varón con la mujer conviven en el orden privado, lógicamente deben convivir en el orden público, y esta convivencia hará mas solidaria su vida y su destino....Las jerarquías odiosas, enaltecedoras para el varón y depresivas para la mujer quebrantan es solidaridad”. El prematuro fallecimiento del representante Uceda Meza (el 26 de febrero de 1932) privó al Congreso de una justa jornada de reivindicación de la mujer en sus momentos finales. Se aprobó la negación del sufragio femenino nacional, aceptándolo solo a manera de experimento en las elecciones municipales pero éstas no se llevaron a cabo desde 1933 hasta 1963.
Los intensos debates parlamentarios de ese tiempo no tenían como fondo más importante el derecho político de la mujer, sino las ventajas y desventajas numéricas de cada partido.
Para el historiador Jorge Basadre “fue un imperdonable error haber negado en 1931 el voto a la mujer”. La participación femenina en el proceso electoral de ese año llegó a ser muy intensa en la labor propagandística de los partidos, “fenómeno que no había ocurrido anteriormente”.
En 1940, el 58% de la población era analfabeta: y de esta el 62% eran mujeres, como hasta el presente continúa siéndolo. Los sectores conservadores que ya habían rechazado el voto a los analfabetos y jóvenes se pronunciaron contradictoriamente a favor del voto femenino IRRESTRICTO. Sostenían que no existía razón para diferenciar la capacidad política del hombre y la mujer, y que en ninguna democracia moderna que se preciara de tal se negaba esta derecho. La única limitación que planteaba era la misma que se exigía para los varones: saber leer y escribir.
Esta propuesta de los parlamentarios conservadores era sin lugar a dudas un acto de oportunismo político notorio.
Los apristas, por su parte, sostuvieron la posición del voto CALIFICADO. Para el emergente partido de masas de los años treinta, contar con la presencia femenina en sus filas era más que necesario. Esta buscaba su incorporación a la vida política. Sin embargo, sus diferencias de clase con los conservadores, y la posibilidad de perder futuras elecciones a causa del bajo nivel de conciencia de las futuras votantes, los llevó a plantear en el Parlamento el voto calificado.
Así, el diputado lambayecano Luis Heysen, argumentó: “…reconocemos el derecho al voto de la mujer que trabaja en el hogar, la fábrica o en el campo, y de la mujer que estudia y piensa, significando también esfuerzo y vida, porque diferimos con quienes quieren otorgarle ciudadanía a las niñas de sociedad, que siendo una desocupada está al mismo tiempo expuesta a sufrir influencias extrañas, si se quiere, clericales que puedan contravenir las transformaciones esenciales que nosotros sostenemos dentro de un nuevo sentido de la realidad nacional, de acuerdo con un pensamiento económico del Estado “República de Trabajadores””.
“El voto a la mujer que trabaja, estudia, piensa, no es cuestión de edad, como tampoco de sexo, es cuestión económica y espiritual en nuestra lucha para lograr que la costilla bíblica se transforme a ciudadana…. “ Mostrando la percepción de la mujer que tenían los apristas en ese tiempo, Manuel Seoane, diputado por Lima, sostuvo: “…nosotros repito, hemos establecido que la mujer no solamente debe votar sino que también puede ser elegida por sus condiciones especiales para la vigilancia de las labores municipales, la higiene y la asistencia social, así que ella no solamente puede ser, sino debe ser colaborada del hombre…”
El sindicalista Arturo Sabroso, llevando sus diferencias políticas al máximo frente a los conservadores, llegó a sostener que puede haber en las filas conservadoras, elementos purísimos y principistas, pero “la finalidad política del conjunto no es sino captar la voluntad enfermiza de la mujer fanática”. A nombre del Partido Socialista, el diputado Arca Parró planteaba el voto, universal sin reserva, defendiendo lo que él llamaba Voto Femenino AMPLIO. Sin embargo, consideraba que las condiciones no estaban maduras, pues las mujeres no habían luchado para conquistar este derecho, en su opinión.
Luciano Castillo, del mismo partido, discrepó con el criterio aprista del voto calificado. Decía que la vida moderna crea el fenómeno de la desocupación en las capas bajas de la sociedad, y planteó únicamente el derecho al voto para la mujer que trabaja. Lo que significaba en la práctica negarlo para las mujeres del pueblo, que sufrían desocupación. Su partido planteó que se otorgue a la mujer todos los elementos para su propia liberación.
De otro lado, los descentralistas, representados por el educador Emilio Romero, sostenían que las mujeres no pueden tener ese derecho mientras las leyes no la pongan en igualdad jurídica con los varones. A su vez, los independientes como Víctor Andrés Belaúnde, planteaban el voto femenino AMPLIO.
A pesar de esta posición lúcida, sujeta al partido y a su condición de militante, dijo finalmente que” dentro del moderno concepto de democracia funcional, no de democracia burguesa, el voto de valor ha de ser de calidad y no de cantidad, así el voto de la mujer que trabaja junto a la que vive parasitariamente, tiene el innegable valor de la superioridad como elemento de producción, como factor de progreso social...”
Reforma constitucional
Finalmente, durante el gobierno de Manuel A. Odría el Congreso aprobó el texto de la reforma constitucional el 05 de septiembre de 1955, el mismo que fue promulgado el 07 del mismo mes.
La Ley Nº 12391 señaló en su Artículo 84 que: “Son ciudadanos los peruanos varones y mujeres mayores de edad, los casados mayores de 18 años y los emancipados”. Esta ley representó para la mujer la conquista de sus derechos. Con esta norma las peruanas adquirimos el derecho de elegir y se elegidas.
Por eso el 7 de septiembre es el “Día de la Ciudadanía” para la mujer, ese día se adquirió el pleno derecho político al sufragio y la categoría de ciudadanas.
La ciudadana peruana cumplió por primera vez su obligación de votar en las elecciones del año 1956. Al quedar sancionado también el derecho de elegir mujeres representantes, fueron electas para la Cámara de Senadores la cajamarquina Irene Silva de Santolalla y en Diputados a Lola Blanco de la Rosa Sánchez, Diputada por Ancash; Alicia Blanco Montesinos, Diputada por Junín; María Eleonora Silva Silva, Diputada por Junín; María M. Colina de Gotuzzo, Diputada por La Libertad; Manuela C. Billinghurst, Diputada por Lima; Matilde Pérez Palacio Carranza, Diputada por Lima y Juana M. Ubilluz de Palacios, Diputada por Loreto.
Avances y retos
El ingreso de la mujer a la política aportó a la agenda local nuevas preocupaciones, como la salud reproductiva, los derechos de los hijos dentro y fuera del matrimonio; pero significó también el inicio de un rol cada vez más relevante en el debate nacional.
Desde que se otorgó el derecho al voto femenino los avances fueron paralelos en todo orden. Las mujeres tienen hoy libre acceso al mercado laboral, lo que les ha dado poder económico, independencia y una mayor autovaloración, elevando su autoestima y autonomía.
La mujer consiguió otras leyes, como aquella que castiga el acoso sexual y la que permite que los delitos de violación puedan ser denunciados por terceros, librando de este trámite a la víctima, muchas veces golpeada, avergonzada y en crisis emocional.
A esto se suman normas que establecen el régimen de bienes dentro del matrimonio, la separación de mutuo acuerdo y otras más, que otorgan a la mujer categoría de ciudadana con plenos derechos respetados y dejan atrás su antigua condición de propiedad del marido.
Al cumplirse el año 2011 los cien años del manifiesto feminista de María Alvarado lo celebramos con un homenaje y un reconocimiento al trabajo pionero de esta mujer para la conquista del voto femenino, así como de reconocimiento a quienes ejercieron y ejercen con capacidad, esfuerzo y ética cargos políticos públicos no sólo en el Parlamento, sino en todo los niveles de gobierno, en el ámbito nacional, regional y local; liderando organizaciones privadas y sociales de base. Creemos firmemente que la participación decidida de las mujeres en la política de nuestro país contribuirá a hacerlo más democrático, inclusivo y justo.
Desde que se reconoció la ciudadanía a las mujeres en 1955, hasta hoy, los derechos políticos de las mujeres han ido cobrando mayor reconocimiento. Las demandas de participación política femenina se han expresado en las cuotas de género, en sintonía con los estándares internacionales de protección de los derechos humanos de las mujeres. Así, las cuotas mínimas a favor de las mujeres, son acciones afirmativas en pro de la equidad, a través de la cual se busca garantizar su mayor participación en la vida política, dejando atrás el hecho de que las mujeres hemos sido históricamente excluidas del ámbito público.
Desde 1997, año en que se incorpora el mecanismo de cuotas en la legislación nacional para garantizar la mínima participación política de las mujeres en la lista de candidaturas a cargos de elección popular, su presencia ha ido incrementándose. Sin embargo durante los últimos períodos electorales 2010 y 2011 ha sufrido un ligero retroceso.
En las Elecciones Presidenciales 2011 de las listas presidenciales presentadas una mujer obtuvo el cargo de Primera Vicepresidenta, figura que repitió la situación presentada en las Elecciones del 2006.
En el ámbito Congresal las 130 curules fueron ocupadas por 28 mujeres significando ello el 22% de representación femenina, frente al 78% de hombres. De esta cifra podemos señalar que de las 120 Congresistas que finalizan el período 2006-2011, 28 han sido reelectos/as para el periodo 2011-2016, de esta cantidad 7 mujeres integran la lista.
En lo que respecta a representantes al Parlamento Andino se tiene que de 5 cargos el 20% (1 mujer) ocupa un cargo titular, 0% (0 mujeres) de primera suplente, y 20% (0 mujeres) de segunda suplente.
En las Elecciones Regionales y Municipales 2010 en los Gobiernos Regionales, no contamos con ninguna mujer que ocupe el cargo de Presidenta Regional, y solo 2 han sido elegidas Vicepresidentas Regionales (La Libertad y Lima); 72 ejercen el cargo de Consejeras Regionales representando con ello el 28.1%, frente al 71.9% de hombres.
En los Gobiernos Locales, si bien la presencia de las mujeres se ha incrementado como candidatas, su elección ha sido reducida en comparación con la elección de candidatos hombres.
Así tenemos sólo 9 alcaldesas provinciales (5%), frente a 186 alcaldes provinciales (95%); y de las regidurías 406 son ocupadas por mujeres (23.9%) y 1,295 por hombres (76.1%).
De las alcaldías distritales 60 están a cargo de mujeres (4%), mientras que 1,545 por hombres (96%); esta diferencia también se mantiene en las regidurías donde 2,377 son ocupadas por mujeres (28%) y 6,110 por hombres (72%).
Si tenemos en cuenta que en el plano normativo las mujeres están casi en las mismas condiciones que los varones, con la exigencia de todo un bagaje de normas que regulan situaciones que les afecta; pero que al mismo tiempo aún hay una débil participación de la mujer peruana en la política y un acceso limitado a los cargos de representación; constatamos que los problema aún latentes se dan por la falta de cumplimiento formal del porcentaje de participación femenina por los partidos políticos, es decir, por la pervivencia del machismo.
Por ello opinamos que lo que hace falta es pasar de la igualdad de derechos a la igualdad de hecho, achicar la brecha entre la prédica y la práctica, entre lo que se dice y se hace. A 56 años de la adquisición del derecho político al sufragio por parte de las alfabetas, a 32 años de ese mismo derecho por parte de las analfabetas y analfabetos, establecido en la Constitución de 1979.y a 100 años de la lectura del manifiesto feminista de María Jesús Alvarado este es hoy el desafío de las mujeres peruanas y de la nación, pues un cambio sin las mujeres será solo un cambio a medias.
Es importante finalmente reflexionar que cuando las mujeres ingresan a la política las mujeres cambian, pero además de ello cuando las mujeres ingresan a la política la que cambia es la política.